Chile atraviesa momentos críticos. El gobierno no reacciona ante el avance de la derecha, situación que se verá plasmada en la discusión por la nueva Constitución, que desembocará en un texto más conservador que el impuesto por Augusto Pinochet.
Por Gonzalo Fiore Viani / La tinta
Gabriel Boric y su gobierno en Chile no logran hacer pie. A medida que la crisis política se profundiza en el país, lo que crece como principal oposición no es la derecha liberal tradicional, sino la “nueva” ultraderecha que bebe de las fuentes del viejo pinochetismo. La incapacidad del joven gobierno de dar cauce al proceso constituyente y de enfrentar los desafíos económicos, en materia de seguridad y de reclamos por derechos sociales, demuestra que, por lo pronto, no parece estar a la altura de las circunstancias.
La extrema derecha chilena arrasó en las elecciones constituyentes a comienzos de mayo, con la obtención de más del 60% de los votos y, paradójicamente, tras el estallido social de 2019, el país trasandino se encamina a aprobar una nueva Constitución Nacional igual -o, incluso, más a la derecha- que la actual Carta Magna pinochetista.
¿Cómo se puede explicar que, poco más de un año después de elegir al primer gobierno abiertamente de izquierda desde el retorno a la democracia, los y las chilenas ahora se inclinen hacia la ultraderecha? Resulta curioso que el mismo sector político que se opuso de manera abierta a modificar la Constitución de Pinochet, por estos días, esté encabezando el proceso.
Este será el segundo intento de crear un nuevo texto constitucional, ya que el primero, liderado por la izquierda, fracasó cuando la Constitución progresista fue rechazada por cerca del 62% de los y las votantes, en 2022. En su momento, se acusó al gobierno y a los sectores izquierdistas de tener poca habilidad y sentido político, al intentar crear una Constitución en un país históricamente conservador. Es innegable que hubo errores políticos debido a la inexperiencia. Ahora, el gobierno de Boric deberá intentar minimizar los daños en la medida de lo posible, lo cual es complicado, considerando la baja imagen positiva del presidente.
Desde hace meses, las encuestas han reflejado una alta desaprobación de la gestión presidencial, superando el 60% de imagen negativa, mientras que su margen positivo se sitúa por debajo del 30%. Estos resultados se alinean con lo sucedido en las elecciones del domingo 7 de mayo. El 62% de votos obtenidos por los y las constituyentes de derecha y extrema derecha guarda una similitud notable con el 63% de rechazo que recibió el texto constitucional progresista en el plebiscito de 2022.
Algunos analistas han interpretado estos resultados electorales como una suerte de “voto castigo” contra el gobierno. La ciudadanía identifica como los principales problemas la inseguridad y la situación económica. Las grandes ciudades atraviesan una ola de inseguridad sin precedentes, con un aumento del 70% en los homicidios en los últimos seis años y un incremento en los asaltos violentos. Además, la economía muestra señales preocupantes de desaceleración. Por lo tanto, resulta comprensible que haya un creciente descontento hacia un gobierno que aparenta ser incapaz de resolver problemas fundamentales.
José Antonio Kast, el principal referente de la extrema derecha chilena, que perdió en el balotaje en 2022, se atribuyó de inmediato la victoria en las elecciones constituyentes al afirmar: “Chile ha derrotado a un gobierno fracasado”. Incluso, desde sectores progresistas, se han realizado críticas al gobierno de Boric por no poder o no saber direccionar el proceso constituyente inicial.
En 2021, la izquierda obtuvo una amplia mayoría en las elecciones constituyentes, lo que precedió a la victoria de Boric en la segunda vuelta frente al candidato de extrema derecha. Durante los primeros meses de su mandato, el mandatario más joven en la historia de Chile tenía una imagen positiva cercana al 75%. Sin embargo, los y las convencionales constituyentes, con la aprobación o la indiferencia del gobierno, propusieron una reforma prácticamente radical en la concepción misma del Estado chileno en el proyecto de la nueva Constitución. La idea de aprobar una Carta Magna que declarara a Chile como un Estado Plurinacional, reconociendo los sistemas jurídicos indígenas en igualdad con el Sistema Nacional de Justicia, quizás fue una apuesta demasiado arriesgada en un país que no es particularmente inclinado hacia políticas de izquierda e, incluso, de centroizquierda.
A pesar de proyectar una imagen juvenil, fresca, austera y renovadora para la izquierda latinoamericana, Boric parece carecer de logros concretos en su gestión que lo diferencien realmente. Por otro lado, Kast, líder del Partido Republicano, ha descartado boicotear el proceso constitucional y afirmó que su partido liderará la redacción del nuevo texto. Paradójicamente, esto podría resultar en una Constitución aún más conservadora que la actual.
Un ejemplo destacado de la victoria conservadora es la figura de Luis Silva, antiguo asesor de Kast, abogado y miembro del Opus Dei, quien obtuvo la mayoría en la Región Metropolitana (que incluye a Santiago, la capital del país). Silva es un abogado y profesor universitario de tendencia ultraconservadora, contrario al aborto y al matrimonio igualitario, y está dispuesto a buscar en el nuevo texto una cláusula que consagre a la familia como el “núcleo fundamental de la sociedad”.
Es paradójico cómo, con tan solo una elección de diferencia, la sociedad chilena ha experimentado un cambio radical. Boric llegó a la presidencia con la promesa de un cambio real y una renovación respecto a sus predecesores. Sin embargo, hasta el momento, su gobierno ha demostrado incapacidad para concretar las reformas estructurales necesarias para cumplir con esas promesas de campaña. A pesar de proyectos importantes, como la reforma tributaria presentada el año pasado, el Ejecutivo aún no ha logrado dar respuestas a los numerosos problemas que afectan a la sociedad chilena. Esta falta de avance plantea interrogantes sobre la capacidad de transformación del actual gobierno y deja pendiente la búsqueda de soluciones efectivas para los desafíos que enfrenta el país. Por lo cual, la esperanza de cambio y renovación que acompañó a la elección de Boric se encuentra actualmente en un estado de incertidumbre y expectativa.
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