Cine | Las sagas cinematográficas y sus problemas de identidad

Por Jose Jiménez Peroy

No deja de ser divertido comprobar como, muchas veces, las películas y sus guiones se comportan igual que seres humanos. En redes sociales es muy habitual encontrarte con comentarios de los llamados «intensitos«, personas que son incapaces de distinguir una broma y que solo ven drama y ofensa en todo lo que leen. En el cine, cuando el guion de una secuela se vuelve demasiado «intensito», solo significa una cosa:  la idea original ha perdido la señal GPS y está a punto de estrellarse contra un iceberg relleno de mugre.

Para demostrar mi teoría, me gustaría nombrar dos sagas que fracasaron al volverse demasiado intensitas:

1- Pitch Black (David Twohy,2000)

Vin Diesel saltó a la fama con esta genial cinta de ciencia ficción en la que daba vida a uno de sus personajes más icónicos y reconocibles: Riddick. Un carguero espacial se estrella en un olvidado y misterioso planeta. Entre los supervivientes, destaca la presencia de un despiadado marshall que custodia a un peligroso criminal llamado Riddick. Pero Riddick será el menor de sus problemas cuando el sol se oculte y los verdaderos habitantes del planeta salgan a estirar las piernas (y las garritas).

Sustos, tensión, miedo a la oscuridad, bichos y un Vin Diesel en un papel maravilloso, fueron las bazas que usó esta Pitch Black para triunfar.

Pero en Hollywood ya sabemos que si una cinta «menor y original» triunfa, la secuela es inevitable. En 2004 llegarían «Las Crónicas de Riddick», segunda parte que debería haberse llamado «Riddick goes intensito», de no ser porque no es nada comercial y parezca el título de una cinta X (aunque no deje de ser verdad). En esta ocasión, Riddick dejaba de ser un divertido y letal asesino para ser, así, sin anestesia ni nada, el maldito salvador del universo. Todos los elementos de la primera parte fueron sustituidos por profecías apocalípticas, leyendas, poderes místicos únicos de la raza de Riddick, CGI y un guion lleno de ultra fantasmadas.
Todo un clásico.

La peli, como es obvio, fracasó en las críticas (38/100) y le valió a Vin Diesel una fantástica nominación a los Razzies por su trabajo.

En su tercera parte titulada simplemente «Riddick»(2013), se trató de volver a la esencia de la saga, olvidándose de todas esas chorradas de salvador del universo y, gracias a eso, este final dejó un buen sabor de boca a tod@s los fans de las aventuras de este carismático personaje. Es divertido ver cómo, en una breve escena, al principio de todo, el guion trata de borrar toda conexión con la segunda parte en un entrañable «¿nos lo perdonamos todo?» del director a los espectadores.

David Twohy y Vin Diesel, creadores de la mitología de Riddick, aunque tarde, se dieron cuenta de los peligros de convertir una sencilla idea original en algo universal demasiado dramático (algo que Ridley Scott aún no ha hecho con su Alien).

2- Alien (Ridley Scott,1979)

Las sagas, al llegar a cierto número de películas, necesitan reinventarse para no ser un «más de lo mismo». Pero con Alien, el señor Ridley Scott se ha pasado.En 1979 nacía la leyenda del Xenomorpho, esa letal y perfecta máquina de matar que lleva casi treinta años asustándonos. Las cuatro primeras películas que forman parte de su universo, aun con sus bajones de calidad, son fieles a una idea original. Si os fijáis, sus películas impares optan por un terror más claustrofóbico, con escenarios asfixiantes, repletas de corredores oscuros en los que, en cualquier esquina, acecha la muerte vestida de Xenomorpho. Las películas pares, por el contrario, destacan por ser más acción que terror (aunque siempre tengan un susto guardado bajo la manga). La segunda parte, de 1986, sigue siendo una de las mejores continuaciones de la historia del cine: espectacular, con personajes maravillosos, escenas para el recuerdo, una Ellen Ripley ENORME y que, de paso, agrandaba toda la mitología sobre las criaturas (su reproducción, los FaceHunger, La Reina Alien…).

Incluso en la exagerada y, a ratos, «flipada» cuarta parte, titulada Alien Resurrection (1997), se jugaba siguiendo las reglas establecidas en sus predecesoras, pero añadiendo elementos como la clonación y la experimentación genética. Vale que el resultado final está a diez mil años luz de distancia de Aliens pero ,con todo y eso, resulta entretenidísima. No hace mucho, me dio por revisarla y, la verdad, es que me llevé una grata sorpresa al descubrir que ha envejecido mucho mejor que, por ejemplo, Alien 3, y que la cinta nos da justo lo que queremos: disparos, Ripley en modo badass y Xenomorphos enfadados. Y eso, amig@s, es bien.

Al agua, patos.

Pero, de pronto, al señor Scott se le ocurrió utilizar su juguete más reconocible para tratar de explicar el origen de la vida y del universo en ese engendro del infierno al que bautizaron bajo el nombre de «Prometheus»(2012). -Ridley activa el «Modo Intensito».- ¿Qué demonios te tienes que fumar para pasar de naves, marines, aliens y planetas olvidados, a arquitectos espaciales, orígenes de la vida y tripulaciones con severos retrasos mentales? El «orígenes» que nos habían prometido con «Prometheus», resultó ser toda una burla para los fans de la saga. La leyenda del «Space Jockey» que se vislumbraba en la primera Alien y demás cuestiones que llevaban tanto tiempo esperando una respuesta simple, quedaron sepultadas bajo toneladas de incoherencias, estupideces y esa maldita manía de querer agrandar una película convirtiéndola en la respuesta a la vida, al universo y a todo. (respuesta que ya sabemos que es «42», por cierto…)

En las primeras cintas, el nexo de unión no solo era la relación entre Ripley con los Xenomorphos, si no el respeto a una idea original: la idea de construir un universo en el que una criatura imparable con una fisionomía y características aterradoras podría acabar con la raza humana, si llegara a nuestro planeta. Pero Ridley Scott prefirió hacer descarrilar su creación, inventándose un absurdo Génesis en el que todos los elementos reconocibles de la saga eran mancillados sin pudor. Lo peor es que, lejos de arreglar las cosas y darnos una sencilla historia de marines espaciales y Aliens aniquilándose en un planeta olvidado, ha decidido mantener su farol con la pésima Covenant (2017), en la que vuelve a meter en una nave a un puñado de IDIOTAS para que, merecidamente, mueran de uno en uno.

Si no respetas tu propia obra, es mejor que te apartes y le dejes hacer las cosas a alguien que sí lo haga (-me has oído, ¿eh, Neill Blomkamp? ¡solo tú puedes salvarnos!- ).

Conclusiones

¿Os imagináis que en la tercera parte de John Wick, el bueno de Keanu Reeves tuviera que luchar contra hordas de sicarios porque resulta que ha descubierto que la cura contra el cáncer está escondida en el culo de su perro? ¿O que en una nueva entrega de Mad Max, el personaje de Max resultara ser el nuevo mesías que consigue que la hierba crezca de nuevo allá por donde pasa con su coche a 220km/h? .
Pues cosas así de horribles ocurren cuando las sagas olvidan su nombre e identidad y tratan de abarcar más de lo que deberían. Supongo que la moraleja es que es preferible usar «ráfagas cortas y certeras», que decía el sargento Hicks, a ponerte a disparar sin sentido en todas direcciones.

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