Por Juventud Activa Saharaui, Liga de Estudiantes y Jóvenes Saharauis en el Estado Español, Hijos de las Nubes, Alimentando Sonrisas Saharauis, Hijas del Sahara y Feminismos Saharauis.
La casa de la familia Jaya se encuentra asediada ilegalmente por las fuerzas de ocupación marroquíes desde el pasado 19 de noviembre del año 2020. Un arresto domiciliario sin motivación jurídica que hoy cumple 291 días.
La primera agresión se produjo el mismo 19 de noviembre y la sufrió Aminetu Ambeiric Annajem Addah, la madre de la familia, una anciana de 84 años. Al día siguiente, día 20, también fue agredida su hija Luaara Jaya. Las dos fueron agredidas directamente por orden de Abdelhakim Aamer, Director General de las Fuerzas de Seguridad de la Región (Bojador ocupada).
Durante todo este tiempo las agresiones y asaltos a la casa familiar han sido una constante: Por ejemplo, el 2 de enero de 2021 las agresiones y el estrés vivido en la casa probocaron el aborto a la hermana Buta Jaya y el 13 de febrero a Luaara le partieron la parte inferior de su dentadura e intentaron que Sultana pierda el único ojo sano que le quedaba (el otro lo perdió hace años a manos de la policía marroquí también).
Una práctica habitual durante el asedio consiste en el uso de la denominada «agua de mofeta», un arma compuesta de aguas residuales mezcladas con productos fétidos. Desde los inicios del asedio este producto y otros desconocidos han sido arrojados diariamente a la casa provocando náuseas intensas, dificultad para respirar, irritación de la piel y ojos, caída de cabello, etc.
La madrugada del 10 de mayo, se secuestró y torturó a tres jóvenes activistas que acompañaban a la familia: Babuzeid, Salec y Jaled. También se robaron sus ordenadores, tarjetas de memoria, usbs y móviles, además de la documentación de las dos hermanas Jaya, sus joyas, etc. En esa misma mañana y tras sufrir un grave shock psicológico, la familia Jaya decidió sacar de la casa a la madre de la familia, Aminetu. A partir de ese día el asedio se intensificó y ya no se permitía la entrada a la casa a la sobrina El Fayda Jaya.
En el asalto de la madrugada del 12 de mayo los policías violaron a las hermanas Jaya, Sultana y Luaara, con objetos punzantes y palos. Había en ese momento su hermano, Abdelaziz Jaya, quien sigue hasta hoy en día traumatizado ante las imágenes de la escena. También y mientras violaban a las hermanas, Abdelhakim Aamer, el Jefe de la Policía las amenazaba con acabar con sus vidas si continuaban en sus reivindicaciones.
Los asaltos a la casa son sucesivos por parte de fuerzas especiales marroquíes con las caras enmascaradas. Cada vez que entran saquean todo el contenido de valor que se encuentran en la casa y perpetran innumerables agresiones tanto físicas como psíquicas a sus habitantes. El día 12 de julio, las hermanas Jaya expulsan espuma tanto por las orejas como por la boca a raíz de aguantar esos productos fétidos de forma constante.
Es habitual que cada vez que alguna vecina o vecino trata de llevarles comida, se registra todo lo que lleva tirándolo al suelo y se le agrede brutalmente a esa persona para sembrar el terror y que quede intimidada y no repita el gesto. Por tanto, ni siquiera les están permitiendo comer.
Otra práctica, habitual también, es que las fuerzas de ocupación marroquíes, sirviéndose de una escalera mecánica, acceden al tejado de la familia Jaya y tratan de arrebatar la bandera saharaui que las hermanas Jaya sacan a ondear. En uno de estos forcejeos, el pasado 28 de Julio, un agente policial marroquí enganchó la bandera de Sultana Jaya y trató de quitársela con un gancho y, al resistirse a ella, el policía la arrastró hasta el borde del tejado, gracias a unos hierros de los pilares de la casa, sultana consiguió sujetarse mientras agarraba su bandera y así mismo evitar la mortal caída. La premeditación del policía constituye otro claro intento de asesinato de la activista.
Por último, relatar los hechos del 22 de agosto, cuando asaltaron la casa, sobre las cuatro de la madrugada, alrededor de setenta enmascarados que iban entrando por grupos; y, cuchillo en mano, destrozaron todo el mobiliario, rompieron la placa solar sin estrenar (pues el suministro eléctrico era cortado con frecuencia), volcaron el contenedor de agua, etc. A la par que registraban a todas las mujeres de la casa se agredió también a Idris, el hijo de Buta, que resultó herido con gravedad en la cabeza.
Hoy recibimos la triste noticia de que Sultana y Um Almuminin Buta Jaya, han dado positivo en la COVID-19, probablemente a raíz de la última agresión a la familia el pasado 22 de agosto cuando fueron rociadas con productos de todo tipo y siendo el único contacto que la familia ha tenido con el exterior en los últimos días. Esta grave enfermedad, sumada a la ya crítica situación de salud provocada por la exposición casi diaria a los productos químicos que le llevan arrojando durante más de tres meses consecutivos, hace que los profesionales sanitarios afirmen que la vida de las activistas corre un grave peligro y que no sobrevivirán mucho más tiempo a esta situación.
Actualmente se encuentran en la casa Sultana y sus hermanas, Luaara, Um Almuminin Buta, además de sus dos sobrinos Idris (3 años) y Ahmed Yaddas (23 años) . Solo tienen una habitación con una alfombra, porque las otras habitaciones están repletas del «agua de mofeta». Desde el 17 de abril el suministro eléctrico se cortó definitivamente después de varios apagones puntuales. Les han soltado ratas gigantes en los baños de la casa y ya se han convertido en unas inquilinas más de la casa, también llevan varios cortes temporales de agua hasta el momento.
Mediante este comunicado, como colectivos militantes de la justa lucha del pueblo saharaui y defensores de los derechos humanos, denunciamos esta grave situación que sufre la familia Jaya y solicitamos una intervención urgente que logre salvarle la vida a nuestras activistas y que ponga punto y final a este arresto domiciliario que constituye una grave violación de los derechos humanos más básicos. Todo esto simplemente por alzar su bandera en su tierra y reivindicar su derecho de forma pacífica desde el tejado de su propia casa.
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