Censura: Hay que destruir un laberinto

«Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a por los judíos,
no pronuncié palabra,
porque yo no era judío.
Cuando finalmente vinieron a por mí,
no había nadie más que pudiera protestar».

Martin Niemöller

“La libertad es algo que muere a menos que se utilice.”.

Hunter S. Thompson

Por Daniel Seijo | ElKoKo

Debiésemos ser quienes día a día utilizamos el poder de la palabra los primeros en levantar las barricadas, debiese ser nuestra profesionalidad la mayor de las consignas y nuestros teclados la más temible arma contra quienes hoy –como en el pasado– utilizan la ley y el poder para acallar toda voz discordante. Pero bien por miedo o por convivencia con el opresor, hoy la prensa calla ante el grito sordo del oprimido.

De nada sirven las entrevistas, el bombardeo de artículos pasajeros o las breves pataletas de las «voces autorizadas» en los artículos de opinión, cuando a lo que nos enfrentamos es directamente al regreso de la censura a España. Pese a que lo pueda parecer, no creo exagerar cuando sin tapujo alguno acuso a nuestro poder político de intentar por todos los medios condicionar la libre expresión del sentir de su pueblo. En la España de hoy, una tuitera puede ser condenada a prisión por hacer chanzas sobre la muerte de un miserable militar fascista, mientras quienes profanan el recuerdo de aquellos que lucharon por la libertad y la democracia continúan paseándose impunemente por los estadios o las comisarías de nuestro país. Nunca olvidemos que la censura en España la siguen ejerciendo los vencedores de una guerra sobre los perdedores de la misma, tan solo teniendo esto presente uno puede encontrar sentido a unas leyes que toleran la exaltación fascista mientras continúan persiguiendo a aquellos que con mayor o menor fortuna critican y denuncian la deriva de un estado que en apenas décadas, ha conseguido desperdiciar el escaso bagaje democrático conseguido con la sangre y el esfuerzo de  aquellos que desafiaron la represión de la dictadura fascista para lograr un futuro en libertad.

Hoy la censura ya no es un organismo oficial, la amenaza y la represión se agazapa en nuestros tiempos bajo el «democrático» respaldo de unas leyes en apariencia dictadas para protegernos pero que en última instancia siempre son aplicadas con especial celo contra jóvenes como Emilio Cao, al que la Fiscalía le pide 5 años y 8 meses de prisión por su participación en Las Marchas de la Dignidad de 2014. Como en siglos pasados, quienes hoy piden pan en las calles de nuestro país son tratados como auténticos delincuentes a quienes la justicia debe identificar y señalar como sujetos peligrosos frente a los que actuar sin contemplación antes de que el descontento arraigue en la sociedad. Nuestra perfecta transición ha dado como resultado un sistema en el que por manifestarse por sus derechos, ciudadanos como Emilio Cao se enfrentan a una pena superior a la dictada contra Francis Franco por arrollar con su todoterreno a dos guardias civiles.

Pero no nos engañemos, somos cómplices de nuestra propia desgracia. Cuando montajes a gran escala como la operación ‘araña’ se llevaron a cabo en nuestro país, fueron pocos los medios que denunciaron abiertamente y con insistencia en el tiempo la retorcida interpretación de las leyes que el Estado español estaba ejerciendo con la única finalidad de silenciar y erradicar a una izquierda especialmente contestataria. César Strawberry o Alfredo Remírez –entre otros tantos– simplemente supusieron la punta de lanza de una cuidada estrategia destinada a cercenar nuestra libertad de expresión, una estrategia que inexplicablemente ha terminado sin apenas resistencia social con jóvenes condenados por hacer fotomontajes con la cara de Cristo –lo de no adorar imágenes lo dejaremos para otro día si no os importa–  o diversas acciones legales contra quienes con todo el apoyo del lenguaje cervantino tildan de asesino a un torero. Hoy la libertad de expresión en España no está amenazada sino moribunda, quienes con total desvergüenza lanzaron al cielo aquel popular grito de #Jesuischarlie se han encargado de amordazarla.

Ningún joven merece ir a la cárcel por absurdo o denigrante que nos puedan parecer sus tuits apoyando a una banda armada inactiva, ningún rapero puede enfrentarse a penas de prisión por llamar a la revolución, al igual que ningún español debería enfrentarse a la especialmente activa represión económica por ejercer su derecho a manifestarse. Hoy son ellos, pero sin duda mañana seremos nosotros ¿Acaso quienes en este momento os encontráis tras la pantalla dudáis por un instante del sentido de la acción de la justicia cuando sean vuestros derechos los que estén en juego?

 

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