Colisión

Por Iria Bouzas | Ilustración de Manel Vizoso

Vengo observando en los últimos tiempos un fenómeno que me está dando verdadero terror.

Hay una frase que escucho y leo ya de una forma tan habitual, que asumo que es porque la hemos interiorizado totalmente como sociedad. Esta frase es “Mis derechos”.

Cierto es, que una parte de los derechos son individuales, fundamentales e irrenunciables.

Pero la lucha por dichos derechos no tiene que hacerse obligatoriamente de forma individual. En el contexto del activismo social la expresión “mis derechos” debería haberse desterrado hace mucho tiempo y haber dejado su lugar a una más apropiada como es la de “nuestros derechos”. Se ha producido una colisión de pronombres tremendamente inquietante.

¿Qué movilización y activismo es el que se hace desde la más pura individualidad? ¿Se puede reivindicar algo en nombre de un colectivo utilizando reiteradamente el pronombre “yo”?

La libertad es un valor primario. La libertad es sagrada e inviolable. Si hay quienes entienden que los derechos civiles y las conquistas sociales se hacen de uno en uno y cada uno por su lado, libres son pues de pensarlo y ejercerlo y espero de corazón que les vaya muy bien y tengan mucho éxito.

Pero el sentido común, la experiencia y la historia nos dicen otra cosa.

Una persona puede llevar a cabo una gran gesta pero sin todos aquellos que le acompañan y creen en ella, esa acción se quedará solo en un brindis al sol o terminará considerándose la acción de un “loco”.

Sororidad, fraternidad, hermandad, tenemos palabras preciosas en nuestro lenguaje. Palabras que nos deberían recordar que nuestros brazos no solo nos sirven para el uso que le damos cotidianamente. Los brazos sirven para muchísimo más. Nos permiten sostener a otros y que otros nos sostengan cuando necesitamos ayuda. Los brazos pueden estar cerrados pero también pueden estar abiertos acogiendo a los demás entre ellos y así aprendiendo y creciendo como seres humanos.

Cuando reivindicamos los derechos desde el “yo” puede producirse una perversión de toda nuestra lucha. Podemos terminar por creer que el derecho que reclamamos es el único legítimo y podemos caer en la tentación de sentir que para lograr nuestras ambiciones podemos dedicarnos a dinamitar los derechos de los demás.

Si nos creemos y defendemos la idea de que este viaje al que llamamos vida, debemos hacerlo solos, quedaremos indefensos a merced de los depredadores

La reivindicación desde el “nosotros” implica empatía y solidaridad, y con ello respeto infinito por los derechos de los demás colectivos y sobre todo predisposición al dialogo, al debate y al acuerdo.

Somos seres complejos, tanto que estamos hablando de colonizar otro planeta pero aún no hemos sido capaces de entendernos a notros mismos. Dentro de esa complejidad existe una necesidad legítima y sana de desarrollar nuestro “yo”. Pero hay un interés muy poco sano en sacralizar al individualismo como la única forma de desarrollo personal legítima. Si nos creemos y defendemos la idea de que este viaje al que llamamos vida, debemos hacerlo solos, quedaremos indefensos a merced de los depredadores que nos rodean.

Somos vulnerables. Somos sociales y necesitamos a los demás, en muchísimas facetas de nuestra vida tanto desde el plano afectivo como en el plano de la ayuda y la pelea.

Cuando alguien me quiere convencer de que no necesito nada de nadie, cuando me apabilan con los mensajes de que debo de estar siempre en lucha y competición con los demás en lugar de cooperar y colaborar, siempre pienso lo mismo:

“Me están pidiendo que decida si es mejor cortarme el brazo derecho o el izquierdo. Y no pienso renunciar a ninguno. Necesito ambos brazos para luchar pero sobretodo, para dar y recibir abrazos”

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