Por Puertos
Con el dolor unamuniano de España veo el panorama actual sin poder posicionarme. Desde un apatriotismo característico de los españoles, me reconozco hijo de esta tierra, de esta cultura. No sería —al menos lo que soy— sin todo mi contexto. Tampoco lo serían los catalanes, ni los extremeños.
Me niego a apoyar el pasado 1-O, por infantil y por alienante. Ese 1-O es fruto de los gritos contra la policía española, contra la prensa española, contra el gobierno español… En la democracia —Imperativo categórico de la CUP y el infantilismo de cierta izquierda que apoya el referéndum bajo la idea “Sólo es votar”— el pueblo elige a quien maneja su látigo. Elige quien golpea sus espaldas. Lo “bueno” del capitalismo es que el trabajador elige a quien vender su fuerza de trabajo —no sufre una enajenación divina o señorial— Cuando esa venta, más allá de lo económico, pero también en lo económico, ocurre en un proletario se dan estas imágenes.
El pueblo catalán salió bajo el discurso trasnochado de la libertad de votar, como si no hubiese represalias, como si saltarse la constitución no fuese a ser un delito. No digo que la Constitución tenga que cumplirse, digo que el poder establecido hará todo lo posible para que se cumpla
Antes de avanzar una crítica, que creo necesaria, quiero marcar que no puedo reprochar nada a la derecha —esta vez bien utilizada— española. No apoyo a la represión, sólo que no puedo enmarcarla en ningún marco ético/moral porque es lógica. No se espera piedad de un rival que se sabe en guerra, algo que a los marxianos actuales se les olvida y es básico, es la guerra interna de la clase dominante —la lucha burguesa como motor de lo político y lo económico—.
Me cuesta creer que mañana —Žižek quiere ver, yo también, la segunda parte de V de Vendetta— la policía catalana, la prensa catalana y el gobierno catalán serán aliados. En política los apellidos son importantes, catalanes y españoles no son diferenciadores al menos para la clase. Mañana el gobierno catalán volverá a ser el enemigo de un pueblo que cree que la lucha de clases se subsana con la lucha de independencia… Vimos como la derecha —ahora si— catalana empujaba a un proletariado a las porras de una policía que cumplía su trágico papel —una policía también alienada—. De ser un elemento diferenciador en la explotación, el nacionalismo sería originador de cualquier teoría emancipatoria de la clase… pero la clase nace sin país alguno.
Desgraciadamente, o no, para independizarse hay dos posibilidades reales y la burguesía catalana no ha elegido ninguno de los dos. La democracia no es un imperativo categórico, el derecho no se sostiene en un bien intangible al cual abrazamos por decisiones generales, el Estado se sostiene en el poder. Dicen en juego de tronos: “El poder es poder”. Esas dos posibilidades o en base a la constitución o de manera violenta —una violencia que no tiene por qué ser física—. El pueblo catalán salió bajo el discurso trasnochado de la libertad de votar, como si no hubiese represalias, como si saltarse la constitución no fuese a ser un delito —¡Ojo! No digo que la Constitución tenga que cumplirse, digo que el poder establecido hará todo lo posible para que se cumpla—.
Pero desde luego, lo que más me ha perturbado durante este tiempo de silencio relativo, ha sido la falsa idea de oposición entre España y Cataluña… ¿Cómo puede oponerse un conjunto —también con Cataluña— a una parte? Únicamente esa parte, en diferentes escenarios, puede oponerse a si misma. Pues España no sería España sin Cataluña ¿Qué digo? Sin darle importancia a la oposición patriótica de una derecha rancia, me preocupa la oposición de una “izquierda” … Ninguna oposición puede darse bajo la bandera rojigualda, la oposición a la independencia es desde una señera.
Mi no amor a España no evita que la sienta, en cada paso, en cada conversación, en cada paisaje urbanístico —también en nuestras humillaciones, en nuestro humor— amo la tierra que me ha visto crecer, no el Estado que me ha impedido avanzar —creo que los independentistas estarían de acuerdo en esta última frase—. El nacionalismo es una realidad, aquí no puedo negar ese texto famoso de “Marxismo y la cuestión nacional” pero desde luego, España no es quien aplasta a Cataluña. No obstante, apoyaré cualquier decisión de un proletariado catalán, pero de un proletariado que no sirva a los intereses de una burguesía. Es decir, apoyaré a cualquier pueblo que bajo sus intereses actúe desde una información desinteresada… sin los apellidos catalanes o españoles, cosa que no ocurre. La democracia se conquista, no existe en abstracto, aunque a la CUP le cueste entenderlo.
Un conocido discurso patriótico y nacionalista español, que no se reconoce a si mismo como tal mas que en los lindos paisajes de nuestra piel de toro, así me gusta que solo apoyes a los que tu consideres verdaderos proletarios no contaminados por la burguesía. El certificado de proletarios no contaminados debería de otorgarlo algún departamento oficial y así sería mas sencillo todo.