Bailando en las sombras

Por Angelo Nero

Aunque me sienta fuertemente atraído por la cultura armenia, que tiene en el cine un montón de referencias notables, desde el reconocido internacionalmente Atom Egoyan –con títulos destacados como “Exótica” (1994), “The sweet hereafter” (1997) o “Ararat” (2002)- hasta el imprescindible Sergei Parajanov –“Sombras de los ancestros olvidados” (1964), “El color de las granadas” (1968)-, tengo que reconocer que la vecina Georgia, de la que lo que más tengo son referencias de su convulsa historia política post-soviética, plagada de guerras civiles,  luchas de independencia y conflictos armados con Rusia, es un territorio del que no tengo demasiadas informaciones en el campo de la cultura, todavía menos de su modesta filmografía en las últimas décadas (aunque sé que tuvo una época dorada en los años sesenta). En los últimos años la más destacada, aunque realmente es una producción estonia, fue la película “Mandarinas” (2013), de Zaza Urushadze, nominada al mejor film extranjero en los premios Óscar, y que me avivo la curiosidad por conocer algo más de la cultura de este país del Cáucaso, cuna de Stalin y Shevardnadze.

Por eso sume a mi agenda cinéfila la coproducción sueco-georgiana “Da cven vicekvet” (titulada aquí como “Solo nos queda bailar”), a pesar de desconocer las cintas anteriores de su director, Levan Akin, “Certaín People” (2011) y “The Circle” (2015), nacido en Estocolmo, pero fuertemente ligado a sus raíces georgianas. Curiosamente este tercer largometraje de Akin –y quizás por eso llega a nosotros- también fue seleccionado para competir en los Óscar como mejor película extranjera, aunque no por Georgia, sino por Suecia.

Sea como fuera, “Da cven vicekvet” nos muestra, con una hermosa mirada, el corazón de la tradición georgiana, la danza folclórica, que tiene sus máximas expresiones en el kartuli, en el khevsuruli y en el khorumi, pero, aunque el baile y la música ocupen una parte importante del film, eso no es un musical, sino una dramática lucha por romper los lazos culturales, sociales y sexuales. El mundo de la danza georgiana, plagado de estrictas normas y con una disciplina férrea, es empleado como un escenario idóneo para acercarnos a una sociedad fuertemente atada a la tradición, en la que los protagonistas, Merab (Levan Gelbakhiani) y Irakli (Bachi Valishvili), bailarines del National Georgian Ensemble, intentan sortear las tensiones del arraigo cultural y del despertar de su sexualidad.

Lo que comienza como una lucha entre dos bailarines por conseguir un puesto en una prestigiosa compañía, derivará en una estrecha amistad entre los dos jóvenes, quizás en algo más, algo no muy bien visto por sus compañeros, familiares y maestros, hondamente lastrados por la tradición georgiana. A pesar de que Georgia es uno de los pocos países de la órbita exsoviética en el que está prohibida la discriminación por la orientación sexual, la película fue todo un revulsivo en la sociedad del país caucásico, provocando manifestaciones de rechazo por parte de grupos ortodoxos integristas y de la ultraderecha nacionalista.

El rodaje también fue complicado y tuvieron que recurrir a servicios de guardaespaldas y a planes alternativos para evitar los boicots, algo que muestra las tensiones evidentes dentro de una sociedad donde la homofobia sigue anclada, pero donde las nuevas generaciones luchan por cambiarla, de tal modo que en el estreno en un céntrico cine de Tiflis, las entradas se agotaron durante los tres días de proyección, aunque tuviera que hacerlo con un férreo cordón policial.

“La danza georgiana está basada en la masculinidad, aquí no hay sitio para la debilidad”, dice el maestro de Merab e Irakli en un momento del film, y parece que esto se extiende a toda una sociedad, donde todavía persisten los “crímenes de honor”.

No quiero destripar demasiado de una historia que fue contada tantas veces, a pesar que de esta vuelta lo hacen de una forma notable, pero si destacar la sobresaliente actuación del debutante Levan Gelbakhiani, que nos recuerde alTimothée Chalamet de “Call me by your name” (2017), acompañado por un elenco que le da muy buena respuesta tanto en los momentos dramáticos de la cinta como en los musicales, especialmente en estos que también tienen su carga dramática. A destacar en este punto lo que cierra la película, en un baile espectacular en el que el protagonista, Merab, expresa todo lo que no puede decir con palabras, un grito en la oscuridad que parece la danza de un de una luciérnaga, esforzándose por salir de los esquemas de una disciplina –no solo artística, pero expresada a través de ella- encorsetada en unos movimientos militares, como manda la tradición.

Suecia, Georgia, 2019. Título original: Da cven vicekvet. Direción: Levan Akin. Guión: Levan Akin. Productores: Ketie Danelia, Mathilde Dedye. Música: Zviad Mgebry, Ben Wheeler. Fotografía: Lisabi Fridell. Montage: Simon Carlgren, Levan Akin. Reparto: Levan Gelbakhiani, Bachi Valishvili, Ana Javakishvili, Giorgi Tsereteli, Tamar Bukhnikashvili, Marika Gogichaishvili, Kakha Gogidze, Levan Gabrava, Ana Makharadze, Nino Gabisonia, Mate Khidasheli, Aleko Begalishvili, Nia Gvatua, Lucas Hesling, Ketie Danelia, Giorgi Aladashvili.

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