Camachizar el periodismo

Por Daniel Seijo

«Seis, ocho millones de espectadores. Estas son cifras con las que nunca pudo soñar ningún director teatral o novelista y menos aún Esquilo, Sófocles o Eurípides.«

Fernando Fernán Gomez 

«El poder para moldear el futuro de una República estará en manos del periodismo de las generaciones futuras.»

Joseph Pulitzer

 

Sé que el título de este artículo puede sonar arriesgado, incluso ridículo, pero les ruego que antes de comenzar a exudar todo tipo de críticas desmedidas sobre el mismo, me permitan unos minutos con la finalidad de lograr explicar –en la medida que mi habilidad al teclado me lo permita– lo que se encuentra tras la elección de este curioso enunciado. A modo de spoiler les adelanto que no guardo ninguna admiración en particular por el ex futbolista y entrenador español José Antonio Camacho y que en la toma de esta decisión tampoco han tenido nada que ver las habilidades del de Cieza frente a los micrófonos en Telecinco.

Supongo que a estas alturas, muchos ya sabréis que este artículo guarda cierta relación con el episodio protagonizado por Camacho durante el debate futbolístico «Ahora, la Mundial», emitido por Telecinco al finalizar el Irán- España. No sé si debido a que el encuentro había aumentado la testosterona en un organismo ya desde pequeño sobrexpuesto a la marmita de la misma o simplemente a causa de un alarde de amor propio del míster, Camacho –con su elegancia particular– decidió sin contemplaciones mandar a paseo al Sálvame Delux futbolístico que la cadena privada había preparado para los espectadores españoles.

No voy a debatir la valía de Lecquio o Matamoros para analizar un partido de fútbol porque sinceramente no me da la gana, pero lo cierto es que eso de comentar las tácticas y alternativas en el once de España con los invitados de plató, al parecer no le resultaba del todo digno al ex seleccionador español. Puede que en ese momento pensase que con certeza existían otros periodistas o futbolistas más preparados para el debate que merecían ocupar esas sillas o puede que simplemente no le cayese bien alguna de las personas presentes en el programa, pero lo que es seguro es que Twitter inmediatamente se rindió a los «sempiternos cojones de Camacho«. Que coño, incluso consiguieron que el programa de Telecinco se cancelase y fuese sustituido casi inmediatamente por un resumen pospartido a cargo de J.J. Santos en el que aparentemente se abandonaba el esperpéntico experimento cotilleodeportivo para contar únicamente con la presencia de periodistas deportivos de verdad.  Y claro, a uno que le parece muy bien vuestro rollo futbolístico y eso de que el tío del «Es difícil quitarles el balón porque no lo tienen» sea vuestro referente en las retransmisiones deportivas, solo le queda preguntase «¿Qué hay de lo mío?»  Me explico: en su momento me he llegado a tragar una conexión en directo de Espejo Público con Celia Villalobos, Fran Rivera y Manolo el del Bombo como analistas políticos en el conflicto catalán,  he visto como Bertín Osborne llegaba a hacer campaña por la oposición en Venezuela en prácticamente la totalidad de las cadenas de nuestro país y de propina me han encasquetado a Cárdenas en la televisión pública mientras vaciaban de contenido los informativos. Digo yo que podríamos camachizarnos un poco para estas cosas, y con ello no me refiero a aplicar un poco de ese toque, seamos especialmente suaves y definámoslo como castizo, sino  a la reivindicación de una parrilla informativa digna –ya no hablo de una televisión modélica, sino simplemente digna-.

No voy ni si quiera a ser yo el osado personaje que pida a quienes hoy controlan los medios de comunicación que cesen en su mercantilización de la información y en su descarada manipulación de contenidos con fines estratégicos tanto de cara a la política exterior, como a la interior, pero al menos sí pediría que mantengamos cierta profesionalidad en las labores periodísticas y a ser posible también cierto equilibrio a la hora de seleccionar contenidos. En una democracia que supuestamente garantiza el acceso a la información, no puede suceder que los programas de debate político sean siempre un cuatro contra cuatro en los que lo único que se garantiza es la presencia de Inda y Marhuendainserten otros nombres de otras cadenas pero con idéntico rol-, ni tampoco que la izquierda alejada de la socialdemocracia permanezca continuamente infrarrepresentada en comparación con la presencia en antena de las opiniones neoliberales más disparatadas y extreminstas. Partimos en este punto por tanto de una clara intencionalidad ideológica en el diseño de esos contenidos que con total seguridad atiende a los intereses de los dueños de los diferentes medios, y por si esta situación de partida fuera poco, la misma se ve continuamente reforzada por una clara predisposición al puro espectáculo, a la dramatización de la política y la democracia en la televisión española. No veremos a los grandes especialistas de la ciencia, la política, la cultura o la economía en los pantallas de nuestro país, ni tampoco gozarán el reportaje periodístico o el debate político con las bases sociales de amplios espacios en nuestras pantallas, quizás directamente se deba a falta de interés por el mensaje que puedan llegar transmitir esas personas o a que simplemente ciertos profesionales, al igual que Camacho, crean que no tienen nada que hacer en determinados formatos televisivos, puede que incluso en esta ocasión esa decisión se tome con motivos suficientes. Después de todo, uno no se imagina a Manuel Castells o a Rosa Cobo debatiendo a altas horas de la madrugada con Eduardo Inda.

https://www.youtube.com/watch?v=2SD9K2NxoZY

La Belle Époque del más periodismo nos está llevando a más manipulación en directo, a más horas de Inda y Marhuenda en nuestros televisores, más visibilidad para el freak y menos para la voz discordante. Nuestro modelo de información ha propiciado la presencia de la madre del «Cuco» en La Noria, el cameo de la Fundación Franco en La Sexta Noche o en Más Vale Tarde o que el abogado de La Manada se permita un tour por las televisiones a la espera de que los violadores den el salto a la gran pantalla. Con todo nuestro gusto por el morbo y gracias a la irresponsabilidad de las autoridades y quienes en este mundo trabajan, se nos está quedando una televisión peligrosa para las futuras generaciones, además de bochornosa para las actuales. Al final los poderes son enormes y las opciones muy limitadas, por eso cuando uno piensa en cambiar las cosas para el periodismo y garantizar el derecho a la información plural bajo este marco constitucional y comunicativo, cuando uno se plantea seriamente cambiar las cosas desde dentro, no puede evitar recordar la escena de la carrera de Sacha Baron Coen en «El Dictador». Al final en este negocio la mayoría intenta guardar silencio y competir entre ellos mientras los locos millonarios que van en cabeza improvisan las reglas. Pero por mucho que lo intenten, siempre existirán medios que sigan remando, siempre existirá algo que contar y un valiente que decida hacerlo, sin espectáculo, sin entrar al juego del cotilleopolítico y la España Deluxe.  

 

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