Canciones rotas

Pero aquí no hay héroes, tan solo mujeres sin futuro  o sin pasado, suspendidas en un tiempo que gira, como en un tocadiscos, hurgando siempre en los mismos surcos, en las mismas voces.

Por Angelo Nero

¿Dónde reside nuestra memoria? ¿en los pliegues de nuestra piel? ¿en los surcos de los vínilos y los pliegues de los libros? ¿en las huellas que dejamos en el camino? ¿en las voces que nos buscaron? Una experiencia traumatica, sobrevivir a una accidente, a un suicidio, a la muerte de un ser querido, puede romper los puentes de nuestra memoria, y convertir en desconocidas las voces y las huellas, los poemas y las canciones, las pieles ajenas y propias, hasta convertirnos en desconocidos que buscan otra vez los caminos, las palabras, las miradas en las que reconocerse.

Así la protagonista de esta historia de perdidas, en las que la memoria es protagonista, pero no solo, puesto que también son importantes (y claves) las perdidas de la geografía humana, de ese territorio íntimo de alientos y afectos que nos pueblan, y de los marcos, de las referencias literarias o músicales (como en este caso) en donde sentimos nuestro yo.

Lila, una cantante retirada que ha perdido la memoria, interpretada por una Najwa Nimri que parece haber encontrado a su alter ego, busca los surcos de su piel en un inquietante plano, al inicio del film, como si estuviese descubriendo un territorio inexplorado, mientras su manager, Blanca (Carme Elías) fragua un plan desesperado para devolverla a los escenarios, después de un retiro de diez años. Para ello contará con la ayuda de Violeta (Eva Llorach), camarera de un karaoke obsesionada con Lila, para que recupere su memoria e salgan a la superficie las canciones que su voz se niega a cantar, para volver a ser la estrella que fue en el pasado, y poder cumplir con la gira de reaparición que le ha preparado Blanca.

Carlos Vermut, que ya nos había sorprendido con la brutal historia de Magical Girl (con la que consiguiera la Concha de Oro en el festival de San Sebastián a la mejor película, y la de plata al mejor director, en 2014), construye aquí un juego de espejos (o de espejismos) en el que se confunden Lila y Violeta, mujeres rotas que buscan completarse a través de la otra, aún sabiendo de lo imposible de la tarea, mientra en una trama secundaria va cobrando protagonismo la hija de la camarera, Marta (Natalia de Molina) una joven de la generación ni-ni caprichosa y violenta, que dará lugar a una de esas escenas escalofriantes que son ya una seña de identidad del director madrileño. También es una de sus constantes su actriz fetiche, Eva Llorach, que participó en sus tres largometrajes y que incluso en este repite el nombre de la protagonistas, Violeta, en aquel sorprendente debut de Vermut con Diamont Flash (2011), una auténtica deconstrución de las películas de superhéroes.

Pero aquí no hay héroes (ni heroinas), tan solo mujeres sin futuro (cómo Violeta) o sin pasado (cómo Lila), suspendidas en un tiempo que gira, como en un tocadiscos, hurgando siempre en los mismos surcos, en las mismas voces, en las mismas canciones, mientras los otros dos personajes, Blanca y Marta, giran también en torno a ellas, esperándo que termine (o que vuelva a sonar) la misma canción. Otra de las claves de este puzzle, son los barcos de papel que el personaje de Carme Elias construye constamente, insistiendo en que para saber como se hacen hay que desdoblarlos, para ver bien los pliegues, y es que para recuperar a Lila tiene que partir del papel en blanco, para volver a construir esa estrella que, diez años atrás, iluminó los sueños de muchas Violetas.

Najwa/Lila se mira a sí misma y su mirada le devuelve a una extraña, y busca reconocerse a través de la mirada de Eva/Violeta, en un juego de espejos que deforman sus almas, una atormentada por el recuerdo de la madre a la que, de algún modo, suplantó, la otra atormentada por la presencia de su hija, que la anula. En esta constante búsqueda de la propia identidad, deformada, suplantada, negada o interpretada por otros, las cuatro mujeres que conforman esta historia nos hurgan en las entrañas y nos llevan de la mano a los callejones sin salida en los que, más o menos voluntariamente, se meten, para compartir con nosotros sus fantasmas.

Quizás este melodrama musical no alcance la altura del anterior trabajo del director, pero la interpretación de Eva Llorach está a la par de la de Bárbara Lennine en Magical Girl, y aunque la protagonista en torno a la que gira la historia principal sea el personaje de Najwa Nimri, no es menos cierto que esta también orbita alrededor de Violeta, a la que se le añade la trama secundaria de Marta, la violenta hija que camina al borde de un precipicio con el que amenaza continuamente a su madre.

Mención aparte merece la excepcional banda sonara del film compuesta por Alberto Iglesias, que se adentra como nadie en el retorcido universo de Vermut, con unas melodías de gran carga emocional, y jalonado de temas interpretados por la propia Najwa Nimri y Eva Amaral, que alcanzan el clímax en el clásico tema de Manuel Alejandro “Procuro olvidarte”.

 

Dirección y Guión: Carlos Vermut

Fotografía: Eduard Grau

Reparto: Najwa Nimri,  Eva Llorach,  Carme Elías,  Natalia de Molina,  Julián Villagrán, Vicenta N’Dongo

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