Cómic | Cuerda de presas

Por Carlos César Álvarez

La editorial Astiberri acaba de reeditar uno de los cómics más interesantes de los últimos años. “Cuerda de presas”, publicado originalmente en 2005, recoge las experiencias de varias mujeres víctimas de la represión durante la guerra civil española y la inmediata posguerra. Bien podemos considerar esta obra como precursora de la tan traída y llevada recuperación de la memoria histórica, puesto que la ley que regula esta materia es de 2007.

Cuerda de presas incluye once historietas –de diferente extensión- en el ámbito de otras tantas prisiones españolas en las que se hacinaban las mujeres “rojas” en espera de que los vencedores de la guerra decidieran su destino. Aunque son historias independientes las unen algunos hilos comunes.

Se trata de relatos duros, pero narrados con la sobriedad de lo que no necesita de estridencias para ser contado; lo que no impide momentos espléndidos, como esos disparos que cuentan las reclusas y que son los tiros de gracia que les informan del número de compañeras fusiladas en el patio o una magistral representación de la imbecilidad encarnada en ese periodista que, mientras entrevista a una mujer que fue víctima de torturas, en lo único que piensa es en que tiene ganas de ir a orinar.

Por las viñetas de “Cuerda de presas” desfilan -literalmente- mujeres víctimas de abusos sexuales, presas embarcadas como ganado en trenes con destino incierto, niños sin nombre porque “los que traicionan a la patria no pueden legar a la descendencia apellidos honrados” (Vallejo Nájera). No hay heroínas en estas páginas, solo mujeres que tratan de mantener la dignidad en su cautiverio, humilladas por los hombres pero también por otras mujeres.

“¿Y esas mujeres?”, pregunta alguien, “¿Qué mujeres? ¿No ves que son presas?”

“En 1951 creí dejar atrás los barrotes de la prisión… pero al pisar aquella España imperial… supe que las rejas venían conmigo”, dice una de las reclusas tras serle concedido el indulto.

El guión de Jorge García (Salamanca, 1975) es sobrio y preciso, con diálogos muy breves, sin ninguna clase de alardes. El dibujo de Fidel Martínez (Sevilla, 1979) es áspero, con aristas y fuertes claroscuros que recuerdan al gran Breccia, aunque varía ligeramente su estilo de una historia a otra, utilizando en ocasiones tonos de gris. Es totalmente adecuado a la historia que nos narra, en cuanto colabora a crear el ambiente asfixiante y claustrofóbico de las cárceles. En pocos tebeos se aprecia una compenetración tan perfecta entre guionista y dibujante.

Cuando los esfuerzos combinados de una derecha cada día más retrógrada y un progresismo cada día más estúpido hacen estragos en la memoria de los españoles, tenemos en “Cuerda de presas” un cómic que se alza contra la banalidad, como en su día Paracuellos de Carlos Giménez, con el que la comparación es inevitable. Una obra destinada a despertar conciencias. En su primera edición creo que no lo logró. Tal vez ahora haya más suerte.

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