Checkpoint Rock, música para derribar los muros de Palestina

Muguruza recorre todos los rincones de Palestina, pueblos y ciudades, atravesando incontables checkpoint, los puestos de control israelís, que dan nombre al documental, buscando esos paisajes sonoros, desde los más tradicionales a los más emergentes

Por Angelo Nero

En el año 2002, Fermín Muguruza, animador de proyectos musicales que marcaron a varias generaciones, como Kortatu y Negu Gorriak, al que le siguió una más que interesante carrera en solitario, viajó a Palestina con una delegación solidaria europea, con el objetivo de reivindicar los derechos vulnerados de un pueblo que, desde 1948, han vivido un régimen de apartheid, tan cruel o quizás más, que el que sufrió la población negra en Sudáfrica, bajo el régimen racista instaurado por los los colonos blancos de origen neerlandés (los afrikáner).

Muguruza, músico vasco pero, ante todo, internacionalista, había viajado a Palestina con ánimo solidario, pero también con la intención de encontrarse con músicos árabes -y también israelís-, cuando se encontró con una de esas desproporcionadas operaciones del ejército israelí que siguen, no es cosa de ahora, a las acciones de la resistencia palestina. No pudo encontrarse, entonces, con ninguno de los músicos con los que pretendía, el ejercito hebreo sitiaba la Mukata, la residencia de Yasir Arafat, el veterano líder de la OLP, y la delegación europea, con Fermín Muguruza entre ellos, se pusieron como escudos humanos para impedir que los tanques disparasen contra la residencia de Arafat. En 2004, después de cuatro años de arresto domiciliario, el rais palestino abandonaba Ramallah, gravemente enfermo, con rumbo a París, donde moriría poco más tarde, con la sospecha de que había sido envenenado con polonio por los israelís.

Tras su visita a Palestina, Fermín Muguruza vio el documental de Fatih Akin “Cruzando el puente: los sonidos de Estambul”, que se sumerge en las distintas escenas de la antigua Cosntantinopla, de la mano de Alexander Hacke, integrante del grupo alemán Einstürzende Neubauten, y tuvo una revelación, la de tender un puente hacia Palestina a través de sus paisajes sonoros.

Con la complicidad del productor y músico gallego Antón Reixa, integrante de los inolvidables Os Resentidos, y del realizador peruano Javier Corcuera (La espalda del mundo, La guerrilla de la memoria, Invierno en Bagdad), nació “Checkpoint rock Canciones desde Palestina”, un viaje musical a uno de esos puntos calientes del planeta, recurrente fuente de noticias, del que, sin embargo, carecemos de referentes musicales.

Como Alexander Hacke en Estambul, pero permaneciendo fuera de cámara, Muguruza recorre todos los rincones de Palestina, pueblos y ciudades, atravesando incontables checkpoint, los puestos de control israelís, que dan nombre al documental, buscando esos paisajes sonoros, desde los más tradicionales a los más emergentes.

El film arranca con el entierro del poeta nacional Mahmoud Darwish, un fuente de inspiración para la canción palestina, incluso para los que abrazan los géneros más vanguardistas, como el rap, en aquel momento, con el grupo DAM como exponente de una mezcla entre culturas, “no sé si somos como los periódicos, pero reflejamos lo que vivimos, Public Enemy era el CNN de la calle, el rap palestino es el Al Jazeera de nuestras calles”, dice uno de ellos. DAM nos muestra también sus talleres de hip-hop donde los niños palestinos cantan “¿Por qué no puedo ser libre, como otros niños del mundo?”.

Uno de los integrantes de DAM, Suhell Nafar ejercerá de guía para acompañarnos en un viaje musical a través de Palestina. Con él descubrimos a Khalas, uno de los pocos grupos de rock palestinos, que suele girar por todo el mundo con los israelís Orphaned Land -otro rara avis en el panorama israelí-, “somos unos pájaros muy raros, nuestra música está influida por el conflicto y por la ocupación”, dice el cantante de la banda.

Con Suhell conocemos también a la locutora de radio, actriz y cantante Amal Murkus, cuyas canciones se inspiran en el folclore palestino y la herencia árabe tradicional, pero en las que incluye también elementos de la música pop. Murkus, perteneciente a una familia cristiana, y con nacionalidad israelí, es miembro de Free Muse, una organización que combate la censura, y ha actuado con artistas internacionales como Joan Baez, Mercedes Sosa, Nana Caymi o con la Royal Liverpool Philharmonic Orchestra. Militante comunista y feminista, ha criticado tanto al sionismo como al islamismo. “Para mí, como mujer palestina, cantar es un canal de respiración, un arma de destrucción masiva contra la tristeza y la desesperación”, dice en el documental de Muguruza.

La cristiana Amal Murkus a través de su radio, da paso a la árabe Safaa Arapiyat, una rapera que canta desde Acre, y que señala: “Me enfrento a dos problemas, uno porque soy una mujer en una sociedad árabe, y dos porque soy una chica palestina, que vive en este país, presionan de los dos lados, pero nosotras somos más fuertes, y seguimos adelante”. La liberación nacional, social, y también feminista, a través de la música, es difícil no empatizar con la frescura con la que Safaa rapea.

Mi corazón se quedó abandonado, en el checkpoint”, canta Khayr Foudi, el poeta que está al frente del grupo Walla’at que ofrece una muestra la música árabe más tradicional, mientras unas niñas palestinas bailan en las calles de Acre, “me enamoré de una chica en el checkpoint”, dice la canción de Walla’at, pero ¿como no quedar hechizado con la capacidad que tienen los niños y niñas palestinas, para arrancar un fragmento de felicidad, en medio del drama cotidiano de la ocupación?

Música tradicional también es la que ofrece Habib Al-Deek, tocando el laúd en una esquina solitaria de Nablús, en Cisjordania, qn aquello que Occidente llama “territorios ocupados”, ¿acaso no es toda Palestina un territorio ocupado?, y en Jenin conocemos al rimador Muthana Shaban, la improvisación es una tradición antigua de la música popular, como los raperos de antes de que se inventara el rap. Muthana dice: “Que vida es esta, llena de checkpoints, sin salud, ni educación. Para, piensa, prepárate. Pero nuestra vida está hecha un infierno.”

Muguruza recorre también el muro de la vergüenza, que convierte a los palestinos en prisioneros dentro de su propia tierra, y los campos de refugiados, como el situado en Belén, “un lugar donde esperamos para volver a nuestro pueblo y a nuestro origen, mientras intentamos utilizar el arte para decir al mundo quienes somos, y de que sufrimos, decimos que el pueblo que canta no muere”, afirma Shadi Al-Assi, otro de los músicos que conocemos gracias al documental, y canta, junto a Suhell Nafar, “volveremos a nuestra tierra, volveremos a Jerusalén.”

Y en Jerusalén conocemos a Sabreen, uno de los grupos más veteranos de Checkpoint rock, ya que comenzaron su andadura en 1980, y siete años después se convirtieron en una asociación para promover la cultura en Palestina, y tiene un estudio donde graban muchos de los músicos que salen en este documental. Sabreen contribuyen al mosaico sonoro palestino con un poema musicado de Mahmoud Darwish, “Sobre un hombre”, cuya letra dice: “Lo expulsaron de todos los puertos / Se llevaron a su pequeña amada, / Y entonces dijeron: Eres un refugiado!.”

En Ramallah está también Aymar PR, uno de los fundadores de los Palestinian Rapperz, ahora diseminados por lugares tan dispares como EEUU o Egipto, que reivindica la influencia de los poetas como Darwish o Tawfik Ziad, pero también del rap de Tupac Shakur o Eminem.

Le Trio Jourban, que acompañó a Mahmoud Darwish durante años, toca en la parte final del documental, que acaba en el mismo lugar donde comenzó, en el funeral del poeta nacional palestino, pero no para llorarlo, sino para afirmar que sigue vivo en sus poemas, en las canciones que sigue interpretando el pueblo con sus versos, como este “No hay tiempo para el mañana” donde suena su voz inmortal, mientras los músicos, un una interpretación con destelllos de psicodelia, parecen entrar en éxtasis.

No hay tiempo para el mañana,
Paseo, camino, corro, subo,
bajo, grito, ladro, gruño
llamo, aullo, acelero, aminoro
me derrumbo, me limpio, me seco,
ando, echo a valor,
veo, no veo, tropiezo,
me pongo amarillo, verde, azul,
estallo, tengo sed, cansancio, hambre
me caigo, me levanto,
corro, olvido, veo, no veo,
recuerdo, escucho, miro,
desvarío, delirio, murmuro, grito,
no puedo, gimo, enloquezco, me extravío
me consumo, me multiplico,
asciendo, me estrello,
y pierdo el sentido.

El ejército nos prohibió entrar en Gaza. Dos meses después bombardearon la ciudad. Murieron más de 1400 personas. 500 eran niños. Se prohibió la entrada a la prensa internacional.” El epilogo de este documental, escrito en 2009, parece escrito ayer, tal vez porque lo que estamos viviendo hoy es otro capítulo más del genocidio continuado sobre el pueblo palestino. Quizás la música no sea suficiente para parar las bombas. Quizás la música no sea suficiente para derribar los muros. Pero no hay que dejar de intentarlo.

 

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