Catalunya: final de etapa

El conjunto de candidaturas independentistas (Junts, ERC, CUP y PdeCat) ha perdido más de 320.000 votos (6% en porcentaje), mientras que las unionistas (PSC, PP, C’s y Vox) sólo han perdido 111.000 (2% en porcentaje).

Por Martí CaussaViento Sur

El mapa político originado por el ciclo de movilizaciones populares iniciado por el 15M de 2011 y, sobre todo, por las grandes movilizaciones independentistas, ha dado un vuelco.

En un artículo anterior señalaba algunas tendencias e indicaba que el 28M serviría para comprobar la fuerza y la viabilidad que tendrían. Ahora toca repasarlas.

La decisión de ERC de poner en marcha una variante de la política de peix al cove, utilizando su fuerza electoral para obtener concesiones del gobierno PSE-UP, le ha costado un enorme desgaste electoral. Es el partido que más votos ha perdido (300.000) y ha pasado de ser hegemónico en Catalunya a quedar en tercera posición, por detrás del PSC y JuntsxCat. La posibilidad de que Pere Aragonès siga gobernando en solitario con 33 diputados de 135 difícilmente podrá mantenerse tras las elecciones generales que Pedro Sánchez ha convocado para el 23 de julio. Y, sea quien sea el ganador, ERC está obligada a cambiar de política.

En cambio, JuntsxCat ha tenido un buen resultado. Ha perdido pocos votos (6.000) pese a una abstención muy alta (nueve puntos superior a la de 2019) y ha logrado que la lista de Trias sea la más votada en Barcelona. Pero la euforia por el triunfo en la capital no podrá esconder mucho tiempo las contradicciones internas de Junts. La orientación de Trias significa un acercamiento a la antigua Convergencia: independentismo muy moderado, orientación social claramente de derechas y disposición a los compromisos necesarios para gobernar. Laura Borràs estaba radiante junto a Trias celebrando la victoria, pero ella y Puigdemont eran el sector mayoritario del partido cuando se decidió salir del gobierno de la Generalitat, y no será fácil que el bombón que representa la victoria de Barcelona les haga tragar una orientación política muy distinta a la suya.

La CUP no ha tenido buenos resultados. Ha perdido 43.000 votos, pero no significan una pérdida grande de porcentaje (-0,6%). No ha logrado entrar en el ayuntamiento de Barcelona, pero ha tenido un magnífico resultado en Girona (igualando los 8 concejales del PSC, que es la primera fuerza) y ha vuelto a ganar en Berga. Es la cuarta fuerza por número de concejales (313) por encima de los Comunes y del PP.

El conjunto de candidaturas independentistas (Junts, ERC, CUP y PdeCat) ha perdido más de 320.000 votos (6% en porcentaje), mientras que las unionistas (PSC, PP, C’s y Vox) sólo han perdido 111.000 (2% en porcentaje). Según el diario Ara los votos independentistas han descendido más en los municipios donde habían sido mejores: un 10% donde habían logrado más del 75% de los votos y un 8,4% donde habían tenido menos del 25%.

Creo que el bajón independentista es fruto del desánimo debido a la falta de avances, a la división entre los principales partidos y a la ausencia de una propuesta de futuro con suficiente credibilidad. Pero existen otras interpretaciones. La más diferente me parece la de Vicent Partal en VilaWeb:

Yo no acostumbro a llevar sombrero, pero si lo llevara, hoy debería quiármelo ante la enorme lección de dignidad que el electorado independentista ha dado a los partidos. Esto que ha hecho tanta gente de abstenerse, de no someterse más al chantaje, es una de las cosas más difíciles que ese país podía hacer. Y la ha hecho. Y ha vuelto a demostrar hasta qué punto el Primero de Octubre fue un terremoto que nos cambió la vida. El Primero de Octubre nos enseñó que nosotros teníamos el poder de cambiarlo todo y aquella enseñanza ha parido un país nuevo, con gente que se comporta de modo diferente y que siempre encuentra la forma de levantar la cabeza y dejar claro que si ellos se rinden nosotros no…

Los Comunes ha sido la segunda fuerza en pérdida de votos: 62.000 en toda Catalunya, de los cuales casi 25.000 en la ciudad de Barcelona, donde han quedado por detrás de Trias y del PSC. En esta ciudad sólo han ganado en 2 de los 10 distritos (Sants-Montjuïc y Ciutat Vella); en los distritos más populares se ha impuesto el PSC. En su apuesta por gobernar en alianza con este partido se puede decir que los Comunes han incubado un huevo de cuco: en el último momento Collboni ha dejado el ayuntamiento para hacer campaña contra Ada Colau, criticando incluso las políticas de seguridad que el PSC seguía gestionando.

El PSC ha sido el partido ampliamente ganador en número de votos, pese a perder 55.000 respecto al 2019. Ha quedado en segundo lugar en Barcelona y primero en Tarragona, Lleida, Girona y la mayoría de municipios del área metropolitana de Barcelona. Pero en el conjunto de Catalunya su fuerza es bastante menor: 1.500 concejales frente a los 2.900 de ERC y los 2.700 de Junts.

El conjunto de la derecha y la extrema derecha han subido ligeramente en porcentaje (0,42 %) pese a perder 56.000 votos respecto a 2019. Pero sus integrantes han sufrido cambios muy significativos. El PP ha obtenido 247.000 votos (8,22%), ganando 85.000 y rehaciéndose del batacazo de 2019 (4,63%); en Badalona, la tercera ciudad del país, el xenófobo Albiol ha obtenido una holgada mayoría absoluta. Vox ha pasado de los 9.000 votos de 2019 a 150.000 (5,01%) y tiene representación en las 4 capitales catalanas; en Barcelona sus mejores porcentajes están en dos barrios pobres (Torre Baró, 16,2 %; y Baró de Viver, 15,8 %) y en un distrito rico (Sarrià-Sant Gervasi, 7,46 %).

La suma de votos unionistas (PSC, PP, C’s y Vox) es de 1.147.000 (38,16%), todavía inferior al total de votos independentistas (Junts, PDeCAT, ERC y CUP): 1.262.000 (42,13 %). El número de partidarios de un referéndum para decidir el futuro político de Catalunya, no es posible sacarlo de estas elecciones, sólo puede estimarse a través de las encuestas y la última del CEO lo sitúa en el 77%.

Pero más allá de los votos debe analizarse la dinámica electoral. Ésta muestra un debilitamiento del independentismo y de las posiciones progresistas y anticapitalistas en su interior. Un fortalecimiento del PSC que continúa oponiéndose al derecho a decidir, al aumento de las competencias de Catalunya, a detener la represión judicial, a revertir los recortes democráticos y a poner en marcha las políticas sociales que necesitan las clases populares. Una recuperación del PP y un crecimiento importante del neofascista Vox que probablemente se traducirá, como ya ocurre en el Estado español, en un estímulo de las tendencias más reaccionarias del propio PP, que desde hace tiempo están muy presentes en Catalunya, por ejemplo, en Badalona.

Es difícil saber si las elecciones del 23J servirán para poner un freno momentáneo a estas tendencias o si una victoria del PP las hará aún mucho más negativas. Pero un cambio de la dinámica de fondo no parece posible a partir de los actuales partidos. Tendrá que venir, en primer lugar, de la movilización social, tal y como ocurrió al inicio de la etapa a la que estas elecciones han dado un vuelco.


Artículo original en catalán

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