El gobierno del extinto presidente, en el marco de la constante crisis socioeconómica, había comenzado a ser jaqueado por la creciente insurgencia armada llegada desde el sur de Libia, que ingresan muy fácilmente al Chad
Por Guadi Calvo / Línea Internacional
A cinco meses de la muerte en combate del presidente del Chad, Idriss Déby, en un enfrentamiento armado, contra los rebeldes del Front pour l’Alternance et la Concorde au Tchad (FACT), la inestabilidad permanece tan incólume, como la junta militar que compone el Comité de Transición Militar (MTC), la que encabeza el propio hijo de presidente muerto, el general Mahamat Déby, que ha desechado la constitución, violando la disposición que dispone que frente a la desaparición del presidente, el jefe de la Asamblea Nacional sería quien debería asumir la presidencia interina, para llevar al país a una nueva elección. El secuestro del poder del MTC, arrastra a los 17 millones de chadianos a un callejón sin salida (Ver Chad: La tormenta perfecta).
Si bien en los treinta años que se extendió la dictadura de Déby, maquillada de un constitucionalismo estúpido, que solo podía confundir a aquellos que quisieran confundirse, ya que Déby se ha impuesto en elección, tras elección desde el año 1996, con su partido: Mouvement Patriotique du Salut (Movimiento Patriótico de Salvación), consiguiendo triunfar por sexta vez consecutiva, pocos días antes de su muerte.
Déby, alcanzó ese prodigio electoral gracias al acuerdo de las naciones del occidente predominante, entre ellas y en particular Francia, la antigua metrópoli regente, que ha logrado, gracias al soborno de los dirigentes que se sucedieron desde la independencia del país en los años sesenta, permanecer para controlar lo único que le interesa de sus ex colonias: la economía. en este caso solo extractiva: plata, wolframio, uranio, titanio y fundamentalmente petróleo. Explotaciones que prácticamente no tiene repercusiones en la castigada sociedad chadiana, pero sí en las cuentas bancarias de Déby y su séquito. Lo que queda verificado con la nula respuesta de las potencias occidentales al resultado de la reunión del 14 de mayo último del Consejo de Paz y Seguridad (PSC) de la Unión Africana (UA) en que se señaló el carácter inconstitucional del MTC. Aunque se decidió no suspender a el Chad, ni imponer sanciones optando por apoyar la transición, que no debería sobrepasar el año y medio, para el llamado a elección, ya que la hoja de ruta diseñada por el MTC, contempla la posibilidad de la extensión de ese plazo.
La crítica situación del país saheliano, que se encuentra entre los más pobres del continente, pero tiene también uno de los ejércitos más poderosos de África, parece acrecentarse todavía más hacia las fronteras, desde donde N’Djamena, parece quedar más lejana.
El gobierno del extinto presidente, en el marco de la constante crisis socioeconómica, había comenzado a ser jaqueado por la creciente insurgencia armada llegada desde el sur de Libia, que ingresan muy fácilmente al Chad.
Es en esa frontera, de más de mil kilómetros, en que la semana pasada se produjeron intensos enfrentamientos entre el batallón Tarek ben Ziyad, las fuerzas especiales del Ejército Nacional Libio (LNA) que conduce el general Khalifa Hafther, uno de los grandes animadores de las guerras civiles, que se iniciaron tras el martirio del Coronel Muammar Gaddafi, apoyado por efectivos sudaneses y franceses, perteneciente a la Operación Barkhane, información negada por Francia y milicianos de los grupos rebeldes chadianos, que usan tanto a Libia, cómo a Sudán como “santuarios” donde reabastecerse y reagruparse para volver a operar en el norte y este de Chad, en su intento de derrocar el gobierno central de N’Djamena, una docenas de organizaciones armadas en que el Front pour l’Alternance et la Concorde au Tchad, desde el 2016 se ha conformado como la más activa.
Según fuentes libias, los enfrentamientos, se habrían producido entre el 13 y el 15 de este mes, en territorio chadiano, en lo que se conoce como la Franja de Aouzou, que corre a lo largo de la frontera entre Libia y Chad, que originó la Guerra de los Toyota (diciembre de 1986 – septiembre de 1987) y en la que Francia, obviamente, terció contra las fuerzas del Coronel Gaddafi, que justamente comandaba el general Hafther.
La sociedad entre Hafther y los rebeldes chadianos se habría roto, en abril pasado, tras la decisión de las FACT de ponerse en camino hacia N’Djamena, por lo que el propio presidente encabezó la represión de los rebeldes, lo que terminaría costándole la vida.
En los choques de la semana pasada, que fueron catalogados como “una gran operación” las fuerzas del LNA, atacaron con aviación y tropa terrestre a sus antiguos aliados, a los que Hafther había provisto de importantes cantidades de insumos militares, con el fin de que los ayudarán a combatir los focos integristas que todavía perduraban en el sur y el este libio. Las mismas fuentes señalan que las fuerzas de Hafther, consiguiendo destruir una importante cantidad de blindados, matando al personal que los ocupaba.
Chad no es un reino.
El líder de las FACT, Mahamat Mahdi Ali, un musulmán moderado y antiguo militante socialista, con veinticinco años de exilio en Francia, que desde abril siguen en la región, moviéndose alternativamente entre las fronteras de Chad, Libia, Níger. Mahdi, acusa al Eliseo de avalar el gobierno del hijo de Déby, mientras sus fuerzas se encuentran estacionadas a 300 kilómetros de la capital del país, esperando el momento del asalto, lo que provocaría una verdadera matanza entre los 1.600 mil n´djamenses
La larga dictadura de Idriss Déby, provocó innumerables sacudones político-militares, que no consiguieron nunca derrocarlo, gracias, fundamentalmente a la indisoluble alianza que supo construir con Francia, que toleró las escaladas represivas donde nunca faltó la tortura, las desapariciones forzosas y finalmente la muerte de los que se atrevieron a desafiar al tirano. Otras organizaciones armadas, parecen estar buscando un camino de diálogo, como la Unión de Fuerzas de Resistencia (UFR), una alianza de ocho grupos armados conformada en 2009. Durante la semana pasada, aprovechando la presencia del general Mahamat Déby en Qatar, la UFR especuló con un encuentro, que supuestamente se iba a dar con su líder Timan Erdimi, la que finalmente no se concretó.
Mientras que, con sus posiciones más intransigentes de las FACT, intentan profundizar las contradicciones del régimen, establecidas tras la desaparición del factótum de la dictadura, que hace que el “nuevo” poder, haya trazado un mapa de intereses diferentes, que puedan acarrear crisis en las cúpulas, exacerban las disputas internas e incrementen las ambiciones personales. A cinco meses de la muerte del general Déby, todavía no han aflorado esas grietas, más allá que durante las primeras semanas de la instauración del Comité de Transición Militar, estalló una disputa entre dos de los nueve hijos del presidente muerto, el actual líder del CTM, el general Mahamat Déby y Zakaria Idriss Déby, al punto de que durante las exequias de sus padre, a las que asistió un muy doliente Emmanuel Macron, se produjeron intensas discusiones, que según testigos desde el interior Palacio Rosa, la casa presidencial, informó que se habrían producido varios disparos.
Al tiempo, las constantes movilizaciones populares, que están llamando a la protesta, desde prácticamente el mismo día de la muerte del Déby, contra las normas dictadas por el CMT y la actitud de Francia.
Los grupos ciudadanos como Los Transformadores o Wakit Tamma, proclaman consignas como: “Chad no es un reino”, y exigen a Francia termine con el apoyo “al sistema Déby” de gobierno.
N’Djamena, actuando en tándem con París, que después del nuevo golpe de estado en Mali, anunció una importante reducción de efectivos de la Barkhane para el próximo año; el CMT, comunicó que también retirará sus tropas del Grupo Cinco Sahel, (GS5) que componen junto Burkina Faso, Mali, Mauritania y Níger, para luchar contra las bandas integristas que operan cada vez con mayor intensidad en la región. Dotaciones que sin duda serán enviadas con urgencia para tratar de detener la insurgencia del este del país, junto a la frontera ausente.
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