Tortura, humillación, escarnio público y maltrato animal en su máxima expresión.
Es totalmente surrealista que, a día de hoy, con todos los avances que ha conseguido la humanidad en diferentes aspectos de la vida, sigamos pidiendo a gritos la abolición de estos crueles festejos que nos hacen retroceder siglos atrás.
¿De qué ha servido evolucionar, viajar, conocer y compartir diferentes culturas?
¿De qué han servido los miles de avances científicos y tecnológicos que nos han ayudado a avanzar y a desmotar viejas y absurdas creencias?
Pero, más allá y mucho más sencillo que todo eso, ¿dónde están la empatía y el sentido común?
Bien es cierto que el paso del ser humano por la tierra ha arrasado con casi todo lo que le rodea, hemos hecho de este mundo un infierno para los animales, para otros humanos, y para la propia naturaleza.
Lamentablemente hemos llegado a un punto en el que, en muchos aspectos, hacer daño ya es prácticamente inevitable, pero en muchos otros no, algo está cambiado en todas y todos nosotros y tenemos que potenciarlo.
Ayudarnos y luchar por un mundo mejor debe ser una tarea de obligado cumplimiento, pero, ¿cómo hacerlo, si a día de hoy, se siguen torturando y matando animales por diversión?
Basémonos en hechos, seré breve.
Una vez más el ser humano irrumpe en la naturaleza y en el reino animal, para separar a un becerro de apenas un año del calor de su madre para meterlo por la fuerza en un camión que lo transportará a una plaza de toros, donde un grupo de borrachos lo humillará y lo apuñalará hasta la muerte públicamente y en presencia de menores en el nombre de la cultura. Pequeños becerros de uno y dos años, a los que personas inexpertas, alumnos de la escuela de tauromaquia y público en general, le clavarán banderillas y atravesarán su débil y pequeño cuerpo con una espada, que en muchas ocasiones los atraviesa enteros. Crías que lloran llamando a sus madres desesperadamente y que solo atinan a refugiarse cerca a los tendederos pidiendo clemencia a sus torturadores.
Suena duro, ¿no? Pues creedme que lo es, yo lo he visto con mis ojos.
Y si algún atrevido quiere cuestionar el sufrimiento de un mamífero superior con sistema nervioso central al ser apuñalado en numerosas ocasiones y atravesado con una espada de un metro, puede escribir a la revista Science, porque sería toda una revolución científica. O ya que estamos, solo le pediría leer el informe técnico de Avatma, donde habla sobre la tortura a los becerros de uno y dos años, que son lidiados en las crueles becerradas.
De ahí la importancia del activismo y de dar visibilidad a estas despreciables prácticas que no nos dejan evolucionar como seres humanos.
La semana pasada quisimos darles voz a estos pequeños y coordinamos una acción en Twitter que fue apoyada con más de 13,000 tuits, la sociedad en general, pidiendo a gritos acabar con la tauromaquia, empezando por la más cruel de sus formas; las becerradas.
Me gustaría terminar este artículo recordando la preciosa historia de Ferdinand, un becerro que conseguimos salvar de la tortura y de la muerte en las fiestas de Collado Villalba, en Madrid, hace 3 años.
Diferentes asociaciones y multitud de vecinos, nos unimos y organizamos realizando numerosas acciones para visibilizar esta barbarie y presionar a los partidos políticos de la localidad para que liberasen a un becerro de los 4 que iban a ser torturados. Gracias a esa unión y después de mucho esfuerzo y sacrificio lo conseguimos.
Ahora vive libre y en paz en el santuario Compasión Animal situado en Valencia.
Y mucha gente se preguntará, ¿si solo es un becerro de miles que mueren al año?
Sí, es cierto, solo es un becerro, por eso seguiremos luchando día a día para que muy pronto, todos ellos sean libres y vivan en paz como Ferdinand.
Tauromaquia abolición.
Grande hijo