Cine | ¿Arte o propaganda? Andréi Tarkovski vs la URSS

Por José Aurelio Atenza

En algún lugar de la estepa siberiana, sucede una catástrofe, algo que nunca se llega a aclarar. La gente que allí vivía desaparece, la policía enviada allí también, el ejército cierra el perímetro y cierra el acceso a lo que desde entonces se conoce como “La Zona”, al poco tiempo se rumorea que en el corazón de esa zona inaccesible existe una habitación donde se cumplen los deseos más ansiados. Únicamente unos pocos lugareños sombríos consiguen entrar y desenvolverse allí dentro, son conocidos como “stalkers”.

Con este contexto comienza una de las películas más famosas del cine soviético y uno de sus directores estrella: Andréi Tarkovski.

Stalker es una término inglés que significa “acechador” y que Tarkovsky recoge del libro original de los hermanos Strugatski, que sitúan la acción en Canadá, mientras que el director soviético prefiere grabar en Estonia, mientras intenta proyectar la imagen de Siberia en el público, y que asombrosamente, termina recordando a Chernóbil a pesar de estar rodada 7 años antes.

Nuestro stalker vive miserablemente, intenta ganarse la vida de una forma menos peligrosa, pero nunca lo consigue, en realidad nunca lo quiere realmente. No sabemos cuántas veces ha entrado en La Zona, a cuanta gente ha llevado, tan sólo vemos cómo después de una enorme bronca con su mujer, se reúne con dos desconocidos de los que no quiere saber el nombre y los llama por sus profesiones: Escritor y Profesor.

Los tres protagonistas: Profesor, el stalker y Escritor (de izquierda a derecha) antes de embarcarse en su viaje a La Zona

El nombre y la profesión de los guiados no es casual, ya que ambos representan cada uno de los hemisferios cerebrales y sus campos y actitudes de conocimiento. Escritor es el hemisferio derecho, es impulsivo, hedonista, disfruta de lo abstracto y se pierde entre su amor propio y sus profundas heridas y carencias. Profesor, sin embargo, es un estoico, nada fuera de la práctica tiene sentido para él, hace todo lo que se le dice y los juicios de valor carecen de sentido. El desarrollo de la película supondrá una “búsqueda de sí mismos” como nunca antes hemos visto en el cine occidental, melancólica y nihilista en un desarrollo lento entre silencios y sin efectos especiales, algo que supuso los antecedentes para el cine de Lars Von Trier.

Tanto el principio como el final de la película están rodados en color sepia, únicamente dentro de la zona la cinta se llena de color.

Ninguna de las películas de Tarkovski fue muy comercial, dado que ya la primera “La infancia de Iván” hizo poner sobre él el ojo de la autoridades sobre él sobre todo en una premisa bastante imprescindible para el gobierno de la URSS posterior a la muerte de Stalin; no introducir imágenes religiosas para luchar contra el cristianismo que tanto había apoyado al bando blanco en la guerra civil rusa. Precisamente lo que hizo Tarkovski después fue hacer “Andréi Rublev” una película sobre el mayor artista de iconografía cristiana en la historia de Rusia.

Tras ello, la Unión Soviética y Tarkovski mantuvieron una relación de amor-odio continua por una diferencia fundamental de perspectiva: ¿Es el cine un arte subyugado a un mensaje (propaganda) o un arte en sí mismo? Con el paso del tiempo, parece que Tarkovsky ganó esa batalla, pero durante el desarrollo de su obra sufrió prohibiciones y recortes en la financiación.

El caso de Stalker fue el segundo, por un accidente más de la mitad de la cinta se perdió y hubo que rodarla otra vez con el presupuesto ya gastado. El gobierno soviético que propinó unas buenas cifras a Tarkovski después de hacer “Solaris”, la reacción soviética a “2001: Una odisea en el espacio”.

Cuatro años después de la película de mayor presupuesto de Kubrick, Tarkovski adaptaba la novela de Stanislav Lem al cine convirtiéndola en un hito del cine soviético (nada que ver con la desastrosa “Solaris” americana de 2002). El cine de ciencia ficción americano estaba sembrando un precedente: el de los efectos especiales por encima del argumento, la mayor crítica que se le hace a “2001:Una odisea en el espacio” es precisamente esa, unos efectos especiales geniales para la época, muy buena filmación y bastante fiel a la física conocida hasta entonces, pero un argumento muy flojo que hace que muy poca gente la termine. “Solaris” tampoco es una película fácil, sin embargo su construcción argumental es más emocionante, nos habla del existencialismo y de los límites de la humanidad

Busto de Sócrates en la primera escena para señalar el calado filosófico del film.

 

Tarkovski vuelve a repetir los arqueotipos de Profesor, Escritor y el aparentemente de hierro pero después traumado protagonista, y vuelve a funcionar.

El psicólogo Kris Kelvin debe viajar al planeta-océano Solaris tras varios informes irregulares en la estación espacial que tiene la URSS en su conquista por el espacio, para ello, el único tripulante regresado de la estación le describe una experiencia onírica que tuvo sobrevolando el planeta en busca de su compañero: bosques de yeso, un niño gigante andando sobre el agua, extrañas interacciones…

Tras explicarnos la relación de los hemisferios respecto a nuestro conocimiento en “Stalker”, Tarkovski ahora nos habla de psicoanálisis, de cómo se puede volver a caer en una pérdida aún cuando crees que ya lo has superado, cómo ansiamos la inteligencia y odiamos el proceso de su consecución y sus efectos secundarios, cómo podemos ignorar a personas necesitadas por miedo, cómo nuestros sueños y pensamientos más profundos pueden encadenarnos sin saberlo siquiera.

Al final de la película se lanzan la reflexiones más interesantes: Cómo podemos amar a la vida en abstracto y odiar la nuestra o la de otros en una contradicción permanente. Como el ser un humano es un camino de altibajos tan extremo como un encefalograma. Una sensación que persiguió a su director durante toda su vida consigo mismo, con sus relaciones personales, y también con su obra y su Estado.

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