El conocimiento nos hará libres (y críticos). Educación en la II República | Especial Segunda República

Siempre hemos creído, así nos lo han enseñado nuestros maestros y así nos lo ha demostrado la historia, que el conocimiento nos hará libres. Para conseguir el conocimiento y llegar a ser personas libres es básica la educación. En el primer gobierno de la II República lo tuvieron claro desde el primer momento. España en 1.931 era un país donde la tasa de analfabetismo era del 32% (uno de cada seis habitantes), a pesar de esta situación y la presión ejercida por el poder del caciquismo rural y la oligarquía urbana, se proclamó la II República, lo que indica las ganas de cambio político de una población mayoritariamente hundida en la miseria.

El Gobierno Provisional, consciente de la importancia para el futuro del país, ya legisla para definir un plan educativo para cambiar la dinámica, en el texto de la Constitución Republicana se proclama la escuela única, la gratuidad y obligatoriedad de la enseñanza primaria, la libertad de cátedra y la laicidad de la enseñanza, estableciendo que los maestros, profesores y catedráticos de la enseñanza oficial serán funcionarios y que se legislará en el sentido de facilitar a todos los españoles (y españolas) las necesidades de acceso a todos los grados de enseñanza («Sin ninguna duda, la mejor tarjeta de presentación de la República fue su proyecto educativo», asegura el catedrático de Historia de la Educación de la Universidad de Alcalá de Henares Antonio Molero. «Efectivamente, fue la piedra angular de todas las reformas: había que implantar un Estado democrático y se necesitaba un pueblo alfabetizado. Era el Estado educador», ratifica la doctora Historia por la Universidad de Huelva Consuelo Domínguez). Inmediatamente se legisla para crear un escuela pública, obligatoria, gratuita, laica y mixta. Para lo que se tiene que dignificar y preparar para el trabajo a los maestros en general y a los rurales en particular (pasa más hambre que un maestro de escuela, es un dicho popular en la época), subiendo los salarios de los maestros y creando las “Misiones Pedagógicas”, cuerpo de inspectores escolares con la misión de preparar al profesorado, fundamentalmente el rural, a los cuales se añadieron en caravanas de ruinosas camionetas poetas, escritores y artistas para hacer llegar a pueblos y aldeas perdidas bibliotecas itinerantes, cine, teatro y museos ambulantes.

El futuro se debería construir sobre la base de los principios educativos de los planes concebidos durante el inicio de la II República

Pero no sólo se crean las leyes, también se ponen los medios necesarios para extender la educación en todo el territorio y a toda la población, un informe de la Inspección de Enseñanza Primaria dedujo que había 32.680 escuelas y que eran necesarias 27.151 escuelas más, por lo cual el Ministerio de Instrucción Pública, dirigido por Rodolfo Llopis (último Secretario General de PSOE en el exilio), elaboró un plan quinquenal mediante el cual se crearían las escuelas necesarias a un ritmo de 5.000 al año, menos el primer año que se crearían 7.000. Como la miseria y el hambre eran al pan de cada día también se dotó presupuesto para la las Colonias Escolares, donde lo primero que se daba era alimento y vestido a las niñas y niños, después educación abierta y sana con deporte, viajes a la montaña y el mar, pero, como bien dicen las crónicas, lo más importante era que comían.

Rodolfo Llopis

Evidentemente esta reforma educativa, revolucionaria y de las más avanzadas de la época, se topó con el rechazo y la confrontación de las fuerzas vivas reaccionarías, de la derecha más recalcitrante y de la iglesia católica, casi monopolista de la enseñanza hasta aquel momento. Cuando la derecha gana las elecciones en 1.933 se dedica durante los dos años de su gobierno a destruir todas las medidas adoptadas anteriormente, tanto es así que ellos mismos se nombraban el bienio rectificador. Cuando la izquierda del Frente Popular vuelve a ganar las elecciones en 1.936 con propuestas de hacer una reforma educativa de más calado  incluso que la primera, nunca puede llevarlas a cabo por el golpe de estado militar y la Guerra Civil subsiguiente, que dio paso a la larga noche del franquismo y a la destrucción de la Escuela Pública, con una purga de maestros y profesores, implantando el nacional-catolicismo como bandera educativa y favoreciendo a las instituciones de enseñanza confesionales.

Los dirigentes de los partidos republicanos y de izquierdas de la II República tuvieron claro desde el primer momento que la educación pública, o sea universal, de acceso para toda la población en las mejores condiciones, independientemente de su clase social y del dinero de su familia, de calidad, mixta y fundamentada en valores cívicos, era la garantía de futuro para una España moderna y democrática, así como los oligarcas, caciques, iglesia y la derecha política, también tenían claro que esta educación general de la población afectaría a sus privilegios a futuro. El sistema educativo del franquismo es la constatación de esta disparidad de visiones y el triunfo de las oligarquías y los obispos.

En la (in)modélica Transición y los largos años de gobierno del PSOE nunca apostaron por el cambio serio del modelo educativo, cada vez es más patente el pacto de las élites oligarcas del franquismo con la dirección del PSOE para no cambiar demasiadas cosas, tampoco en la educación, sólo un lavado de cara y una modernización la enseñanza dirigiéndola a fomentar la parte instrumental, nunca la filosófica ni liberadora, necesaria para tener una mano de obra más cualificada, manteniendo y subvencionando las escuelas confesionales católicas. Con perspectiva histórica podemos afirmar que el PSOE gobernando durante 12 años traicionó las ideas sobre educación que había mantenido y fomentado su partido, sólo lo intentó con, la insuficiente y rápidamente eliminada por la derecha, implantación de una asignatura como la Educación para la Ciudadanía y con los intentos fallidos de un ministro, no afiliado al partido, como Ángel Gabilondo. Con este bagaje no se puede tapar la decepción y las sospechas de connivencia con los poderes económicos.

Para nosotros la educación es un concepto amplio y vital para la supervivencia de las personas, es lo que nos marcará la sociedad del futuro, es la base para empezar a construir y/o reconstruir el edificio social o por el contrario, quizás, el plantel de la cosa que nos llevará a la destrucción social. El futuro se debería construir sobre la base de los principios educativos de los planes concebidos durante el inicio de la II República, que a día de hoy todavía son revolucionarios. Los detentadores del poder social y económico lo saben y por eso tienen tanto miedo a una educación con valores que prime la creatividad y la reflexión, por eso les interesa una educación acrítica, que no cuestione nunca su poder.

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