(Como) Pollo sin cabeza

Por María Villaluenga

El animal más sacrificado en Europa y España para consumo es el pollo. Durante las primeras semanas del confinamiento obligado por la emergencia sanitaria de la COVID-19, su consumo, incluso, aumentó. En España, a pesar de que en 2020 descendió su producción, se criaron casi 600 millones de pollos, de los cuales, más de 580 millones fueron sacrificados para consumo. A pesar de estas cifras, se le presta poca atención más allá del momento en el que se hace la compra.

Los estándares de bienestar animal son muy deficientes en la raza de pollo que más se produce y consume, el pollo de engorde o broiler. Esta raza se ha seleccionado genéticamente para lograr el máximo beneficio económico en el menor tiempo posible. Suena a ciencia ficción, pero es así: el pollo broiler alcanza el peso de mercado, 2,6kg., en tan solo 41 días. Para entenderlo mejor, un ejemplo gráfico y espeluznante: un bebé de 2 meses que alcanzara los 300kgs. de peso (equivalencia hecha por el propio sector en la revista especializada Poultry Science)… Además, se ha logrado que la parte de su cuerpo que más se desarrolle sea la pechuga, para que tenga un tamaño «atractivo» para el consumidor final.

Tras asimilar la imagen de ese monstruo en nuestra cabeza, es inevitable pensar en las consecuencias negativas de todo tipo que esto puede provocar. Y así es. La salud de estos animales en su corta vida es horrible. Un crecimiento tan desproporcionado provoca problemas cardíacos, respiratorios, fracturas óseas por no poder soportar su propio peso, dermatitis y úlceras en piel y patas, etc. Problemas de salud tan habituales hacen que el uso de antibióticos en estos animales sea una práctica generalizada. La preocupación creciente sobre este tema, y los problemas derivados que puede suponer en el ser humano han llevado a la creación del Plan Reduce, un programa específico a nivel estatal para reducir el uso de indiscriminado de antibióticos en la producción de animales de consumo, incluidos, por tanto, los pollos.

La cría de esta raza no solo supone problemas físicos para el pollo broiler. Para lograr ese beneficio máximo toda costa, la densidad de animales en las naves en las que se cría es muy elevada. La UE ha estipulado una densidad mínima, a la que la mayoría de los países se acoge, pero este límite sigue suponiendo una concentración de animales peligrosa, pudiendo llegar hasta 39 km/m2. Por un lado, las aves no pueden desarrollar sus comportamientos naturales, como extender las alas o acicalarse (a parte de que su peso desorbitado no se lo permite). Por otro, una concentración de animales de la misma especie en un espacio reducido es un caldo de cultivo (demostrado por estudios científicos, abundantes, además, en estos tiempos de pandemia) de enfermedades zoonóticas, como la omnipresente COVID-19. La influenza, mayormente conocida como gripe aviar, es un ejemplo de zoonosis que nos ha amenazado varias veces, y que sigue activa en varios países.

La legislación, tanto europea como española (esta última incorpora las directrices europeas a la suya), no ayuda en mejorar los estándares de bienestar animal, ni en reducir los riesgos medioambientales y de biodiversidad que este sistema de producción conlleva. Las leyes a este respecto tienen bastantes carencias, lo que influye también en que la cría de pollo de engorde sea la mayoritaria en Europa. Hay alguna excepción positiva, como la empresa danesa Danpo, principal productora avícola en el norte de Europa, que ha dicho adiós al pollo de crecimiento rápido. Prevé que, a finales de este año, habrá sustituido toda su producción, convirtiéndose así en el mayor productor de pollos de crecimiento lento de Europa.

70 organizaciones de 30 países, entre las que se encuentra Equalia, han acordado trabajar para elevar los estándares de bienestar animal de estos animales. Para ello, han puesto en marcha la iniciativa conjunta Compromiso Europeo del Pollo (ECC por sus siglas en inglés), un acuerdo de mínimos requerimientos en materia de bienestar animal que, transversalmente, reducirá también los riesgos para la biodiversidad que esta producción supone. Estas medidas se centran en la densidad de pollos por m2; el cambio de razas de crecimiento rápido a lento; en métodos de aturdimiento más humanitarios en mataderos; mayor enriquecimiento en cuanto a la calidad del aire, iluminación, aseladeros y sustratos de paja, y auditorías que velen por el cumplimiento de estos mínimos.

Lo ideal sería el cambio de raza en la producción de carne de pollo, y que solo se criaran pollos de crecimiento lento, lo que solucionaría bastantes problemas de salud de estos animales. Pero teniendo en cuenta la complicación de que se cumplan íntegramente la totalidad o algunos de los requerimientos del ECC, Equalia está centrando su trabajo en que las empresas utilicen un método de aturdimiento más humanitario en el matadero, de manera que se elimine el método de inmersión en agua electrificada por el método CAS, que supone aturdimiento en atmósfera controlada, lo que conlleva, además, más higiene y salud alimentaria, al reducir la contaminación fecal. Medida, además, que ya bastantes mataderos emplean.

La UE está tomando en seria consideración el bienestar animal, incluyéndolo como parte integral de sus estrategias para preservar la biodiversidad, y revisando su legislación al respecto, para mejorar y ampliar todo lo relativo a la protección de los animales de consumo. Lo que pedimos para los pollos de engorde no es una quimera, es un básico a tener en cuenta para producir éticamente y estar en consonancia con la trayectoria que está siguiendo Europa. Todo suma.

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