Celuloide, circunstancias y cambios de pensamiento: Akesander Ford

Por Aurevoir

Tras el final de la IIGM, el cine en toda Europa estaba de capa caída en comparación con los años antes de la guerra. Mientras duró el enfrentamiento, las películas que se emitían sufrieron de grandes recortes presupuestarios por la guerra, dado que la mayoría de los fondos solían ir para los reportajes de guerra, que alcanzaban por aquel entonces su época dorada. Un ejemplo de esto es Polonia, que al terminar la guerra, apenas contaban con las infraestructuras necesarias para poder hacer cine; hasta que tres jóvenes cineastas cambiaron aquella situación: Jerzy Bossak, Jerzy Gabryelski, y Aleksander Ford.

Ford comenzó a hacer algunas películas en los años 30 rehuyendo voluntariamente del cine sonoro. Tras la invasión de Polonia en 1939, Ford huyó a la Unión Soviética donde colaboró fervientemente con varias películas propagandísticas para el Ejército Rojo. Al volver a Polonia, se le encarga a él y a sus antes mencionados compañeros la dirección de la compañía cinematográfica polaca (Film Polski), una responsabilidad compartida que no duraría mucho tras denunciar a Gabryelski a las autoridades y que Bossak asumiera un segundo plano que a día de hoy no se puede asegurar que fuese voluntario.

Pese a todo esto, bajo la dirección de Ford, el cine polaco experimentó su edad dorada llegando a su culmen en los años 60 con súper producciones como Los caballeros teutónicos, un film de aventuras medievales que seguía la moda de producciones americanas tales como Robin de los bosques, Qvo vadis, Ben Hur, Espartaco o El cid campeador (aunque esta es un año posterior).

Contrariamente a lo que muchos puedan pensar, el cine polaco goza de una independencia total del cine soviético, y el mayor ejemplo de esto es la película ya nombrada.

Los caballeros teutónicos comienza con un mensajero desafiando al rey polaco mientras clava dos espadas en el suelo y le increpa “para fortalecer vuestra valentía, que parece faltaros” y acto seguido se abren los créditos de inicio en los que los personajes principales aparecen junto a sus escudos de armas, además del nombre del actor que los interpreta.

Este gran inicio será acompañado de un gran rodaje en exteriores, un ritmo bastante pausado y múltiples cortes con fundido a negro, técnicas que hoy pueden llegar a cansar al espectador moderno, pero que era la escuela y le tendencia de la época y una de las claves de su gran éxito.

La Orden Teutónica era una comuniad de monjes guerreros alemanes que se habían formado durante la Tercera Cruzada y que se disgrega por Europa tras la pérdida de Jerusalén. Tras ello, el emperador alemán les encomendaría la cristianización de los pueblos del Europa del Este, y para ello les proporcionaría un Estado propio arrebatándole territorio a los polacos. La película nos narra los abusos de poder basados en hechos reales que los caballeros de la Orden Teutónica cometieron contra los pueblos del este de Europa y cómo los reyes polaco y lituano se unieron para derrotarles.

La película está basada en un libro que pretende exaltar el nacionalismo polaco frente a sus vecinos alemanes, y que se sirve de toda esta situación histórica para ello. En la propia película podemos ver críticas a la religión y ensalzamiento de las costumbres populares mezcladas con buenos tratamientos de sucesos históricos como los juicios por combate. De hecho, la película tiene un nivel trágico mayor que sus contemporáneas, dándose en ellas mutilaciones, muertes o abandonos.

La cúspide del film es la batalla de Grünwald, un antes y un después en el cine bélico medieval, una escena en la que se nos da a conocer la planificación de los dos bandos, su desarrollo punto por punto, se despliegan cientos de actores de doblaje luchando a caballo con primeros planos, disparos de cañones, y al terminar un barrido de los muertos en el campo de batalla. Una escena que podría ser fácilmente una precursora de La Batalla de los Bastardos de Juego de Tronos.

Pero toda esta libertado creativa y estos años dorados tendrían su fin en 1968, cuando la República Popular de Polonia expulsa a Ford del partido.

La relación triangular entre polacos, judíos y comunistas nunca ha sido una cosa sencilla, ya que Polonia y Rusia fueron unas de las naciones que más abusaron del pueblo judío antes de las guerras mundiales. Y a su vez, el pueblo judío, sobre todo después del Holocausto, no se encontraba representado en los esquemas nacionales, mirando con ansia al Estado de Israel como un estado cultural y religioso.

Las protestas de marzo de 1968 por parte de estudiantes e intelectuales exigiendo una mayor apertura y libertad tendrían su espejo en el mundo capitalista en el mayo del 68 francés. El gobierno polaco, en una decisión desastrosa, emprende una campaña organizada contra la comunidad judía para disipar el ambiente caldeado. El antecedente directo a esta situación era el apoyo de la comunidad judía a la conquista de Israel de la mayoría del territorio palestino en la Guerra de los Seis Días, con la masacre y la opresión que supuso y sigue suponiendo casi sesenta años después. Con todo esto, la mayoría de los judíos huyeron de Polonia, marchando mayoritariamente a Israel, donde algunos de ellos se unirían a la sociedad israelita en general, y algunos de ellos radicalizándose en comunidades de judíos ortodoxos e incluso en grupos terroristas como Leji o Irgún.

Ford, un estalinista convencido durante toda su vida, que había rodado propaganda soviética durante años, y que llegó a rodar Madjanek: El cementerio de Europa, uno de los documentales más directos y atestiguadores de los campos de concentración, se encontraba totalmente traicionado a la vez por sus dos naciones, por su ideología y por su cultura, llegando a rodar El primer círculo un libro de ficción basado en las supuestas vivencias de Alexander Solzhenitzyn en los gulags soviéticos que ningún historiador serio maneja tras reconocer el propio autor que no fue víctima de torturas físicas, que no disponía en el momento de su encarcelamiento de ningún tipo de censo de presos, y de que no había basado sus obras en los archivos desclasificados de la URSS.

Doce años después de su exilio y de pasar por múltiples países, Ford se suicidaba en un hotel de una de las zonas de mayor nivel adquisitivo de Florida a la edad de 72 años tras ver Tess uno de los mayores éxitos de su alumno en la Academia de Cinematografía Polaca, un ya famoso y respetado Roman Polanski.

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