Invito a los lectores a que investiguen un poco cómo funcionan las tertulias televisivas. No hay ningún director que tenga a alguien que le lleve la contraria en su programa. Da igual el tema o el canal que sea, y esto se ve claro cuando se tratan los hechos de la guerra de Ucrania o del conflicto en Gaza. Los relatos que se construyen sobre ellos son monolíticos.
Por Jayro Sánchez | 8/02/2024
Carmen Domingo es una escritora feminista española. Muchos de sus trabajos se han centrado en la investigación y divulgación de la historia de las mujeres en nuestro país durante el siglo XX. En reconocimiento a ellos, se la nombró comisaria del Día de las Escritoras en la Biblioteca Nacional en 2022. Charlamos con ella sobre su libro Cancelado: El nuevo Macartismo (2023), en el que defiende el derecho a la libertad de expresión y describe los peligros que lo acosan.
En tu obra, te muestras muy crítica contra la «cultura de la cancelación». ¿Cómo la definirías?
Como un fenómeno de masas que se inicia en las redes sociales con el objetivo de coartar la libertad de opinión de alguien. Muchas veces logra extenderse fuera de ellas, y consigue que esa persona quede silenciada por las que no piensan igual.
¿Por qué crees que es tan perjudicial?
Porque ataca el derecho a la libertad de expresión. Tú puedes no estar de acuerdo con lo que otro diga, e incluso puedes debatir con él sobre quién tiene la razón, pero no puedes prohibirle tener un pensamiento distinto al tuyo. Y mucho menos intentar cancelarlo en público… Eso es saltarse todas las reglas.
¿Se le debe imponer algún límite a la libertad de expresión?
La ley ya marca varios. A grandes rasgos, todos sabemos cuáles son. A pesar de ello, en muchos temas, tú puedes tener tu propia opinión, aunque esta no sea popular ni mayoritaria. Que el resto de la gente esté más o menos de acuerdo contigo es algo que tendrás que gestionar… Sin embargo, no estás incurriendo en ningún delito por pensar diferente.
Explicas que parte de la nueva izquierda utiliza la cancelación para conservar un manto de supuesta superioridad moral que la «eleva» por encima de sus oponentes. ¿Cuál es tu opinión sobre esta estrategia?
La verdad es que me sorprende lo que han hecho estos grupos. No sé cómo pueden agarrarse a los sistemas que, por tradición, habían criticado. Casi diría que detrás de ellos está la mano oculta de algún poder económico que los está comprando. Antes, era solo la derecha la que cancelaba a los que no estaban de acuerdo con ella.
Por lo que expresas, está claro que la cancelación provoca censura. Pero, ¿y autocensura?
Desde luego. Es uno de sus peores problemas. Uno mismo acaba por callarse cosas que piensa para que no lo insulten ni lo cancelen, ya sea en las redes sociales o en la vida real.
A mí me ha pasado más de una vez. Veo algo en Twitter con lo que no estoy de acuerdo y, como mi punto de vista no coincide con el de la mayoría, me digo a mí misma: “Hostia, ¿qué ganas tengo yo de meterme en este berenjenal ahora?
Estoy segura de que muchos compañeros y compañeras han tenido la misma sensación y han actuado de esa forma en más de una ocasión.
Es evidente que uno de los focos del fenómeno se encuentra en las redes. ¿Se debe educar a sus usuarios en su buena utilización?
Sí. Y, ahora que mencionas este tema, me gustaría decir que, aunque los jóvenes son los que más las utilizan, no son solo ellos quienes están cancelando a otras personas. Muchos de los que lo hacen no tienen 20 años…
Invito a los lectores a que investiguen un poco cómo funcionan las tertulias televisivas. No hay ningún director que tenga a alguien que le lleve la contraria en su programa. Da igual el tema o el canal que sea, y esto se ve claro cuando se tratan los hechos de la guerra de Ucrania o del conflicto en Gaza. Los relatos que se construyen sobre ellos son monolíticos.
¿Cuál es el papel de los medios de comunicación en todo este asunto?
Ellos son los principales responsables, ya que son los que crean la mayoría de opiniones y las trasladan al resto de la sociedad. Es evidente que también los hay políticos… Pero, siendo sincera, la implicación de los medios en cuanto a la cancelación es enorme.
¿Se puede solucionar este problema?
Sí. Pero no creo que se vaya a intentar.
¿Cómo lo harías?
Legislándolo, aunque es complicado. Tú no puedes obligar a un periódico a que entreviste a alguien. Pero sí que puedes forzar a sus directivos a imponer un código ético con el que, de alguna forma, se vean obligados a tener en plantilla a miembros con distintas opiniones de lo que pasa en el mundo.
Además, tenemos que acostumbrar a nuestra sociedad al concepto del liberalismo político-filosófico, y a todo lo que este implica en materia de libertad de expresión.
Se el primero en comentar