Brujas

Las brujas desde siempre han sido las malvadas de la historia, aunque la revisión histórica de ellas nos ha revelado que en realidad solo eran mujeres que no daban su brazo a torcer, se resistían a ser obedientes y no eran sumisas.

Laura Isabel Gómez García

El pasado fin de semana celebrábamos Halloween, lo que viene siendo para nosotros la festividad de Todos los Santos, solo que “americanizada”. La Noche de Difuntos, es de origen celta, una tradición que celebraba el fin del verano, de la cosecha y era cuando los mundos de los vivos y los muertos estaban más cerca que nunca. Posteriormente los romanos la incorporaron a su cultura y de ahí la tomó el cristianismo para recordar a todos aquellos santos que no tenían su día en el calendario, para rezar por ellos y por los familiares fallecidos. Para quien no haya comprado la tradición anglosajona y no se disfrace para burlarse de los espíritus que esa noche nos rodean, en España esta festividad es sinónimo de ir al cementerio a llevar flores a quienes ya nos han dejado, ponerles velas, y rezar por que sus almas descansan en paz.

Entre todo este batiburrillo de tradiciones sale la iconografía propia de esta fiesta: zombis, calaveras, guadañas, vampiros… Y como no, las brujas. Esas señoras feas, de pelo cano largo, que vuelan en escoba, con risa macabra y siempre acompañadas de su gato negro, el caldero y el vestido negro harapiento. ¿Y qué tiene que ver esto con el Feminismo?, pues tiene que ver y mucho, más concretamente con las mujeres en sí, en cómo la cultura patriarcal nos ve a las mujeres, y en especial a aquellas que no nos ajustamos al modelo de “buena mujer”.

Las brujas desde siempre han sido las malvadas de la historia, aunque la revisión histórica de ellas nos ha revelado que en realidad solo eran mujeres que no daban su brazo a torcer, se resistían a ser obedientes y no eran sumisas. Por eso las alegorías con las que representamos a las brujas dice tanto acerca de cómo las culturas, y sociedades patriarcales ven a las mujeres. No hay nada de “inocente”, aleatorio o casual en la imagen grotesca que se nos viene a la mente al oír la palabra “bruja” y la definición que a bote pronto damos de ella.

Por todo esto, esta fecha en el calendario es el momento ideal para desmitificar a las brujas y hacerles justicia, algo que no tuvieron en su momento porque fueron perseguidas y asesinadas simplemente por ser mujeres que no seguían el mandato de género que el patriarcado decidió para el sexo femenino de la época.

Como pasa siempre, nos ha llegado solo la historia de las brujas contada por los hombres, pero falta el relato del otro 52% de la población, las mujeres, en definitiva, la parte del relato histórico que nunca nos ha llegado como pasa con todos los demás episodios históricos. Las feministas tenemos el deber de hacerles justicia a todas esas mujeres. Mujeres solteras, que no se casaban y no tenían hijos, que ejercían el control sobre su cuerpo y su sexualidad; mujeres viudas, ancianas que usaban el poder de la sabiduría en múltiples disciplinas que les daban los años para ayudar a otras; eran cultas con amplios conocimientos en ciencia y medicina, algo que solo estaba reservado a los hombres, en resumen, mujeres libres que escapaban al control y las normas patriarcales.

He aquí su historia.

La caza de brujas

Todo el mundo ha oído hablar de “La caza de brujas” que erróneamente se sitúa en el contexto histórico de la Edad Media mayormente, aunque fue a principios de la Edad Moderna cuando adquiere realmente una dimensión que podríamos calificar de genocidio.

Nos han contado que las mujeres acusadas de brujería eran asesinadas por ser brujas, pero esto no es del todo cierto. Si bien estas mujeres eran acusadas de “ser brujas”, el factor determinante para llamar a una mujer “bruja”, es que eran mujeres, (y no al contrario), o más bien eran un determinado tipo de mujeres lo que convertía “la cacería” en un ejercicio de pura misoginia.

La caza de brujas se desató contra las mujeres de una forma tan amplia como ambigua pues cualquier mujer a la que se consideraba que tenía un comportamiento díscolo o que no se ajustaba a lo que se esperaba de ella podía ser sospechosa de ser bruja y por lo tanto era marcada, perseguida y asesinada.

“Bruja” podía ser desde una viuda de la aldea, mujeres solteras, adulteras, esposas rebeldes, hasta mujeres que eran identificadas como curanderas, parteras, etc. De hecho, unas de las mujeres que más riesgo corrían eran las curanderas y parteras pues ellas eran sabedoras de amplios conocimientos, sobre todo, a lo que respecta a la salud femenina y al control de la sexualidad de las mujeres a las que a menudo solían ayudar para no quedarse embarazadas, para ayudarlas a parir, o por lo contrario a abortar. Eran, en última instancia, mujeres que escapaban al control de la Iglesia, de los hombres y del poder patriarcal en general, así que sus prácticas eran tachadas de peligrosas, malignas y diabólicas. Ellas encarnaban los mayores temores del patriarcado respecto a las mujeres.

En la Edad Media cuya sociedad era teocéntrica, llena de oscurantismo, temerosa de Dios, subyugada a la Iglesia, a los señores feudales y reyes tiránicos podría más o menos explicarse, pero lo que resulta asombroso a la par que aterrador es que esto sucediera en pleno apogeo del Humanismo, del Renacimiento, del surgir de la Ilustración, el conocimiento, el progreso, el surgir de las ciudades, y del despertar de las ideas modernas. Aunque resulte increíble, sí se puede explicar por qué esto es así y ahora lo veremos.

Cuando hablamos de la historia de las brujas, hablamos de una parte importante de la historia de las mujeres, a las que podríamos etiquetar como “las primeras feministas”, solo que hasta ahora siempre nos han contado la historia bajo el punto de vista de los hombres y su misoginia. Pero de un tiempo a esta parte las feministas hemos recuperado esa parte de nuestra historia, la hemos reinterpretado bajo la mirada violeta del Feminismo y siendo conscientes de dónde venimos, pues solo cuando se es consciente de la injusticia que se ha cometido con las mujeres y con nuestro papel a lo largo de la historia, una se da cuenta que es una narración sesgada de los hechos.

Ahora todo ha cambiado. Nosotras hoy tenemos voz y la usamos para dársela a aquellas a las que se les arrebató, para hacerles justicia en el presente.

Por acotar, si nos centramos puramente en la caza de brujas dentro de la historia de las brujas, que es una historia mucho más amplia pues podríamos encontrar referencias a ellas desde los comienzos de la Humanidad misma, podemos datar “la cacería” a finales de la Edad Media (S.XV), entre los años 1420-1430 y principios de la Edad Moderna, en Europa central, en concreto la etapa más dura tuvo lugar a mediados del S.XVI, entre los años 1550 y 1650. Con una duración “oficial” en total que va desde el 1450 al 1750. No existen datos realmente exactos, pero se estima que en esta época alrededor de 60.000 mujeres fueron ejecutadas acusadas de ser brujas.

Aquellas a las que llamaban “brujas” eran en realidad mujeres fuentes de sabiduría en una época en la que esto significaba que una mujer tenía tratos con el Diablo. Mujeres que por lo general eran matronas, curanderas, y hasta cierto punto “ginecólogas” que con sus hierbas medicinales y saber ayudaban a las mujeres de las aldeas a controlar su cuerpo en cuanto a lo que su sexualidad se refiere pues sus conocimientos en materia de aborto y fertilidad eran a menudo requeridos. “La brujas” eran mujeres que osaban practicar la medicina de la época, con hacer alarde de su saber y cultivar el pensamiento, algo que en ese momento solo estaba en manos de Dios (hombre), y algunos pocos hombres que tenían acceso al saber y al conocimiento.

Para explicar el por qué esto sucedió en esta época, debemos contextualizar que Europa aun arrastraba las secuelas de una epidemia de la Peste Negra en el S.XIV que se había llevado por delante entre un 30-60% de la población (entre 80-200 millones de personas). Ante tantas perdidas, la Iglesia hizo de la procreación un deber con el que había que cumplir por mandato de Dios.

Las mujeres habían accedido significativamente al mundo laboral, pero tras la pandemia de Peste se las expulsa de este ámbito para relegarlas a las cuatro paredes del hogar con el único deber de parir y maternar. Lo que significó que su cuerpo quedaba sometido al control del Estado (Estado= arquetipo masculino-> hombre-> patriarcado).

Las mujeres que no acataron este mandato y no se sometieron a este control fueron acusadas de brujería, pues eran pecadoras que se atrevían a utilizar un poder que no era para ellas, lo que las convertía en herejes que violaban las normas del orden patriarcal y religioso, que llevaban por el camino de la perdición a los hombres y eran las culpables de todos los males porque trataban con el Diablo. Hablamos de mujeres a las que se las asesinó porque no se resignaban a vivir bajo el control de los hombres y eran percibidas como una peligrosa amenaza al orden social establecido. Si nos fijamos bien podemos establecer cierto paralelismo con lo que sucede hoy con las mujeres víctimas de violencia de género, pues según datos oficiales, es el momento de la denuncia al maltratador y la separación de éste, con la consecuente pérdida de control del violento sobre su víctima, el momento de mayor vulnerabilidad en la que la vida de la mujer corre mayor peligro de muerte. De hecho, muchas son asesinadas en este momento.

Podemos pues decir que la cacería era el método, las creencias religiosas la excusa y la implantación de un nuevo orden socioeconómico el fin por el que este genocidio de mujeres rebeldes e incómodas para los intereses de la élite masculina de la época lo que hizo que esto tuviera lugar.

En la Edad Moderna es el momento de transición del sistema feudal al sistema capitalista que se impone, estableciendo así la base ideal sobre la que asentar el sistema patriarcal; es también el momento de la aparición de las ideas políticas, teorías económicas, y es cuando el surgir del imperante capitalismo impone la división sexual del trabajo por un lado, y por el otro el sistema patriarcal impone el modelo de mujer sumisa, obediente, pasiva, dócil y que está ligada al modelo de “mujer princesa” que espera a ser salvada por “el príncipe azul”.

Con esta obsesión por el control del cuerpo de las mujeres y su sexualidad, podríamos nuevamente a establecer cierto paralelismo a la larga historia de la batalla por el derecho al aborto que aun hoy seguimos tratando de conquistar en multitud de países tanto del primer como del tercer mundo.

Que en aquella época a una mujer se la acusara de bruja era como llamar a alguien hoy en día terrorista. Los hombres que ostentaban el poder (reyes, señores feudales e Iglesia), hacían las leyes (de los hombres) que crearon todo un sistema fundamentado en tratados y tesis que daban pautas muy concretas a los jueces de entonces de cómo reconocer a las brujas y ajusticiarlas. Hombres expertos en el Demonio escribieron tratados muy ilustrativos como el “Malleus maleficarum” (El martillo de las brujas) que era el manual con el que los jueces emitían sus juicios y sentencias contra las acusadas. Escritos que establecieron todo un imaginario colectivo en torno al mito de la mujer bruja que la hacia fácilmente identificable. Esto se tradujo, por ejemplo, en casos tan terribles como el de Alemania donde algunos pueblos se quedaron sin mujeres porque todas o casi todas fueron perseguidas, acusadas y quemadas por brujería bajo el auspicio de vecinos y señores.

No deja de ser cuanto menos curioso que si nos fijamos, a las mujeres brujas se las ajustició por escapar del control de los hombres y de Dios (hombre), para ponerlas nuevamente bajo el yugo de otro hombre, en este caso el Diablo. Como si para bien o para mal las mujeres siempre estaban/estamos sometidas y controladas por una figura masculina. Nunca somos autónomas, siempre deben sujetarnos a algún tipo de poder patriarcal o figura masculina que nos dicta qué hacer y cómo ser estableciendo así una histórica tutela patriarcal a la que se nos somete como si fuéramos eternas “niñas”.

El uso de las hogueras con altas llamas, como forma de ejecución no era casual tampoco, pues transmitían un mensaje de miedo a todas las mujeres. El mensaje de que la que osase romper con lo establecido acabaría quemada en las llamas del Infierno, un mensaje aleccionador para las mujeres repetido en diferentes formas de castigo a lo largo del tiempo.

Fue en el año 1657, tras miles de asesinadas bajo este delirio fundamentalista y misógino, cuando la Iglesia mostró el primer atisbo de racionalidad e hizo la primera condena a la caza contra las mujeres con la “Bula Proformandis”. Aunque estas prácticas se siguieron aún produciendo hasta el 1750.

El caso de las brujas de Salem en Norteamérica en 1692 merece mención aparte ya que tiene elementos característicos de aquel contexto histórico y situación geografía que para poder ser analizado y desgranado en justicia tendría que dedicarle una columna completa, pero podemos decir que los procesos judiciales de Salem fueron también asesinatos en masa, que se produjeron bajo un delirio colectivo que señaló a mujeres inocentes a las que tras difamarlas, y procesarlas en unos juicios infames fueron condenadas a muerte.

Las brujas del S. XX- XXI

La historia continúa hoy en día en pleno S.XXI. La cuarta ola feminista de la actualidad la formamos mujeres sin miedo y libres en la lucha por nuestros derechos. Recuperamos la figura de la bruja como símbolo feminista por su valentía, su capacidad de desafiar todas las reglas establecidas, retar al patriarcado para revelarnos contra el destino que nos tiene reservado, y para hacer justicia a la memoria de aquellas “brujas” perseguidas y masacradas durante siglos por el hecho de ser mujeres poderosas que no seguían las normas establecidas. Las brujas y el Feminismo han estado y estarán siempre ligados.

Bruja. Pocas palabras encarnan tanto un conglomerado de prejuicios e ideas tan machistas como esta. Pocas despiertan tanto la imaginación y la fantasía del imaginario colectivo de menores y de adultos. Para niños y niñas es una figura que da miedo, sin embargo, el arquetipo es diferente para hombres y mujeres. Para los hombres la bruja es la encarnación de la madre malvada, la mujer cruel y el poder manipulador de las mujeres. Las mujeres por su parte, ante la disyuntiva entre ser la dulce y bella princesa que vive a la espera del príncipe azul, se decantan mayoritariamente por la bruja, símbolo de fuerza y sabiduría, que llama a la subversión y a liberarse del patriarcado opresor.

Por eso, ahora que los tiempos han cambiado, las brujas regresan rescatadas como icono de las reivindicaciones feministas pues reivindicar a las brujas es una manera de apropiarnos del viejo estigma y hacerlo nuestro como símbolo actual en defensa de otra manera de vivir como mujeres dentro de esta sociedad patriarcal.

Hoy, las brujas estamos a la luz del día, sin complejos, luchamos por la justicia social, la igualdad, contra el cambio climático, con una teoría política propia, y con un ideal de sociedad y economía feminista mucho más justa para todos y todas, y no solo para unos pocos de una élite. Las brujas de hoy nos manifestamos en las calles, nos enfrentamos cara a cara contra dirigentes políticos, bancos y multinacionales para cantarles sus vergüenzas sin miedo a que se nos quiebre la voz; escribimos libros, columnas y artículos como este; rodamos documentales, películas, cantamos y gritamos proclamas feministas sin complejos ni temor en cada una de nuestras acciones.

Este movimiento de reivindicación de la bruja, empezó en siglo XIX con la primera feminista que sacó a la luz la historia de las brujas y que se atribuyó a sí misma la etiqueta de “bruja”, ella fue Matilda Joslyn Cag (la inspiradora del actual movimiento “El efecto Matilda”). Una mujer con una biografía apasionante y que os recomiendo que leáis. Y continuó a finales de los ‘60 y durante la década de los ‘70. Entre 1968 y 1969 se fundó W.I.T.C.H (Women´s International Terrorist Conspiracy from Hell), un acrónimo cargado de significado bajo el que se unieron diferentes grupos feministas de EE. UU y que fueron determinantes para el feminismo socialista y el “Movimiento de Liberación de las Mujeres” de finales de la década de los 60.

Posteriormente, en esta última década, los colectivos feministas hemos retomado esas reivindicaciones de las compañeras feministas de los ‘60 y ‘70. Mujeres de todo el mundo nos hemos inspirado en las brujas, y hoy son un auténtico icono feminista el cual reivindicamos con orgullo, bajo el grito de “Somos las nietas de las brujas que no pudisteis quemar”, que en muchas manifestaciones del Día de la Mujer se escucha. Incluso organizando públicamente aquelarres simbólicos en torno a hogueras “para que arda el patriarcado” (que no los hombres). Como la representada por la Coordinadora Feminista de Valéncia el pasado 22 de junio en una performance en la plaza del ayuntamiento de la ciudad donde se escenifico esto mismo.

Podemos pues describir a las brujas víctimas de la cacería como mujeres libres que luchaban contra los poderes fácticos, que no se conformaban con la posición subordinada que los hombres tenían reservado para ellas y que se revelaban para vivir la vida que ellas querían, cultivando su pensamiento y ejerciendo el poder tanto como podían que ellas tomaban para sí mismas para ayudar a otras, son pues las brujas sin lugar a dudas las primeras mujeres feministas de la historia, mujeres que no obedecían sin más, que se resistían a renunciar a su autonomía e independencia, y es por ello que muchos y muchas no lo admitirán, pero sabemos que hoy las feministas son tachadas de “brujas” en el peor de los sentidos por aquella parte de la sociedad misógina que aún en 2021 rechaza el ver a las mujeres unirse bajo el Feminismo para luchar por lo que es simple y sencillamente justo para la mitad de la población mundial pero que por raro que parezca chirría y molesta. Como si las feministas tuviéramos que callarnos, y conformarnos con lo que hay. Pues no, somos el 52% de la población y como tal las mujeres queremos esa misma porción del pastel que es justamente lo que nos corresponde, ni más ni menos que la misma que les toca a los hombres. Porque no, ya no nos conformamos con las migajas que el patriarcado quiere darnos para mantenernos calladas y contentas.

El Feminismo ha conseguido dar la vuelta al “estigma bruja”, hemos dado a conocer la realidad y visibilizar a estas mujeres antepasadas nuestras para reivindicarlas y darles el lugar que les corresponde en la historia.

La historia de mujeres acusadas de brujería es triste y es un drama que supuso un auténtico genocidio basado en una lista negra de supuestas practicantes de brujería y magia negra que se produjo en una época en la que a las mujeres no se las permitía tener acceso al mundo laboral ni a la educación más elemental. Se veían abocadas a mendigar, o a prostituirse y cuya única otra opción que les quedaba era ayudar y guiar a otras mujeres a tener el control de su cuerpo y su vida justo lo que el sistema patriarcal más teme. Esas mujeres brujas fueron de las primeras feministas, sí, pero también las primeras científicas de nuestra civilización y pagaron con sus vidas por ello.

Imaginario colectivo de la iconografía “bruja”

La escoba, tradicionalmente, un símbolo de la domesticación de las mujeres transformada en objeto fálico sobre el que tienen todo el poder y sobre el que cabalgan por el cielo, símbolo de la práctica libre del sexo, algo que es directamente proporcional a la imagen que tiene la sociedad de una mujer sexualmente liberada. El caldero (las mujeres cocinan, como símbolo de las tareas del hogar) que siempre tienen preparado para pócimas mágicas con las que someter a los pobres hombres a algún hechizo o envenenarlos, o peor aún, para cocinar a niños que luego se comían porque eran mujeres que no procreaban, sin ningún instinto maternal y que odiaban a la infancia. La fealdad y vejez con la se las representa, las mujeres mayores “son feas y viejas” que carecen de todo atractivo para los hombres. Las ropas a veces harapientas como desprecio a la pobreza, o a una estética descuidada propia de mujeres que no “se juntan con hombres”, o si no también en contra posición se las pinta con vestimenta sexy para encima de brujas convertirlas en putas. El pelo, largo negro con muchas canas, engloba el poder pecaminoso de una mujer con el pelo largo a la par que se la tiñe de canas para recubrirla de un manto de vejez que la hace fea y le quita el poder de seducción y atractivo sexual. Nada es casual en toda la iconografía con la que se representa a las brujas desde una mirada patriarcal.

En el imaginario colectivo, los ángeles son seres etéreos, teóricamente sin sexo, pero con la apariencia de un niño rubio, dulce y regordete y que representan “el Bien”. Sin embargo, cuando hablamos de brujas, la figura que nos viene a la mente es una mujer vinculada “al Mal”, y para muestra un botón. En el Diccionario de la RAE (2019) si buscamos “bruja” encontramos que define a las brujas como: 1) En los cuentos infantiles o relatos folclóricos, mujer fea y malvada, que tiene poderes mágicos y que, generalmente, puede volar montada en una escoba. 2) Mujer de aspecto repulsivo. 3) Mujer malvada. Pero, por el contrario, asombrosamente la definición que hace la RAE de la palabra “brujo” es:  Hechicero supuestamente dotado de poderes mágicos en determinadas culturas.

Siempre que hay una mujer ejerciendo en algún puesto de poder, también se la tacha de “bruja”. Tenemos el ejemplo claro en Hillary Clinton, quien fue tildada de bruja por Donald Trump en la campaña de las elecciones de 2016. Pero no solo se la atacó con “bruja”, sino que el machista recalcitrante que abunda en muchos (y muchas) echaron sobre ella la retahíla típica de la iconografía de la bruja: mujer mayor, fea, vieja y mala. Y es que la animadversión que despierta en la sociedad las mujeres de más de 40 empoderadas, fuertes y seguras de sí mismas, se utiliza a modo de insulto en cuanto le tocas las narices un poco a alguien porque esto es lo que subyace en nuestra larga tradición de cultura patriarcal que odia a las mujeres. Aunque este odio a hacia la mujer mayor es algo que ya se dio en las civilizaciones antiguas y que con la caza de brujas se trajo hasta nuestros días, de hecho, eran las mujeres más mayores contra las que más se cebó la cazaría por ser brujas, y encima viejas y feas, como si no hubiera atisbo de nada positivo en una mujer de cierta edad. Así que no resulta extraño encontrar casos como el de Hillary Clinton hoy en día. Son prejuicios de una cultura machista que castiga a la mujer madura despojándola de todo atractivo físico e intelectual, y que ensalza al hombre al que las canas lo hacen interesante y sexy.

La cultura occidental moderna está plagada de arquetipos de la bruja malvada. Desde las brujas de todas las películas de Disney, hasta películas infantiles y para adolescentes como “Jóvenes y brujas”, “Las brujas de Eastwick”, el clásico “Hocus Pocus”, la archiconocida “La maldición de las brujas”, pasando por clásicos de Hollywood como “Atracción Fatal” en la que Glen Close está rodeada de “simbología bruja” de forma tan descarada que hasta tiene situada su casa en un antiguo matadero cerca de una zona industrial donde hay fuegos, hasta el momento presente con los grupos feministas de hoy a las que se nos tacha también de “brujas feminazis” que conspiramos para propagar no-sé-qué teorías misandricas que nada tiene que ver con la lucha feminista real.

Otro caso que merece mencionar es la cándida y divertida serie de los 60’s, Embrujada, que bajo una apariencia de “comedia” se reía de la figura de la suegra odiosa y la ama de casa amorosa esposa y madre. En los 60’s empezaba el movimiento de emancipación de la mujer a armarse y esta serie venía a aleccionar a las mujeres para que no fueran seducidas por el encanto del poder liberarse y ser mujeres independientes, e insumisas. Así tras cada capítulo el mensaje subliminal era que el orden patriarcal es el que ha de ser. La mujer en casa, y ya. Pues si vamos más allá en el papel de la protagonista vemos que era una bruja con poderes reales, que renunciaba a ellos para ser una buena ama de casa perfecta que llega incluso a entrar en conflictos con su madre (la suegra), que es una bruja también pero mala (la mala mujer, la vieja, “la feminista”) que odia a su yerno (porque todas sabemos que las feministas odiamos a los hombres), y que trata de que su hija, y nieta, tomen el control de sus poderes y se empoderen (porque eso es lo que hacen las brujas feministas, llevar por el mal camino a las buenas mujeres obedientes). Es sin lugar a dudas, revelador, lo que subyace cuando se rasca un poco y analizamos con espíritu crítico aquello que nos meten por los ojos a través de la televisión y demás medios audiovisuales.

Las feminazis y terfs. Las brujas de hoy

En resumen, feas, peludas, solitarias, malas, envidiosas, y con poderes diabólicos. Más o menos lo que hoy se dice de las feministas y abiertamente incluso desde el poder político. Aún recuerdo cuando en las elecciones de 2019, el portavoz de VOX, Jorge Buxadé dijo aquello de “hoy votan las feas” refiriéndose a las feministas, como si él fuera Brad Pitt y sin derecho al voto.

Esto se explica porque para el común de los mortales la idea que se tiene de las brujas es que son las que les hacen la vida imposible a las princesas que son en realidad las mujeres no feministas, porque las feministas supuestamente somos feas y envidiamos a las guapas que cumplen con la feminidad patriarcal y las brujas no cumplen con ella porque somos feministas. Por eso las guapas, las no feministas, tienen hombres y las feministas no los tenemos y queremos que las guapas se conviertan en feministas para que tampoco los tengan; a las guapas las piropean, a las feministas como son feas no, y supuestamente también tenemos envidia de eso, codiciamos su belleza, su reino o su príncipe. Pero no es broma, ni divertido, pues esas brujas en un tiempo fueron mujeres reales, y que fueron perseguidas y quemadas en una hoguera por esos prejuicios y estereotipos machistas de los que hoy nos permitimos el lujo de reírnos pero que en el fondo aún perduran y que nos convierten a las mujeres desde el alba de los tiempos como objeto de todos los males. La mujer y su cuerpo. Desde Eva ha sido así.

Una bruja es una mujer que no se adapta a las normas sociales convencionales y que, en esencia, implica un riesgo para el orden establecido. Sus conocimientos y saberes eran atribuidos a la magia, por lo que carecían de validez, a diferencia de los conocimientos masculinos que sí se consideraban científicos por estar dentro de las universidades y por tanto, eran válidos y universales.

La visibilización de las mujeres y su aporte a la humanidad pasa por revisitar la historia con una mirada feminista y contar lo que no se ha contado entre ellas la historia de las brujas. Tenemos que revisitar con mirada crítica los mitos y leyendas populares alrededor de ellas, explicar la simbología que las envuelve para darles su lugar en la historia, y al menos saber de quienes hablamos cuando decimos “bruja”, pues aun hoy en día se sigue utilizando el término bruja como un insulto dirigido exclusivamente a una mujer. Cabe señalar que en la actualidad aún hay países donde una acusación de brujería supone la muerte, como sucede en Tanzania, por poner un ejemplo claro, donde en 2018 se asesinaron a 479 mujeres acusadas de ser brujas.

Por todo ello las feministas reclama justicia para las mujeres acusadas inquisitoriamente de brujas, que la Iglesia pida disculpas de forma clara y contundente por el terror que desplegó sobre las mujeres señaladas, que sean ellos mismos quienes expliquen lo que aconteció en la caza de mujeres durante siglos para que no se olvide jamás ni caiga en saco roto.

Voy a cerrar la columna de este mes con una cita de la escritora y editora francesa Xavière Gauthière que en 1975 editó por primera vez la Revista “Sorcières” (“Brujas. Las mujeres viven”), una publicación literaria y artística que mostraba la visión creadora de las mujeres. En el manifiesto fundacional de la revista se explicó el porqué de este título para la revista, y esto fue lo que expresó:

“¿Por qué brujas? Porque curaban. Eran las curanderas y las sanadoras del pueblo. Eran las comadronas, quienes ayudaban a las mujeres a parir, a dar vida. También quienes las ayudaban a librarse de los embarazos no deseados. ¡Era demasiado! En el siglo XIV la Iglesia declara que, si una mujer se atreve a curar, es una bruja y por lo tanto debe morir”.

5 Comments

  1. Hola a todos ! Quiero contaros nuestra historia , aunque parece un poco terrible, pero bien que final es feliz . Somos una pareja de España que estamos luchando mucho tiempo con enfermedad mía. Por Cáncer me han quitado el útero. Pero el deseo de querer ser padres no nos dejaba vivir normal. Por recomendaciones hemos dirigido al centro de tratamiento de infertilidad de Feskov, que está en Ucrania . Para poder tener el bebé biológico …tuvimos que empezar el proceso de gestación subrogada . Ahora somos padres felices de nuestro hijo . Sinceramente queremos decir gracias a todos médicos de esa clínica ! Nunca hemos arrepentido de nuestra decisión !!

    • Tiene que ver porque el transgenerismo queer asocia a las feministas radicales con el concepto patriarcal «brujas» al igual que los fachas nos insultan con «féminazis», el colectivo transgénero nos insulta con «Terf». Por eso lo he titulado así «las feminazis y terfs somos las brujas de hoy» para el patriarcado.

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