Cine | En aguas peligrosas

Por Jose Jiménez Peroy

Siempre me han hecho gracia los subgéneros que surgen de forma espontánea en el mundo del cine, aprovechando el rebufo que genera un éxito de taquilla/audiencia. Como si se tratara de una siniestra muñeca rusa, dentro del género de terror puedes encontrar infinitas ramificaciones con trece mil cintas en nómina. Subgéneros como el de zombies, terror japonés, slasher juvenil, criaturas mutantes radioactivas muy enfadadas…, pero ninguno tan chatarrero y demencial como del que quiero hablaros hoy: El maravilloso mundo de las películas de tiburones.

El tiburón blanco es uno de los depredadores más temibles de todo el reino animal pero también es uno de los que más humillaciones ha recibido en la gran pantalla. Sus comienzos fueron dignos de su grandeza, ya que Steven Spielberg nos regaló, en 1975, la mejor película de este tipo. Su «Jaws» aterrorizó y traumatizó a toda una generación que, tras ver el maravilloso duelo entre el Sheriff Brody (Roy Scheider) y un gran blanco, se pensó muy mucho aquello de volver a meter los piececitos en la playa al llegar el verano.

Lástima que sus secuelas dejaran tanto que desear.

Su segunda parte, que llegaría a los cines tres años después, supuso más de lo mismo  pero con un guión mucho más simple y un tiburón-muñequete que ya no aterrorizaba tanto como el de Spielberg y que cantaba demasiado. Recuerdo una escena en la que el tiburón pasaba cerca de una balsa y, al emerger, no dejaba de abrir y cerrar la boca tan rápido que, en lugar de hambre, parecía que el pobre estaba muerto de frío.

El desastre se haría mayúsculo en 1983 con Jaws 3-D, en la que un jovencísimo Dennis Quaid se las tenía que ver contra un gran tiburón blanco digitalizado de la peor forma imaginable. La única novedad «decente» que aportó esta aberración de cinta fue la de abandonar el escenario de la playa para desarrollar el grueso de la historia en una estación submarina. Su vergonzosa e increíblemente ridícula escena del ataque del tiburón a la estación es de esas cosas que solo puedes olvidar con ayuda de una buena terapia:

La saga moriría oficialmente en 1987 con su cuarta parte de la que sólo diré que las críticas se la merendaron con un 15/100…

Pero las cosas siempre pueden empeorar y, con el paso de los años, los muñequetes de tiburón y sus guiones cargados de sustos y sobresaltos fueron sustituidos por CGI y por risas y vergüenza ajena.

Antes de adentrarnos en las aguas digitales de la vergüenza infinita, me gustaría rescatar de la humillación películas como Open Water del 2003 (la angustiosa historia real de dos submarinistas que quedan a merced de un tiburón) y quizá, la australiana The Reef, de 2010, por aquello de alejarse del menú de playa + chicas sexys en bikini + tiburón mega enfadado, y por jugar a ser más «realista».

Y ahora vamos con lo prometido:

En 1999 el gran Renny Harlin abrió la caja de Pandora con su Deep Blue Sea. De esta película surgieron las ideas que hoy en día alimentan nuestras sesiones de cine cutre con amigos y, de paso, los bolsillos de los dueños de The Asylum y del canal SyFy. Los guionistas Duncan Kennedy, Donna Powers y Wayne Powers crearon, sin saberlo, las reglas básicas de TODAS las cutradas digitales que sufrimos en la actualidad:  estación submarina donde experimentar con tiburones con fines médicos pero que de paso le otorguen «poderes nuevos» al escualo, muertes absurdas, diálogos tontos…  El desastre alcanzaba cotas tan altas que incluso el gran Samuel L. Jackson nos regalaba una de las muertes más humillantes a manos de un tiburón digital enfadado:

Queda claro que la única cosa que atrae a un tiburón más que la sangre fresca, es un buen discurso motivacional, ¿no?

Pero lejos de tratar de arreglar las cosas, de pronto, los guionistas comenzaron una especie de competición por ver quién era capaz de retorcer más la idea de realizar películas de miedo con tiburones.
Se abrió una veda en la que podemos distinguir dos claras versiones de tiburones: el tiburón viajero y el tiburón rarito.

Los tiburones viajeros son aquellos que se han aburrido de asesinar bañistas en playas y han decidido buscar nuevas presas en sitios absurdos. Podemos encontrar tiburones en ríos (Red water, 2003), ocultos en la arena (Sand Sharks, 2012), danzando por el hielo (Ice Sharks,2016), en tornados (la legendaria saga de Sharknado, 2013), de turisteo en Venecia (Sharks in Venice, 2008) o incluso haciendo la compra del mes dentro de un supermercado (Bait, 2012)… Para que luego digan que los tiburones no son unos bichos a los que les guste salir de la rutina.

Y si esto os parece inusual, esperad a que os diga qué podéis encontrar dentro del libro de familia del tiburón rarito. Los tiburones raritos son aquellos que han sido genéticamente modificados para… ¡qué más da!… Es solo una excusa para crear un monstruo digital cutre que devore personas, y ya. Pero pueden ser, por ejemplo: tóxicos (Toxic Shark, 2017), satánicos (Shark Exorcist, 2015), del tamaño de pirañas (Piranha Sharks, 2014), zombie (Zombie Shark, 2015), medio dinosaurio (DinoShark, 2010) o todo junto como sucedía en SkySharks (2018) donde aparecían tiburones zombie nazis y voladores…

Pero las que se llevan la palma son la saga Sharktopus y la del tiburón de muchas cabezas.  Al Sharktopus (mitad tiburón, mitad pulpo… obviamente) tras debutar en 2010 con Eric Roberts metido en su reparto, se le ha podido ver enfrentándose a cosas aún mas raras, como en el 2014 contra un Pteracuda (mitad Pterodáctilo, mitad barracuda) o en el 2015 contra la típica WhaleWolf (un bicho mitad ballena, mitad lobo) que te encuentras todos los agostos al veranear en Punta Cana…  Con la saga del tiburón de muchas cabezas ocurre algo muy extraño e insólito.
Atención:
Todo comienza en el 2012 con el 2-headed shark attack (con Carmen Electra!), luego sigue con el 3-head shark attack (con Danny Trejo) y luego pasamos directamente al
¡5-headed shark attack ! ¡Pero que os habéis saltado el cuatro, señores guionistas! Mucho inventarse bichos y darle a las sustancias psicotrópicas, pero lo de contar cabezas de tiburones lo llevamos regular, ¿eh?

Estas son las consecuencias más directas de la broma, convertida en franquicia, que resultó ser Sharknado, y así son las actuales películas sobre tiburones. No quieren contar una historia, simplemente se imaginan una criatura absurda metida en un lugar más absurdo aún, la rodean de jóvenes atractivos en ropa de baño y le dan al botón de grabar.

El profesor Ian Malcolm decía que «la vida siempre se abre camino», y los tiburones han encontrado una pequeña fisura por la que, de vez en cuando, huir del mundo digital salchichero en el que han sido encerrados. En 2016, el efectista director Jaume Collet-Serra (El pasajero, Una noche para sobrevivir…) nos regaló una historia nueva de tiburones, contada de forma más que correcta, para disfrute de un público más palomitero.


The Shallows, protagonizada por Blake Lively, nos contaba la historia de supervivencia de una surfista al quedar herida y atrapada a merced de un tiburón, a tan solo 200 metros de la orilla. Su preciosa fotografía, su buen ritmo y lo bien conseguidos que están sus momentos de tensión, hicieron que The Shallows fuera una bocanada de aire fresco para un género demasiado maltratado.

Este año, se suponía que tendríamos una segunda oportunidad de ver algo interesante con el estreno de «The Meg» pero, tras su primer y vergonzoso trailer, se ha perdido toda esperanza.

«The Meg» está basado en la novela de Steve Alten en la que, tras un desafortunado incidente en el ártico, se libera un Megalodón (tiburón gigantesco de la época de los dinosaurios) que llevaba allí congelado ni se sabe cuántos miles de años.

Este proyecto, que llevaba en el tintero varios años y siempre con el interés de Jason Statham, podría haber sido algo aterrador y digno pero, por el tono usado en su primer tráiler, -insisto- está más cerca de chatarradas como «Piraña 3D» que de cine de terror. Lo más gracioso de todo esto es que esta adaptación ha costado 150M de dólares, con lo que el batacazo en taquilla puede ser demencial.

Ojalá, en algún momento de la historia, alguien pisara el pedal del freno para mirar al principio de todo y decidiera escribir una buena historia con la que volver a asustarnos sin tener que recurrir a estupideces ni fantasmadas cargadas de CGI.

El tiburón es un depredador que ya de por sí infunde un miedo/respeto importante, por lo que no necesita de ese tipo de artificios, le basta con que sea real todo aquello que estás viendo en pantalla para que tu miedo también lo sea. La verdadera magia de la primera Jaws estaba en su guión. La historia se partía en dos mitades: en la primera, se presentaba la amenaza y se mostraban los ataques del escualo a bañistas y el caos que se generaba en la playa y, en la segunda, el Sheriff, un oceanógrafo (Richard Dreyfus) y un viejo lobo de mar (un descomunal Robert Shaw) se adentraban en alta mar para protagonizar uno de los duelos hombre vs animal más míticos de la historia. Ese tramo, que contenía una de las escenas más terroríficas que se hayan visto jamás en un cine, es un puro espectáculo narrativo, donde la tensión y el miedo que viven los tres protagonistas es real.

No deja de ser una auténtica lástima que, cuarenta y tres años más tarde, todas las películas sobre tiburones que vinieron a continuación se quedaran encasquilladas en la parte más fácil y convencional de la película de Spielberg y no hayan querido explorar todos los elementos que se mostraban en su maravilloso clímax.

Sin el respeto cinematográfico que merece el tiburón, el único consejo que le puedo dar es aquello que decía Dory de «sigue nadando, tú sigue nadando«, que algún día recuperarás el lugar que debes ocupar dentro del cine de terror.

2 Comments

  1. Para cuando nos deleitaran con una nueva saga basada en las sardinas zombis, que unidas y coordinadas en bancos de millones de individuos y apolladas por sus amigos los boquerones del ultramundo, deciden acabar con la pesca de arrastre y atacan al unísono a todo pesquero que ose botar sus redes al mar.
    No sería tan descabellado….o si.
    En fin a la vista de lo visto seguro que mas de un productor vería esta idea con posibilidades…tendré que darle una vuelta más.

    Me ha encantado el artículo.

  2. Sin ser gran entendido de cine, me ha enganchado este articulo de tal forma que hasta voy a empezar a ver peliculas de tiburones para analizarlas.
    Que bien redactado y explicado está todo.

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