Esteban Cruz Hidalgo
Presidente de Red MMT España
La crítica a la Teoría Monetaria Moderna se ha vuelto la atracción favorita entre algunos grupos progresistas, si bien apuntan peor que una escopeta de feria. Entre las que mayor perplejidad nos causan están las críticas de los economistas postkeyensianos y de los teóricos marxistas. Si bien con los primeros la discusión ha sido, con excepciones, en gran medida provechosa, que puede representarse como una tormenta en un vaso de agua; no es así con los segundos. El método utilizado por este grupo lo define muy bien un juego de niños como el del teléfono escacharrado: lanzan un mensaje que ignora de manera incomprensible las fuentes primarias y que va distorsionándose conforme van añadiéndose críticos a la cadena, que utilizan como base a otros críticos. Así, es común que no veamos reflejada en la crítica lo que dicen criticar, sino una caricatura sin sentido. En esta ocasión vamos a centrarnos en el segundo grupo, y más concretamente, en aquella crítica que recientemente SinPermiso ha publicado de Michael Roberts. Trataremos de ser sintéticos y directos.
Roberts manifiesta cierta confusión a la hora de definir los límites de la TMM, la cual asimila a cartalismo. También la reduce a un conjunto de prescripciones de política económica. Así podemos leer la sorprendente afirmación de que la mera descripción que hace la MMT del funcionamiento de los sistemas monetarios modernos nunca se ha aplicado. Hacia donde la MMT apunta haciendo hincapié en la compresión del funcionamiento de los sistemas monetarios es a analizar la conveniencia de los pasos intermedios que caracterizan la diversidad institucional que existe en la realidad, pero que no cambian en un ápice la naturaleza de las operaciones entre Tesoro y el Banco Central. Y cómo estas restricciones políticas implican un diseño disfuncional que obstaculiza una gestión coherente con los objetivos de pleno empleo y estabilidad de precios, en aras de otros objetivos más oscuros. Es por ello que es aún más sorprendente leer en el texto de Roberts que ignoramos el marco de relaciones de producción de la economía capitalista, o incluso que obviamos que el capitalismo es una economía monetaria de producción. Creemos que tal apreciación es causa de una falla conceptual que arrastra el análisis marxista desde su origen: la falta de una teoría del dinero coherente con la teoría del valor.
Los reflejos del patrón oro imperante en la época de Marx impregnan la génesis del dinero, la cual es inseparable de la teoría del valor. Las lagunas en la teoría del dinero marxista acercan a Marx al estado estacionario de los economistas clásicos y no a lo que realmente él quería demostrar: cómo se produce la acumulación del capital. El cuento del trueque, ya sea a nivel individual como en el ejemplo del cazador del pescador y el cazador de Adam Smith; o a nivel agregado como en las antiguas sociedades tribales, no solo no permite hallar analíticamente cómo se postula un equivalente general frente al resto de potenciales equivalentes; sino que históricamente se ha comprobado que el origen del dinero no surge de necesidades relacionadas con el intercambio, sino en los primeras sociedades donde se da la división de clases motivado por las necesidades de planificación de la producción del excedente por unas clases y su distribución hacia las que no producen. Esta alternativa visión materialista de la historia permite responder a las preguntas que nos surgen de la teoría del dinero marxista no solo en torno a la postulación del equivalente general, también sobre la falta de adaptación de la teoría del valor a los sistemas monetarios modernos basados en dinero fiduciario-crédito, y a una cuestión clave como es de dónde sale el poder adquisitivo para la realización de los beneficios. Una vez prescindimos del trabajo directamente social implicado en la producción del oro, la teoría del valor de Marx cae en la circularidad de tratar de explicar los precios por los precios mismos. Si no podemos responder a cómo se establece la pre-conmensuración ideal en unidades monetarias con las que las mercancías deben presentarse al mercado como parte del trabajo abstracto universal, no puede sostenerse en píe la teoría del valor de Marx.
La expansión del déficit público es la condición de existencia misma para el modo de producción capitalista, pero choca con los intereses de los capitalistas para organizar la producción.
La omisión de toda institución más allá de la relación capital-trabajo lleva a explicar la producción por la producción misma. Sin una teoría del dinero no podemos explicar ni las condiciones de existencia del capitalismo ni de la reproducción ampliada que se requiere para que se den las dinámicas inherentes a la acumulación de capital: la extracción de plusvalía, la cual está inserta en un contexto institucional más amplio de relaciones que la reducida dicotomía planteada por Marx y sus continuadores. La explotación requiere que exista propiedad privada de los medios de producción, pero la propia existencia de esta relación de explotación y el grado de la misma no pueden entenderse sin el control del dinero en una economía monetaria de producción, lo que los capitalistas se arrogan gracias a la elaboración de unas reglas arbitrarias para restringir la acción del Estado. La expansión del déficit público es la condición de existencia misma para el modo de producción capitalista, pero choca con los intereses de los capitalistas para organizar la producción. Esta es la contradicción principal que desde la Teoría Monetaria Moderna vemos en torno a la dinámica capitalista.
Un segundo error conceptual por parte de Roberts está en la endogeneidad del dinero, lo cual parece tener muy confuso según sus contradictorios comentarios en torno a la actividad bancaria. La introducción de dinero a través de la compra de trabajo por parte del Estado es endógena, opera a través de la demanda de ingresos por parte de los trabajadores desempleados. No es discrecional. No es decidida exógenamente y aparte de los requerimientos de los agentes económicos. Pero es que además, la integración de la teoría del dinero del estado con la teoría del valor de Marx nos lleva a potenciar el análisis de los Planes de Garantía de Empleo como un patrón de valor que permite no “solo” arrancar de las manos de los capitalistas la gestión del mercado de trabajo o la dirección de la inversión, socializándola; sino también hacer frente a la financiarización y quiebras inherentes a una economía capitalista, neutralizando los efectos inflacionistas de la pseudovalidación del trabajo privado hecha por los bancos privados con sus apuestas fallidas.
El marxismo como paradigma requiere ser capaz de hacer frente a las preguntas problemáticas que surgen en torno a la teoría del dinero en vez de negarlas
Nuestra investigación no es resultado de ningún compromiso con una filosofía política específica, y nos permite corroborar cómo las posiciones de partida importan. La solución de Luxemburgo del imperialismo o la vigencia de la Ley de Tendencia Decreciente de la Tasa de Ganancia son fruto de una forma específica de entender la naturaleza del dinero. Escoger entre estos caminos o el Plan de Trabajo Garantizado no deviene de si uno tiene mayor o menor voluntad reformista, sino del estudio de la coherencia interna de ambos planteamientos. El marxismo como paradigma requiere ser capaz de hacer frente a las preguntas problemáticas que surgen en torno a la teoría del dinero en vez de negarlas, pues son irremediablemente cuestionamientos directos hacia la consistencia de la propia teoría laboral del valor. No somos enemigos, nuestra investigación no invalida la que es su principal característica: la teoría laboral del trabajo de Marx. Al contrario, da argumentos de por qué ambos paradigmas se complementan haciendo sus puntos fuertes más compactos. Con este breve artículo esperamos aportar razones para reflexionar sobre la perniciosa actitud del teléfono escacharrado y en favor de un diálogo y colaboración fructífera que creemos tendrá un largo recorrido.
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