Ciutat morta, de Xavier Artigas y Xapo Ortega

Xapo Ortega y Xavier Artigas, directores del documental Ciutat morta

Es muy triste pensar que sí no se hubiesen equivocado de persona al torturar, seguirían usando sus metodos ilegales de tortura y represión ciudadana. 

Por Javier F. Ferrero

Barcelona ha vivido con este suceso, el 4F, uno de los casos de corrupción policial, judicial y gubernamental más grave que se recuerda desde el franquismo. Los Guardias Urbanos Víctor Bayona (24.751) y Bakari Samyang (24.738) fueron la pieza clave testifical para encarcelar a Rodrigo Lanza, Juan Pintos, Alex Cisternas y Patricia Heras. Estos agentes fueron condenados por tortura, denuncia falsa y simulación de delito a 2 años de prisión cuando a finales del año 2011 trascendió que habían torturado al ciudadano de Trinidad y Tobago Yuri Sarran Jardine. Tras su testimonio y sin tener en cuenta ningún testimonio más, se condena de Rodrigo Lanza (hasta hoy 4 años en prisión) y Patricia Heras (que se suicidó después de 6 meses en prisión el 26 de abril de 2011) y otros 7 compañeros inculpados injustamente en el caso de Sant Pere més Baix el 4 de febrero de 2006.

La historia

La noche del 4 de febrero de 2006 se estaba celebrando una fiesta en un antiguo teatro okupado en el centro Barcelona que terminó con una carga policial. Entre los golpes, empezaron a caer objetos desde la azotea del teatro. Según relató por radio el Alcalde de Barcelona (Joan Clos) pocas horas después, uno de los policías, que iba sin casco, quedó en coma por el impacto de una maceta. Las detenciones que vinieron inmediatamente después del trágico incidente nos relatan la crónica de una venganza. Tres de los jóvenes detenidos, de origen sudamericano, son gravemente torturados y privados de libertad durante 2 años, a la espera de un juicio en el que poco importaba quién había hecho qué.

No importaba que el objeto que hirió al policía hubiera sido tirado desde una azotea mientras que los detenidos estaban a pie de calle. Otros dos detenidos aquella noche (Patricia y Alfredo) ni siquiera estaban presentes en el lugar de los hechos: Estaban dando un paseo en bicicleta, tuvieron un pequeño accidente y fueron al hospital. Allí fueron detenidos y hallados sospechosos por su apariencia y su forma de vestir. No importaba si había pruebas o evidencias que exculpaban a todos los acusados. En aquel juicio no se estaban juzgando a individuos sino a todo un colectivo. Barcelona acababa de estrenar su llamada “ordenanza de civismo”, una ley higienista, marco legal perfecto para los planes de gentrificación de algunos barrios céntricos, destinados al turismo. Los chicos detenidos aquella noche eran cabezas de turco que encajaban perfectamente, por su estética, con la imagen del disidente antisistema: La causa de todos los problemas de pintadas, suciedad y educación de la ciudad.

Unos años después, los Guardias Urbanos que testificaron en falso, Víctor Bayona (24.751) y Bakari Samyang (24.738), fueron juzgados y condenados por la tortura a un chico negro. La sentencia demuestra que los agentes mienten y manipulan pruebas durante el juicio. Para encubrir las torturas, acusan al joven de ser traficante de drogas, pero el juez descubre un montaje: el negro es en realidad, hijo de un diplomático (el embajador de Trinidad y Tobago en Noruega). Estos agentes resultan ser los mismos que habían torturado a los jóvenes detenidos aquella noche del 4 de febrero de 2006 y algunos de los testigos que declararon en su contra durante el juicio. El mismo modus operandi en ambos casos. La única diferencia: el origen social de las víctimas. La enésima historia de impunidad policial, acompañada por buenas dosis dosis de racismo, clasismo y la vulneración de derechos fundamentales, todo ello amparado por un sistema judicial heredero del régimen franquista.

Es muy triste pensar que sí no se hubiesen equivocado de persona al torturar, seguirían usando sus métodos ilegales de tortura y represión ciudadana. Uno de los grandes problemas que se plantean en el documental es que en realidad eran 7 personas las que torturaron al hijo del diplomático, pero sólo pudo reconocer a dos. Esto nos lleva a pensar que se trata de algo endémico, algo arraigado y costumbrista dentro de los métodos de actuación de la policía municipal de Barcelona, donde el compañerismo mal entendido hace que se protejan entre ellos.

Documental imprescindible para entender el sufrimiento a la que se ven abocados, unos jóvenes que sólo se divertían y que fueron juzgados por su apariencia y por una injustificada venganza.

Más información: http://www.desmontaje4f.org/


Artículo publicado originalmente en NR el 1/2/2015

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