Cine | Déjame salir y los placeres de la clase media

Por Puertos33

Probablemente es una película más de tantas, otra más, pero que entretiene, que en el contexto en el que nos movemos ya es algo… Cierto miedo psicológico hacia lo desconocido, mitificación de la hipnosis incluida, y un poco de racismo a lo grande. Un racismo que no se oculta, porque el éxito de la película requiere de él. Es decir, no pretende esquivar el racismo; al contrario, intenta, con el propio racismo, atacar la «paz racial» estadounidense de la clase media.

«Tus padres saben que soy negro»… ¿Qué importa? Evidentemente, importa. Importa en tanto en cuanto el multiculturalismo no existe; tampoco aquí. La película ataca a la clase media, europea o americana, se burla de su «Votaría a Obama para las terceras elecciones», importa no en la medida en que ser negro sea un significante en sí (como lo es), sino que va a romper el clasismo de la sanidad.

Desconozco si el director o los guionistas pensaban en las luchas sociales de ahora. Es curioso como en pleno 2017, donde el debate feminista está tan de moda, aparece un algo que levanta mellas. El cine norteamericano rara vez trata la relación de ese mito, que ya fue insultado hace tiempo en «American Beauty», y lo racial. Ella, una joven y atractiva blanca, que defiende a su novio frente a la policía… Desde ese paternalismo que él intenta calmar. «No voy a permitir que te traten así». ¿Cómo? ¿No decíamos que no importaba que fuese negro?

La película trata sobre el chantaje de la pareja, donde el director parece tener algo contra la mujer. También contra los blancos, pero más contra lo femenino. Lo bueno es que ellas ya no son inmóviles, que aparecen en escena, que llaman la atención. La mujer en la película actúa, lo cual para ser Hollywood ya es mucho. Claro, pero no pueden actuar lejos del marco que «socialmente» siempre han sido femeninos. La mujer se mueve entre los psíquico y lo emocional, entre lo hipnótico y lo sexual

Pero ese ataque no declarado del cine a lo romántico viene de lejos, no es nuevo. Cada vez son más las comedias desromanticas frente a las románticas. Recuerdo una inglesa bastante buena, creo que se llamaba (traducida) «Les doy un año». Solo a través de la pareja, habita la muerte. Ese amigo que avisa, que salva. Un amigo que es la razón, sin perder esa verborrea de nigga americana. En la película parece que el movimiento del «negro» es genético, que no es aprendido. Representativo de ese ¡qué bien bailan los negros! como en ese momento en que el afectado por el flash se mueve musicalmente mostrando cómo viste… Ahora, recordemos que es un hombre blanco de unos 60 años; ¿os imagináis ese movimiento?

Mil comentarios donde solo se valora el cuerpo, la «moda» de lo negro aparece la subasta. Una subasta que quieren que parezca alarmante, pero que no muestra nada nuevo. Vale, un ciego que escucha fotografías compra un cuerpo por sus ojos. Toda la película diciendo que el protagonista tiene buen cuerpo y quien lo compra, lo hace por su «vista». Claro, únicamente, ese fotógrafo puede tener la visión de lo problemático, de lo marginal. No falla otro cliché, su madre murió de pequeño y él ha sufrido mucho. Durante la toda la película parece que lo que está atrapado es lo vergonzoso de la clase media, lo escondido por lo políticamente correcto.

La maldad de los blancos, el médico que quiere caer bien, con un racismo que no puede evitar, que no intenta esconder. Muestra su casa y su tan manida apropiación cultural; la clase media de verdad apesta. He viajado y me gusta traer recuerdos de todos los lugares donde he estado. Pero este personaje trae algo más consigo, el miedo al desarrollo. En el contexto donde se está empezando a intentar trasplantar cuerpos, él trae el fantasma. Si todo fuese posible, cambiar de cuerpo, los negros serían el objetivo. 

La madre que manipula «me ha hipnotizado y no recuerdo nada». Terapeuta, callada y amigable, ¡cuidado con los buenos! son los peores quienes se destaparán. Porque claro, la hipnosis es algo a lo que no puedes enfrentarte. Son graciosos los comentarios contra los ciervos, un mensaje en diferido contra el protagonista. La caja de fotografías de los trofeos, una mujer incluida ¿Qué importancia tiene el sexo en el sometido?

Pero no apunta solo a lo social, también ataca a las instituciones. Desde el guardia de aeropuerto que no puede ser buen investigador, derivado de un clasismo del corporativismo policial, hasta unos traidores de la raza disfrazados de policías que protegen la reproducción del sistema «muy desaparecido no parece» ¿Qué importa que lleven seis o siete meses «buscándole»?

Una conversación frente al lago donde la chica llora para que él no se vaya, una representación de una manipulación más de lo femenino. Pobre de él, que solo la quiere. Ha perdido a su madre y claro, no puede estar sólo, ella tiene que salvarle del trauma, mostrarle que puede estar vivo como si los treinta años antes de conocerla hubiese estado a la sombra (pero ella busca a sus víctimas entre deportistas universitarios de éxito). Lo interesante es el cambio de físico, desde el ella buena e inocente a su malvada faceta. De sexy a letal, de inocente a dominante… Porque claro, siendo buena sale en ropa interior, vestida como cualquier chica. Pero cuando se viste de mala… Que tiemble todo, los jerséis de cuello largo salen del armario.

Para terminar, solo usaré la metáfora final, el ciervo acaba incrustado en ese médico que votaría a Obama. Pero todos se van del pueblo, aun habiendo matado, sin conseguir acabar con el racismo de la zona, únicamente con la familia de turno. El mercado en la segunda parte seguirá funcionando, porque todo el pueblo compra, porque no es un problema de oferentes, sino de sociedad.

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