Por Daniel Seijo
«La posibilidad de competir en el evento deportivo más grande del mundo era una oportunidad que no podía rechazar»
Ryan Giggs, aclarando estar orgulloso de poder participar en unos Juegos, pero no de representar al Reino Unido.
«Ganar o perder, pero siempre con democracia».
Socrates de Souza.
Supongo que apesadumbrada y solidaria con el mal momento que Mariano Rajoy está pasando con todo eso del proceso independentista de Catalunya, parte de la España profunda, esa que habitualmente se encuentra ideológicamente con nuestro presidente del gobierno en las páginas interiores del Marca, ha decidido trasladar la tensión existente entre el Govern de Catalunya y el Estado español a un terreno en donde el jefe del ejecutivo se pueda sentir más cómodo: El fútbol.
Entre los legalistas corrillos de Ultra Sur y las más castizas barras de bar, ha surgido la idea de que gran parte de la culpa del guirigay de naciones de los últimos meses, reside en que todo esto de la identidad catalana, el derecho a la autodeterminación de los pueblos o las protestas sociales pacíficas, no terminan de atraer al diálogo a un presidente del gobierno poco acostumbrado a la vida política más allá del decreto-ley y la negociación con su marca blanca. Por ello, la España demócrata de toda la vida ha decidido llevar definitivamente al campo de fútbol la disputa política. Después de todo, si existe algo que pueda lograr que Mariano Rajoy se siente a dialogar con Catalunya, sin duda eso es la estabilidad de la selección española en año de mundial.
El gran damnificado de la dinámica aglutinadora de un conflicto con claros tintes populistas, sin duda ha sido Gerard Piqué. Al jugador catalán del Barça y de la selección española, le ha tocado vivir en sus propias carnes las delirantes consecuencias de quién representando a España en el mundo, decide en un momento dado posicionarse abiertamente en el discurso crítico con la blindada unidad del estado español. No es cierto como afirman algunos medios que Piqué se haya declarado firmemente independentista, como tampoco lo es que apoyando el derecho a decidir del pueblo catalán, el central campeón del mundo y de Europa haya renunciado implícitamente a jugar con España.
Lo que ha hecho Gerard Piqué es simplemente exigir su derecho y el derecho de su pueblo a expresarse. Nada más, sin anunciar el sentido de su voto, ni hacer campaña por causa alguna más allá de la puramente democrática. Pese a ello durante la concentración de la selección española en la Ciudad del Fútbol de Las Rozas, Gerard Piqué tuvo que escuchar gritos tan dispares como “Piqué cabrón, España es tu nación” o «Piqué vete a tu país», curiosamente ambos lanzados por las mismas gargantas patrióticas a todas luces confundidas tras largas horas de dudosas emisiones televisivas y altas dosis de política ficción, ahora conocida como populismo.
La desproporcionada reacción frente a unas declaraciones de un deportista que carece de cualquier tipo de repercusión política, ejemplifican a la perfección la posición de un estado español desquiciado y de gran parte de su población, la cual se muestra intransigente ante una marea ciudadana que en Catalunya no desaparecerá fruto de la intimidación dialéctica o las sanciones legales
En un ambiente como el mundo del fútbol tan propicio para dejarse llevar por argumentos en donde prevalezcan las pasiones por encima de la razón, es en donde uno puede identificar alguna de las causas por las que el referéndum catalán y las consecuencias que de este devengan molestan tan profundamente en el seno del Estado. El español medio, y me temo que con él por única vez nuestro presidente, piensa en la política territorial española en términos muy cercanos a los futbolísticos, ese es el principal motivo por el que la convivencia de dos sentimientos diferenciados en algo tan profundo como es la nación, resulta difícilmente asumible para una España acostumbrada a cambiar de chaqueta con total facilidad en cualquier terreno excepto en el futbolístico. Supongo que parte de esta lógica se basa en que al igual que uno no puede ser abonado del Madrid y al mismo tiempo declararse aficionado o simpatizante del Athletic, la idea de sentirse con igual intensidad catalán y español al mismo tiempo tampoco tiene cabida en ese reducido esquema mental.
En nuestra democracia la forma de sentirse gallego, vasco, catalán o andaluz, es sintiéndose español. Uno puede hablar eusquera; sin pasarse, implantar el concepto de la morriña a nivel peninsular o incluso jugar una pachanga de navidad con las selecciones autonómicas, pero cuando la cosa se pone seria, es decir, cuando es año de mundial, se deja claro por encima de todo que la única realidad nacional existente en el estado español es la de la monarquía de los Borbones.
Son pocos los futbolistas que deciden complicarse la vida entrando a la arena política desde una realidad ya de por sí tan radicalizada como es el la del fútbol, pero el paso al frente de Gerard Piqué no ha sido ni mucho menos el único. A nadie parecieron molestarle las declaraciones de Roberto Soldado calificando como «cuadrilla» a los votantes de Podemos. Ningún medio le exigió compromiso con esa parte de los españoles en sus actuaciones con la selección y curiosamente en gran parte de los estadios de España su patriotismo pareció incluso salir reforzado. Tampoco las soflamas contra el Estatut o el apoyo implícito a la guerra ilegal de Irak de Salva Ballesta sirvieron para cuestionar su españolidad, «Si hay algún vasco o catalán que no se sienta español se tiene que joder porque es español, sino, que mire su DNI», tras declaraciones de este calibre, el ex-delantero y confeso admirador de Antonio Tejero, incluso recibió un fuerte apoyo mediático en el momento que la afición del Celta rechazó su fichaje por no encajar con los valores del Club.
«No pido la independencia, al menos yo no. Pido que se pueda votar. Es algo democrático. Si la gente no tiene derecho a expresar lo que siente, volveríamos a una época que ya hemos pasado. La evolución es mirar adelante» «La secesión haría a Cataluña y España más débiles’ Piqué no ha renunciado en ningún momento a jugar con la selección, tampoco ha declarado abiertamente no sentirse español. Al contrario que jugadores como Oleguer o Nacho Fernández a los que la decisión de negarse a jugar con España les valió críticas de antipatriotas y enemigos de España, Gerard Piqué simplemente ha dado un paso al frente desde su club y la propia selección para defender los derechos de todos aquellos que en Catalunya quieren decidir en las urnas su relación con España.
La desproporcionada reacción frente a unas declaraciones de un deportista que carece de cualquier tipo de repercusión política, ejemplifican a la perfección la posición de un estado español desquiciado y de gran parte de su población, la cual se muestra intransigente ante una marea ciudadana que en Catalunya no desaparecerá fruto de la intimidación dialéctica o las sanciones legales. Negarse a buscar un nuevo marco de convivencia en donde todos los pueblos puedan decidir democráticamente su futuro, supone la vía más rápida para empujar fuera de España a muchos ciudadanos que hasta el día de hoy todavía se sentían parte de España. No será Puigdemont, ni el Govern quienes los empujen fuera, sino la intransigencia en forma de porrazos propia de los políticos ultras y el silencio complice de gran parte de España.
P.D. Soy plenamente consciente de la fragilidad «real» de gran parte de los paralelismos usados en este artículo, pero permitan a este humilde escritor jugar con la lógica deportiva como desesperado intento para lograr penetrar en la dinámica intelectual de un Mariano Rajoy a todas luces nativo en el lenguaje deportivo de las narraciones de Champions, pero por desgracia amarcinado en su respuesta ante las crisis políticas. Dudo sinceramente que este pequeño juego vaya a empeorar nada y en el mejor de los casos, podría evitar que nuestro presidente del gobierno termine por arrastrarnos sin remedio al surgir del sentimiento independentista en la Provincia de Soria.
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