Es obvio que en las distintas épocas han aparecido fenómenos estéticos diferentes, pero ¿puede encontrarse una lógica de funcionamiento o una estructura básica que permita explicar dichos fenómenos de forma unitaria y alejada del juicio del arte relativo? Hans-Robert Jauss nos da las claves desarrollando una teoría de la experiencia estética y recurriendo al concepto de placer estético.
Transformaciones de la experiencia estética
El placer estético de la antigüedad clásica poseía tres funciones esenciales: imitativa, catártica y retórica. Aristóteles afirmaba que incluso las imágenes desprovistas de belleza podían producir placer. No obstante, Agustín de Hipona adviertió en la función cognitiva de este placer visual una dualidad, en la que, por un lado, el placer distrae al sujeto en lo mundano, algo que Agustín censuraba, y, por otro, puede ayudarle a transcender en la contemplación de Dios. Vemos, aquí, como el antiguo culto a las imágenes se transforma y el arte adquiere una función didáctica y comunicadora que caracteriza al dogma cristiano.
Durante el Renacimiento aparece el neoplatonismo que unificará elementos clásicos y cristianos. Además, en la abstracción, el alma emigra a la conciencia racional de las formas platónicas, de modo que en la contemplación o creación de una obra se hace necesario separarse de lo real y acercarse a la experiencia de la belleza, que será captada por las facultades intelectivas (vista, oído e inteligencia).
Con la aparición de la nueva ciencia en el siglo XVIII, la realidad se estudia bajo un prisma cuantitativo, con lo que la estética pasa de ontológica a gnoseológica. Kant propone situar en el centro de reflexión no el concepto de mímesis sino al sujeto, y define el juicio estético como algo subjetivo y como una visión puramente material, a la vez que cuestiona la capacidad cognoscitiva del arte. Posteriormente, Burke y Kant enfatizarán el sentimiento de lo sublime, estableciendo las bases del nuevo paradigma en el Romanticismo.
Así pues, la lógica de funcionamiento de la experiencia estética se basa en la conexión que establecen los espectadores con el objeto artístico, en tanto sujetos de una comunidad más que individualidades, generándose un experiencia comunicable y estableciéndose la intersubjetividad como su eje vertebrador y como indicador que nos permite reconocerla como tal. También es destacable su función cognitiva dual, ya que sirve tanto para enriquecer la percepción con nuevas perspectivas como para reforzar los valores establecidos.
Reflexión sobre la experiencia estética: «Mierda de artista» de Piero Manzoni
En 1961, Piero Manzoni puso a la venta 90 latas con 30 gramos de sus excrementos cuyo coste debía coincidir con el de 30 gramos de oro. Con el tiempo su precio ha ido aumentando, llegándose a pagar en 2015 la cantidad de 275.000 euros por una de esas latas. La obra de este autor no deja de ser una provocación que plantea el problema de los límites del arte y qué razones llevan a considerar un objeto elaborado sin demasiado esfuerzo por el hombre en una obra de arte. Se desprende, también, una crítica mordaz sobre el sentido del arte conceptual en la sociedad contemporánea y a la excesiva valoración económica de obras de arte en las que se emplean objetos clasificados como artísticos por decisión propia de los autores.
Esta obra se erige como una crítica al consumismo y a los artistas consolidados o a los que se autodenominaban artistas que realizaban trabajos mediocres, pero que insistían en llamar arte porque los habían hecho ellos. Manzoni propone una reflexión que puede interpretarse como una burla al siempre voluble concepto de arte o como un intento irónico de valorizar lo que había perdido valor en la sociedad industrializada de la época, de distinguir la producción puramente técnica de la artística o como una critica a un arte con poca calidad estética, sometido al desgaste del consumismo y de la especulación.
En este punto se hace necesario aludir al concepto de obra maestra en el arte, que es aquella que perdura para siempre, permaneciendo inmune a los cambios del juicio estético, y que posee la capacidad de cautivar y fascinar a una generación tras otra, cumpliendo con «la durabilidad, la identificación plena del espectador, la posibilidad de transmitir y hacernos sentir».
Las diferencias entre el arte antiguo y el actual se basan principalmente en la calidad y duración, belleza y contenido. Las obras del arte antiguo fueron realizadas con maestría y estaban dotadas de gran calidad, lo cual ha permitido su durabilidad y su pervivencia en el tiempo. En cambio, muchas de las obras que conforman el arte actual tienen una duración limitada debido a los materiales perecederos con los que se realizan.
El arte del pasado hacía énfasis en el contenido de la creación estética aludiendo a grandes temáticas con la intención de elevar el espíritu e iluminar la condición humana, el arte actual sorprende por su ligereza, frivolidad y falta de contenido e intelectualidad.
Por otro lado, el objetivo de los artistas del pasado era crear belleza, la cual, desde Platón hasta Nietzsche, estuvo unida a valores morales tales como la verdad, la justicia o la bondad. Estas obras contenían una belleza sublime que contrasta con las obras conceptuales actuales que dejan de lado ese rasgo o lo dotan de superficialidad. Si el arte del pasado hacía énfasis en el contenido de la creación estética aludiendo a grandes temáticas con la intención de elevar el espíritu e iluminar la condición humana, el arte actual sorprende por su ligereza, frivolidad y falta de contenido e intelectualidad.
Así pues, teniendo en cuenta lo expuesto anteriormente, «Mierda de artista» no podría considerarse una obra de arte en la antigüedad, ya que la forma vulgar y el contenido escatológico de la obra se aleja desmesuradamente de los cánones de belleza clásicos relacionados con la simetría y las formas armónicas. Si bien es cierto que alude conceptualmente a una realidad o verdad de su tiempo, esta se transmite en forma de denuncia irónica, pero sin relación alguna con los altos valores e ideales morales, lo bueno o lo bello que sí encontramos en las obras clásicas.
A modo de conclusión
Los cambios de paradigma y la evolución histórica que conforman el marco de las diferentes sociedades serán elementos determinantes en la transformación estructural que ha sufrido el concepto de arte en el tiempo y que podemos hacer extensible a la belleza, al juicio del gusto y a la experiencia estética. En referencia a esta última, no debemos olvidar la intersubjetividad social que comparte una sociedad con unos criterios unánimes que aspiran a ser universales, y la intencionalidad y singularidad del artista, así como a las técnicas y materiales que utiliza, siempre en constante evolución.
En la antigüedad el concepto de arte se definía principalmente como destreza relacionada con la aplicación de ciertas normas y con una vertiente cognoscible. El cambio de paradigma del Renacimiento afectó al arte, que se separó completamente de los oficios de las artes y expresiones humanas como tales, de forma que el artista adquiere protagonismo y aceptación social. En la Ilustración el arte adquiere un aspecto más independiente y racional, y pone énfasis en los significados. Posteriormente, ya en el fin de la etapa moderna, el Romanticismo otorga al arte una dimensión más sensible y pone de relieve al artista y su expresión, más que al significado.
En definitiva, el arte antiguo, unido a los valores morales, se basaba en el conocimiento de la existencia y no había en él lugar para la originalidad del artista, sometido a las normas que enmarcaban el canon de belleza clásico, el cual enfatizaba la simetría, la belleza y la catarsis. Podemos hablar de una adopción nominal de los términos antiguos referidos a la estética por parte del arte actual, aunque no existe una verdadera correspondencia entre los conceptos, que tienen significados muy divergentes. En la actualidad, el arte no contempla normas, deja margen de libertad al artista y el concepto de belleza prescinde de la vertiente moral de antaño y abarca solo valores estéticos.
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