Los Silencios del Apocalipsis

La dificultad de expresar los sentimientos que tienen todos los protagonistas va pareja con la que tienen para escuchar lo que sienten los demás

Por Angelo Nero

Tal vez mis conocimientos del idioma galo no sean suficientes como para criticar la traducción del título de este film, pero creo que lo más conforme al argumento sería “Antes del fin del mundo”, puesto que el protagonista principal, Louis (Gaspar Ulliel), y desencadenante de las acciones, diálogos y silencios de los otros protagonistas (aunque en realidad es más una obra coral), se encuentra en ese momento previo al apocalipsis, a la desaparición del mundo para él, a su propia desaparición. Con una habilidad notable, el jovencísimo Xavier Dolan (27 años) elude ahondar en la enfermedad terminal de Louis, que con seguridad desviaría el tema que realmente quiere tratar: el de la dificultad de comunicarse con aquellos a los que la sociedad nos obliga, como la familia, aunque ya no vivas bajo el mismo techo, ni tan siquiera en la misma ciudad (aunque también nos muestra que las carencias de comunicación se dan entre los que están más próximos).

La dificultad de expresar los sentimientos que tienen todos los protagonistas va pareja con la que tienen para escuchar lo que sienten los demás, como esa madre magníficamente interpretada por Nathalie Baye que quiere aparentar normalidad en la visita de su hijo, e intenta atajar cualquier conflicto –aunque lo que consigue es lo contrario- y que no quiere saber a qué se debe esa inesperada aparición de Louis, al que hace años que no han visto, quizás porque tampoco quería escucharlo cuando estaba bajo su techo, y comenzaba a aflorar una sexualidad diferente a la establecida.

Y si Louis huyó de aquel mundo de represión e hipocresía, su hermana pequeña, Suzanne (Léa Seydoux), también busca una huida, pero sin abandonar el hogar materno, a través de las drogas, construyendo un refugio en su habitación, donde todos son ecos de los bombardeos diarios a los que es sometida por su madre, quizás también por ella misma, en un ejercicio de autodestrucción.

Antoine (Vicent Cassel), el hermano mayor, es el personaje más atormentado de todos, cínico, depresivo, violento, no deja de atormentar a todos los que están a su alrededor, en especial a su esposa, Catherine (Marion Cotillard), una cándida mujer que intenta por todos medios apagar los fuegos que propaga su marido, consiguiendo solo quemarse todavía más. Antoine es un pirómano si, un provocador, un instigador de conflictos, porque no tiene la valentía de su hermano para buscar otra vida, ni tampoco se conforma con la suya, buscando constantemente una justificación para su cobardía, echándole la culpa a los demás de sus derrotas, aunque en el fondo esconde un profundo desamparo por la lejanía de su hermano, al que no quiere escuchar por temor a que lo que le diga acentúe más este sentimiento.

Esta suma de sentimientos soterrados, como minas que explotan con solo tocarlas, nos lleva a una espiral de violencia dialéctica (a punto de convertirse en física) para evitar que Louis difunda la llegada del fin del mundo, en una especie de duelo anticipado, en el que todos arrojan sus frustraciones y rencores, buscando culpables en los otros, y que pone al espectador contra las cuerdas, en un estado de continua desazón, en la que es imposible posicionarse a favor de nadie, pero, a la vez, le hace bucear en sus propias situaciones familiares, en aquellas escenas donde la comunicación se antoja imposible, y pareciera que lo único deseable sea el silencio, o la conversación insustancial, para esconder las tensiones provocadas por la amenaza de un apocalipsis inminente.

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