Cadena perpetua

Por Jesús Ausín

Todo había empezado aquella tarde de junio en la que Licarión pensó que era el día más feliz de su vida. Su tía Edelia había vuelto de Estados Unidos, donde había emigrado hacía ya diez años en busca de una carrera mejor. Allí había prosperado mucho y tras dos lustros sin pisar aquellas tierras castellanas, este año comunicó por carta a la madre de Licarión que vendría a pasar unos días al pueblo con su marido Jayden, con el que conviva desde tres años atrás. A ella le apetecía ver a sus padres y hermanos después de tanto tiempo sin pisar España y él, quería jugar a ser antropólogo y ver como vivían las gentes en un pueblo del que su mujer contaba que tenían que ir a por agua a la fuente, a lavar al río y a evacuar al corral con el peligro de que las gallinas te picoteasen el culo.

Antes, habían pasado unos días en la capital conociendo la otra parte, más civilizada, de este país desconocido para el americano medio hasta que cuatro años atrás dos aviones de la armada estadounidense habían chocado en pleno Mediterráneo provocando un incidente nuclear del que se hicieron eco todos los noticiarios y periódicos de aquel país.

Allí, en la capital del reino, la tía Adelina había tenido la feliz idea de comprar a su sobrino Licarión una escopeta de balines calibre 25, tal vez imitando el estilo de vida americano.

Las vacaciones de su tía Adelina habían pasado y Licarión se había convertido en el chico más popular del pueblo con aquella escopeta con la que salían a cazar tordos e incluso alguna tarde, conejos.

Una tarde noche, cuando Licarión regresaba a casa con sus amigos, después de haber dado una vuelta con la dichosa escopeta por el monte, junto a la charca del Enebral, una precioso zorro joven, con su enorme rabo rojo, se quedó parado, como alelado, en el camino mirándolos. No se lo pensaron dos veces, apuntaron al pobre animal y dispararon. En el momento de apretar el gatillo, de la nada, había salido Sibila de entre los enebros. El zorro escapó y a la pobre chiquilla, la entró el balín por el ojo derecho dejándola en el sitio.

Los muchachos salieron corriendo asustados en busca de ayuda. La investigación de la Guardia Civil dictaminó que todo había sido un accidente, según las declaraciones de los amigos que acompañaban a Licarión, y todo quedó en una multa por uso irregular de armas no permitidas que el padre del muchacho tuvo que acoquinar en el cuartel de la Guardia Civil, además de dejar allí en depósito el arma.

Pero el dolor es muy malo y provoca rencor y más si como Sibila, la muerta es hija única. Su madre se pasaba el día llorando por la pérdida y su padre estaba todo el día jurando y maldiciendo a Licarión. Comentaba a quién quisiera escucharle que se venía venir. Que esos inventos modernos de los americanos solo traen desgracias y que su pobre hija, solo estaba buscando nidos de lechuza porque le gustaban mucho esos animales. No merecía morir y el maldito Licarión había acabado con la vida de su pobre niña.

El padre de la niña era herrero y carretero y, para llevar sus encargos había comprado, unos meses antes, una especie de furgoneta de segunda mano, abierta por detrás, marca Morris, llamativa porque los laterales eran de madera. Una tarde, al bajar por la cuesta del camino que llevaba a la carretera nacional, divisó a los chavales del pueblo jugando a tirarse por la ladera con una especie de trineo que se deslizaba por la hierba. Al llegar a media cuesta, vio que Licarión era uno de ellos. Al acercarse, los cuatro muchachos que estaban en el camino, se apartaron. Tres hacia uno de los lados y el otro hacia el margen contrario. El padre de Sibila, giró el volante, aceleró, y se llevó por delante al muchacho solitario, que salió despedido, dando con la cabeza en la luna del coche y aterrizando en la parte trasera del Morris. Sangraba mucho por la boca y los oídos. Cuando llegó el médico, estaba muerto. El niño atropellado era Licarión.

En la confusión y conmoción que había en el pueblo y antes de que la Guardia Civil pudiera detener al conductor, el padre del muchacho, agarró una hoz que tenía en el granero y segó el cuello del padre de Sibila que acabó desangrado en mitad de la calle.

Ya de noche, los hermanos de herrero, se presentaron en casa de Licarión, y prendieron fuego a la casa, asesinando a la madre del muchacho, a su hermana y a las plañideras que en ese momento velaban los dos cadáveres.

Por la mañana, un escuadrón del ejército, tuvo que tomar posiciones en el pueblo para evitar más violencia y muertes.

Aunque lo que ya estaba muerto para siempre era el pueblo y sus gentes.

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Cadena Perpetua

Veo el viernes en Público una foto del ministro Catalá sonriendo, un ministro reprobado por el Congreso de los Diputados por proteger al PP y sus corruptelas en el caso Lezo, y se me remueve el estómago.

La demagogia de esta gente es tan inmensamente despreciable como su capacidad para estar acusados en 900 procesos judiciales por corrupción.

Su más preciada meta es controlar a la población y hacer que sus tropelías sean impunes. Para ello no han dudado a la hora de copar la judicatura (los últimos el ex-senador pepero Vicente Magro y el ex-secretario de estado de justicia con el ominoso Gallardón, Fernando Román).

Por si no había bastante con la utilización partidista y rayana a la ilegalidad de la justicia en el tema Cataluña, ahora estos ineptos que se han empeñado en empobrecer a la ciudadanía hispana hasta llevarlas a la esclavitud medieval, no sólo se oponen a que el Congreso derogue la Prisión Permanente Revisable, sino que, además, quieren incrementar los delitos a los que aplicarla a aquellos como los de rebelión o sedición. Y tal como se han aplicado en los últimos meses estos delitos, de nuevo con más de un prestigioso jurista calificándolo de ilegal, todos sabemos lo que pretenden con ello.

Solo hay dos soluciones. Dejar que las cárceles se conviertan en lo que son en cualquier país iberoamericano, lo que es inhumano, ilegal e inconstitucional. O privatizar los centros penitenciarios como en Estados Unidos, que ademas de ser inmoral supondrá un nuevo agujero al tesoro público

No voy a entrar aquí en si esta condena es o no constitucional porque para ello hay juristas que ya han explicado claramente que va en contra los artículo 10 y  25 de la Constitución como Manuel Pacheco Gallardo o Alicia M.ª Mora Faba que en su tesis doctoral defiende lo mismo o el portavoz de Jueces para la Democracia, Ignacio González Vega o el experto en Derecho Penal Jacobo Dopico.

Tampoco voy a ahondar en el hecho de que España sea uno de los estados con menor número de delitos de la Unión Europea, que sin embargo no se corresponde porque es de los que más población reclusa tiene, de los que más penas altas sentencia, de los que más policía tiene por número de población (534 por cada 100.000 habitantes, sólo superado por Chipre con 611) y sobre todo, y al contrario de la creencia popular, dónde más se cumplen las penas íntegramente que pueden llagar hasta los cuarenta años. (Toda una vida). Todos los datos están aquí en Eurostat.

En lo que si voy a incidir es en el populismo rastrero de estos personajes que no se conforman con arruinarnos la vida, económica, social y administrativamente sino que además pretenden pasar como una medida aclamada por el pueblo algo que no es otra cosa que una cortina de humo que ocupe el lugar en la prensa que deberían ocupar todos los procesos judiciales que contra la corrupción de ese partido se están celebrando y se van a celebrar a lo largo del año (900 imputados dan para mucho).

Como he dejado claro en la historia que ilustra este artículo, y que en ningún caso es exagerada y sino vayan ustedes a Google y tecleen Puerto Hurraco, no se puede dejar que el dolor de las víctimas sea juez de los delitos. Veíamos el otro día como uno de los padres de una de las víctimas del malévolo doctor Lawrence Nassar, le pedía a la jueza Rosemarie Aquilina que le dejara cinco minutos con el acusado. Como no lo consiguió, se abalanzó sobre él con intención clara. Y es que el dolor ciega el intelecto y nos convierte en animales. Lo del ojo por ojo, quedó atrás precisamente porque nada tiene que ver la justicia con la reparación del dolor. A ningún padre que pierda un hijo le va a devolver la vida de su ser querido una condena a muerte del asesino, ni tampoco una condena a cadena perpetua (o como los magos de la corrupción, le llaman, permanente revisable). Como he dicho antes, una condena de cuarenta años, como ya establece el Código Penal desde su reforma del año 1995, es toda una vida. La condena no es para reparar el dolor, porque eso no es posible. La condena debe de tener la finalidad de la reeducación y reinserción. No es, por tanto, el ansia de venganza lo que debe mover la justicia humana. Sino seríamos bárbaros.

Por otra parte, en Estados Unidos, donde existe el peor de los castigos, como es la pena de muerte, el índice de criminalidad está por las nubes, 17 250 muertes por cada 100 000 habitantes, (frente a los 292 de España), lo que prueba que ni la pena capital incide en el menor índice de criminalidad y delincuencia.

Aquí en este país, acabamos con la lacra terrorista de ETA sin necesidad de tener la condena de cadena perpetua. La educación y la presión social lo hizo posible. Lo que confirma que no son las penas lo que acaba con los delitos.

Voy a incidir es en el populismo rastrero de estos personajes que no se conforman con arruinarnos la vida, económica, social y administrativamente sino que además pretenden pasar como una medida aclamada por el pueblo algo que no es otra cosa que una cortina de humo que ocupe el lugar en la prensa que deberían ocupar todos los procesos judiciales que contra la corrupción de ese partido se están celebrando y se van a celebrar a lo largo del año (900 imputados dan para mucho)

Es evidente que el ser humano entiende como justicia la venganza. Pero, como también cuento en la historia que encabeza este post, la venganza también puede ser tomada por el lado contrario. Porque el dolor no es unívoco. Y si dejáramos que el dolor y la venganza fuera el motor de la justicia, la espiral de muertes no acabaría nunca.

Pero todo esto, el ministro cínico reprobado ya lo sabe. Pero ni a él, ni a M.Rajoy les importan ni las víctimas ni su dolor. Lo único que pretenden, además de la cortina, es ganarse el voto de todos esos españoles atontados por la TV, por el fútbol o la petanca y por los programas basura que alertan y despiertan el ansia de venganza y que son los que piensan que en España los asesinos no cumplen las penas impuestas, que las penas son muy bajas y que a los violadores hay que cortarles los huevos, y a los asesinos la cabeza, porque muerto el perro, se acabó la rabia.

Si en España la población reclusa duplica en número de los que debería tener por su tasa de criminalidad (el doble que en Alemania donde, a pesar de tener casi el doble de habitantes, tiene una población reclusa de 76 personas por cada 100 000 habitantes frente a los 133 de España) . Si las cárceles ya están saturadas en la actualidad con alrededor de 62 000 presos. Si no reinsertamos a los reclusos y les dejamos de por vida encerrados, la población carcelaria, además de producir un enorme gasto al erario público, además del sufrimiento que eso les provoca (el 15 % muere por suicidio cada año) pronto superará el aforo de los centros penitenciarios hasta un punto de no retorno. Y para eso solo hay dos soluciones. Dejar que las cárceles se conviertan en lo que son en cualquier país iberoamericano, lo que es inhumano, ilegal e inconstitucional. O privatizar los centros penitenciarios como en Estados Unidos, que ademas de ser inmoral supondrá un nuevo agujero al tesoro público.

Quizá esta sea la razón final de que estos individuos, inmersos en mercantilizar todo lo público para que sus amigos puedan seguir viviendo como Jeques árabes, aboguen por la pena de prisión perpetua. Quizá sea la verdadera cuestión de toda esta milonga de la prisión permanente revisable, eufemismo de Cadena Perpetua para saltarse esa consagrada Constitución que tanto dicen defender.

Cadena perpetua, ni para los corruptos, que por otra parte, deberían estar en prisión hasta que no devuelvan lo robado.

Salud, república y más escuelas. Concienciación y lucha.

9 Comments

  1. Pues yo,si pido cadena perpetua, para esos corruptos que roban el dinero de los españoles.
    Para los terroristas, asesinos sin escrúpulos.
    Tenemos que aprender de los países comunistas para saber diferenciar quien merece la vida y quien no

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