Casarse en régimen de gananciales perpetua la situación de “debilidad” de la mujer

Por Marta HdlH

Cuando una mujer tiene acceso al dinero del hombre pierde su individualidad al deber usarlo para fines comunes. La separación de bienes empodera y legitima la salida de las casas de las mujeres en busca de su propio plan personal.

Casarse implica tomar una serie de decisiones que van mucho más allá del simplemente llamarse “marido y mujer”. Casarse tiene varias consecuencias legales que, en caso de no valorar o ponderar correctamente, pero, sobre todo, en el caso de no hablar, pueden suponer una nueva forma de machismo y desventaja para la mujer.

Cuando una pareja decide casarse debe elegir entre hacerlo en régimen de gananciales o con separación de bienes. Dependiendo del territorio en que nos encontremos, en el caso de no pronunciarse, uno de ambos sistemas será asignado a esa unión por defecto (sin perjuicio de modificación posterior).

El régimen de gananciales supone que desde el día de boda las ganancias y frutos del trabajo individual pasan a ser de ambos. Herencias y posesiones anteriores quedan excluidos. En la separación de bienes, los resultados y frutos obtenidos después de casarse siguen siendo del que los ha ganado u obtenido mediante su trabajo.

Bajo esta aparente idea de compartir o no compartir hay todo un sistema perverso contra la mujer. El régimen de gananciales se creó como mecanismo para “proteger al débil económicamente”, que accede al dinero de la pareja y que en caso de divorcio obtiene la mitad de las ganancias. Puede parecer bueno que se proteja a ese débil (que en parejas heterosexuales sigue siendo la mujer en la mayoría de los casos). La protección pretende asistir en caso de no trabajar, dedicarse a las labores de cuidado en la casa, tener un salario inferior, ser despedida por ser mujer y estar embarazada o pedir reducción de jornada para cuidar a los hijos.

Sin embargo, proteger a la mujer económicamente conlleva garantizar su posición como trabajadora de su casa y abogar por esa labor de cuidados. Si una mujer tiene garantizado el dinero del hombre sentirá una menor presión o menor culpabilidad por no encontrar trabajo. Pero, lo grave de este régimen es realmente que, sentirá que su labor de cuidados es su manera de aportar a la casa; y le parecerá correcto o compensado ese rol. Y el marido, evidentemente, también verá adecuada ese forma de aportar y “compensar”, en lugar de animar a salir a su mujer a por un empleo que la realice.

Si por el contrario ambos se ven obligados por su mutua decisión, a contribuir económicamente a mantener la casa, familia, hijxs, ella no verá lógico quedarse en la casa ni acceder al dinero del hombre. En algunos casos el argumento machista de las mujeres es: “no me importa casarme en gananciales porque yo no tengo nada” o “porque mi sueldo es inferior”. Pero el contraargumento es que tampoco te importa como mujer usar los recursos de tu pareja. Es que contemplas el matrimonio como un acceso a recursos que no son tuyos y como una forma de supervivencia.

En un mundo donde la mujer gana menos, accede con mayor dificultad a puestos de trabajo y donde es vista como “cuidadora”, las mujeres deben exigirse a sí mismas no acceder ni que accedan a sus bienes, dinero o resultados económicos.

¿Por qué el amor sirve para justificar usar el dinero del otro? El amor debería ser un acto de libertad, no de compromiso. Me caso para declarar pública (y legalmente) mi amor por esa persona, no para unir economías. En el caso de casarse con separación de bienes, si la mujer no tiene dinero tendrá que procurárselo para asegurar poder pagar la mitad de las obligaciones que ha elegido tener al casarse.

La idea del proyecto económico conjunto que implica el régimen de gananciales, la grandeza del compartir, elimina los planes individuales en favor siempre de la pareja. Dejan de ser individuos para ser pares, y normalmente con un miembro del par en desigualdad.

Pero, lo más grave en este caso de violencia económica no es tener o no tener acceso a ese dinero. Lo más doloroso es que muchas mujeres siguen con miedo a discutir estos aspectos antes de una boda por miedo a “matar el romanticismo”, pero tampoco valoran que ellas mismas están sacrificando su individualidad al no hablar este régimen. ¿Hay algo menos romántico que abandonar tu personalidad por convertirte en la mitad de algo?

Sin embargo, la crítica al régimen de gananciales no acaba aquí. Casarse en gananciales supone asumir la responsabilidad conjunta por los actos del otro. Si uno se embarga, se hipoteca, ambos responden de la deuda. Si uno no paga, automáticamente paga el otro con sus bienes. Volvemos a lo mismo, se usa el amor como excusa para responder de las malas decisiones o malos momentos del otro. Usar el amor es cambiarle su definición de “sentimiento” para definirlo como “herramienta para mi vida”.

“Proteger” a la mujer económicamente significa garantizar su posición como ama de casa y abogar por esa labor de cuidados.

Del mismo modo, dentro de la definición de violencia económica deben incluirse circunstancias como justificar el precio de lo que se compre, gastar en caprichos o lujos. Cuando una mujer no tiene sus ingresos se encuentra constantemente discutiendo y justificando los gastos que realiza, mientras que si tiene sus recursos estas conversaciones se reducirán radicalmente y el peso de justificar los actos desaparece.

Las mujeres deben defender un amor puro y libre en que no se vean condicionadas por el trabajo de sus esposos. Si el amor no es sinónimo de libertad es sinónimo de prisión. Si la unión supone la responsabilidad por el otro se elimina la individualidad, y generalmente de la mujer, que, en el mejor de los casos, si gana más que él y él se arruina tendrá que hacer una postmoderna labor de cuidados y “salvarle”, ahora económicamente.

En un mundo donde la mujer gana menos, accede con mayor dificultad a puestos de trabajo y donde es vista como “cuidadora”, las mujeres deben exigirse a sí mismas no acceder ni que accedan a sus bienes, dinero ni resultados económicos. Sólo preservando el derecho a decidir en solitario se garantiza la posición de la mujer como individuo y no como “cuidadora”. La mujer debe salir al campo de batalla que es el mundo laboral y encargarse de garantizarse un trabajo antes de que un marido solucione esa falta de dinero. Casarse sin un proyecto individual en el que se elige el régimen de gananciales supone encarcelarse en condicionarse al otro. Si por el contrario la mujer ya ha obtenido antes de casarse sus fuentes de financiación nunca se permitirá quedarse en la casa por esa nueva unión.

Que nadie se engañe ni sea cínico, ninguna mujer nació con vocación de quedarse en casa a limpiar y cocinar. Las mujeres tenemos sueños, necesidades laborales y proyectos exactamente igual que lo hombres. Sobra decirlo. Si se quedan en casa y no les produce rechazo es por la educación machista que hemos recibido, que nos convence de que ser ama de casa es una solución para aportar al hogar y un remedio frente a lo complicado que sigue siendo incorporarse al mercado laboral.

La idea del proyecto económico conjunto que implica el régimen de gananciales es perverso en tanto que elimina los planes individuales en favor siempre de la pareja.

 

4 Comments

  1. ¿Dónde entra aquí el «de cada cual según sus posibilidades, a cada cual según sus necesidades»? Las argumentaciones suenan a liberalismo burgués de lo más rancio. Nada de solidaridad, de igualdad, de comunidad. Pura individualidad incluso en los terrenos más personales. Y mira que el régimen de separación de bienes puede defenderse de muchas formas, pero de ésta, meramente ideológica… pues no.

  2. Bueno, pero aun en gananciales tambien se puede hablar el compartir los diferentes trabajos por que hoy en dia no se sabe quien va a trabajar cuando. Depende de cada pareja.
    Ademas, hoy en dia, para sacar adlte no ya la familia sino una hipoteca hace falta que curren los dos, antes con un sueldo se pagaba hijos e hipoteca ahora con dos solo la hipoteca .
    Este es el mundo que nos han preparado los neliberales que siempre son rescatados dejando a la ciudadania tirada.

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