Por El Mundo De Gila
Dibujar una sonrisa en los viandantes en lugar de recordar la Masacre de Badajoz, por ejemplo, es lo que queremos al cambiar el nombre de General Yagüe por el de calle «Humor de Gila».
Miguel Gila nació en Madrid y se merece tener una calle importante que nos recuerde a una persona que hizo tanto bien repartiendo su buen humor, allí donde estuvo, haciendo reír a tres generaciones juntas.
Mis padres como tantos otros recordaban lo bien que se lo pasaban con Gila en la posguerra. Escuchándolo se les olvidaba hasta el hambre que pasaban. Hizo mucho bien a todos.
No crees que sería una buena jugada de la historia cambiar el nombre de la calle del fascista General Yagüe, conocido como «El Carnicero de Badajoz«, por el del Gran Maestro del Humor Miguel Gila, nacido en Madrid, a quien las tropas del general rebelde intentaron fusilar y no lo consiguieron 😉
A continuación te explicamos el porqué de esta petición.
Está previsto que en Madrid se cambien una serie de nombres de calles de personajes considerados fascistas y ofensivos para un país democrático como es hoy en día España, y podemos aprovechar la circunstancia para llenar Madrid de nombres que nos hagan reír o recordar a alguien que haya hecho un bien a todo el mundo y no de nombres de personajes que hayan sido unos criminales.
Para describir al Gran Maestro del Humor Miguel Gila, creo que nada mejor que las palabras de Forges:
«Es un hecho que Gila fue un impulsor primigenio de la caterva de humoristas que “nacimos” a la sombra de su personal punto de vista humorístico; todos nos sentimos “hijos” de su ingenio, y su recuerdo perdurará a través de los tiempos entre las majestades humorísticas españolas, los Reyes Magos del Humor: Cervantes, Quevedo y Gila. ¿Admiración excesiva? Ninguna admiración puede ser excesiva si se trata de Miguel Gila. Y si no, al tiempo.»
Miguel Gila se alistó voluntario como miliciano cuando tenía tan solo 17 años, para defender al gobierno democrático de la República Española. En su libro «Memoria para desmemoriados» podemos leer:
«…Cuando me pusieron en libertad hacía cerca de un mes que había terminado la guerra, y varios desde que en El Viso de los Pedroches me hicieron prisionero los moros de la 13ª División del General Yagüe. Esto ocurría en diciembre del año 1938…
Nos fusilaron al amanecer, nos fusilaron mal.
…El piquete de ejecución lo componían un grupo de moros con el estómago lleno de vino, la boca llena de gritos de júbilo y carcajadas, las manos apretando el cuello de las gallinas robadas con el ya mencionado “ábrete Sésamo” de los vencedores de batallas. El frío y la lluvia calaba los huesos. Y allí mismo, delante de un pequeño terraplén y sin la formalidad de un fusilamiento, sin esa voz de mando que grita: “¡Apunten! ¡Fuego!”, apretaron el gatillo de sus fusiles y caímos unos sobre otros. Catorce saltos grotescos en aquel frío atardecer del mes de diciembre. Las gallinas tuvieron poco tiempo para respirar, el que emplearon los del piquete de ejecución en apretar sus gatillos. Y sobre la tierra empapada por la lluvia nuestros cuerpos agotados de luchar día a día.
Catorce madres esperando el regreso de catorce hijos. No hubo tiro de gracia. Por mi cara corría la sangre de aquellos hombres jóvenes, ya con el miedo y el cansancio absorbidos por la muerte. Por las manos de los moros corría la sangre de las gallinas que acababan de degollar. Hasta mis oídos llegaban las carcajadas de los verdugos mezcladas con el gemido apagado de uno de los hombres abatidos. Ellos, los verdugos, bañaban su garganta con vino, la mía estaba seca por el terror. No puedo calcular el tiempo que permanecí inmóvil. Los moros, después de asar y comerse las gallinas, se fueron. Estaba amaneciendo.
La muerte en las guerras tiene mucho trabajo. La muerte en las guerras nunca tiene prisa. Se lleva a unos y deja a otros para más adelante. Me dejó a mí y dejó al cabo Villegas. De mí no se llevó nada, del cabo Villegas se llevó una pierna, la izquierda. Sangraba abundantemente, me arranqué una manga de la camisa y le hice con ella un torniquete a la altura del muslo…»
La suerte, el destino, quien sabe qué, hizo que Miguel Gila sobreviviese a este fusilamiento fallido y a la terrible Guerra Civil Española.
En un Madrid democrático no debe haber un homenaje como el que supone dar el nombre de una calle a un personaje tan sanguinario como el del General Juan Yagüe, premiado por Franco con el cargo de Ministro del Aire y posteriormente Capitán General de la VI Región Militar, en Burgos. En 1953 fue nombrado Marqués de San Leonardo de Yagüe a título póstumo. Tras el final de la guerra cuando es ascendido a general de división, realizó un viaje a la Alemania nazi acompañando a la Legión Cóndor, que tanto daño hizo en tierra española. Este general además, durante los años de la Segunda Guerra Mundial mantuvo contacto y afinidad con Hermann Wilhelm Göring, lugarteniente de Hitler y comandante supremo de la Luftwaffe.
General Yagüe es una de las 27 calles de Madrid que Memoria Histórica ha recomendado cambiar de nombre. No se nos ocurre mejor idea que cambiarla, por el nombre de Miguel Gila.
La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Extremadura (Arhmex) ha solicitado a la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, la retirada de General Yagüe. En la Masacre de Badajoz que tuvo lugar el 14 de agosto de 1936, más de 2000 republicanos fueron fusilados en la plaza de toros.
Miguel Gila, humorista gráfico, cómico, actor, escritor y poeta, se merece una calle importante en la ciudad que nació, Madrid, y no se me ocurre nada mejor que sea la del General Yagüe. Todos lo celebraremos y sonreiremos cuando pasemos por esa calle, y en lugar de tener que recordar a uno de los mayores criminales de la Guerra Civil Española, como ocurre ahora, nos acordemos del Gran Maestro del Humor Miguel Gila.
Miguel Gila era un maestro de la ironía, y creemos que sería una bella, justa y poética ironía que le encantaría.
Aquí puede firmarse la petición:
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