Así se vive sin comprar

Por Manuel López Arrabal

“El capitalismo es un productor de escasez: produce poco para muchos, mucho para pocos y mal para todos”

-Juan Torres López (Sevilla)-

El consumismo amenaza el planeta, pero está en marcha la revolución de quienes prefieren reciclar y compartir en lugar de ir de compras. Si el consumismo es la actitud que sostiene una economía que se ha demostrado ambientalmente insostenible, comprar menos o no comprar son las estrategias más directas para que las cosas cambien de verdad. Así lo entendieron, por ejemplo, un grupo de vecinos de San Francisco (Estados Unidos) que desde el año 2006 se propusieron reducir sus compras al mínimo posible. El grupo se bautizó como “The Compact” y ha alcanzado relevancia mundial a través de internet. Actualmente son más de 10.000 compacteros afiliados en todo el mundo que intercambian entre sí ideas y experiencias relativas al no consumo. Muchos de ellos cuentan antes de su compromiso anticonsumista como se sorprendieron al comprobar lo poco que necesitaban muchas cosas que antes les parecían imprescindibles.

John Perry, compactero que trabaja para una empresa de alta tecnología, afirma: “Somos personas para quienes reciclar no es suficiente. Intentamos salir de la cárcel del consumismo de productos de primera mano porque la cultura del consumo está destruyendo el mundo. La única manera de salir de la crisis ecológica y socioeconómica en la que nos encontramos, es dejando de comprar”.

Mientras las masas invaden los centros comerciales en su tiempo de ocio, los compacteros se ocupan de otros menesteres. Visitan, personalmente o a través de internet, las tiendas de segunda mano y los mercados de intercambio. Cuando no encuentran lo que desean, recurren al resto de miembros del grupo, encontrando en la gran mayoría de los casos lo que buscan, y si no lo encuentran se replantean si realmente lo necesitan.

Los miembros del grupo The Compact procuran seguir al pie de la letra su Resolución de Año Nuevo, una declaración de principios que guía hacia la salida de la “cárcel consumista”. Sus objetivos son: contrarrestar los perjudiciales impactos ambientales y socioeconómicos causados por la cultura consumista de Estados Unidos, hacer frente y debilitar a las poderosas empresas multinacionales y apoyar a las pequeñas empresas locales. Para ello, además de reciclar y reducir los residuos generados en casa, hay que simplificar la forma de vivir alejándose de la competitividad y de la acumulación materialista. Las reglas que siguen los compacteros son:

No comprar nada nuevo. Es la primera regla, estando solo permitido la adquisición de bienes de segunda mano, el intercambio o el préstamo. Esta norma esencial tiene sus excepciones: los alimentos, las bebidas, las medicinas, los productos de limpieza e higiene y la ropa interior.

La contratación de servicios locales. Cuando sea necesario obtener los servicios de electricistas, fontaneros, mecánicos, veterinarios o limpieza doméstica, se acudirá siempre a los profesionales del entorno más cercano.

Regalar artesanía o productos locales. Se procurará regalar objetos de elaboración propia o de artesanía local. También se permite regalar servicios personales, como por ejemplo un masaje, o bien regalar tiempo y dedicación para la realización de cualquier menester que precise el agasajado. Los productos de comercio justo son otra opción “legal”.

Disfrutar del ocio y tiempo libre de forma respetuosa con el medio ambiente. Los materiales para las actividades artísticas como son la escultura, la cerámica o la pintura, se obtendrán directamente del reciclaje o del mercado de intercambio antes de comprarlos. Evidentemente, cada cual decide sobre su tiempo libre, optando preferentemente por actividades lúdicas de bajo impacto ambiental, como pueden ser: pasear a pie o en bici, organizar fiestas y reuniones en casas de amigos o lugares públicos cercanos, practicar deportes y viajar durante las vacaciones no muy lejos y, preferentemente, en medios de transportes públicos. En cuanto a la actualidad informativa y la cultura, no está permitida la suscripción a revistas o periódicos en papel, puesto que internet permite acceder a la mayoría de la información. Tampoco la compra de libros, música o películas de primera mano. Sí está permitido, sin embargo, la descarga de estas creaciones literarias y artísticas por internet.

La idea de The Compact no es nueva, pues forma parte del ideario de casi todos los movimientos socioculturales alternativos. Es un movimiento reformista no revolucionario, no están en contra de la propiedad privada y sus miembros creen en el poder de las decisiones individuales para controlar la propia vida, al tiempo que sirven de referencia para orientar a la sociedad hacia la sensatez del consumo responsable y el desarrollo sostenible. Lo más llamativo de este movimiento, es el importante número de personas de clase media y alta que siguen sus directrices. Otra novedad es que se permite el acceso temporal al grupo a modo de aventura, para volver más tarde al habitual estilo de vida seguramente con hábitos más ecológicos.

The Compact se abstiene de las prácticas anticonsumistas más radicales, como las de algunos “okupas” españoles que consumen la comida encontrada en los contenedores de basura, sin ánimo de menospreciar y con todos mis respetos hacia ellos, a quienes felicito por su enorme valentía. Realmente siento admiración por aquellas personas que no se ponen ningún tipo de limitación en este sentido, como por ejemplo Alicia Martínez, una joven “okupa” de Barcelona, que trabajó en numerosos empleos temporales y que empezó a estudiar Bellas Artes, convirtiéndose después en una erudita del reciclaje y del vivir sin dinero. Es autora de la guía callejera de Barcelona “A pie de calle”, única en su género, acerca de los recursos gratuitos de la capital catalana. Cita los lugares donde se puede comer, conectarse a internet, conseguir artículos como ropa, muebles y otros artículos, lugares para vivir e intercambiar cosas y conocimientos, etc. Y todo ello gratis. En sus propias palabras, “es una guía para vivir de otra manera, rompiendo las cadenas del consumismo. Es una barbaridad comprar comida para que sigan produciéndola a destajo y tirando gran cantidad de excedentes a la basura. Cada día encuentro comida buenísima en los contenedores de los supermercados”. Su máximo interés es ayudar a los colectivos más desfavorecidos de la ciudad y colaborar en la creación de un mundo más sostenible. Buscar comida en la basura puede resultar indigno o penoso para una mente convencional, pero entre muchos militantes alternativos es un comportamiento político y personal totalmente coherente. Un estudio realizado en la Universidad de Arizona, da la razón a Alicia: casi la mitad de los alimentos que se producen en Estados Unidos acaban en la basura, lo que supone un despilfarro de más de 100.000 millones de dólares al año.

En nuestra sociedad actual, los bienes de consumo son, principalmente, símbolos que distinguen a sus propietarios y que transmiten una serie de mensajes acerca del ideal de vida, del reclamo hacia el otro sexo o de la posición social. Por tanto, el consumidor se va construyendo una identidad mediante las cosas que compra, teniendo el acto de comprar unas profundas implicaciones sociales, culturales e incluso, espirituales. Si los poetas, moralistas y filósofos del siglo pasado se preguntaban si se trabajaba para vivir o se vivía para trabajar, actualmente, en esta era del capitalismo salvaje, la cuestión sería:

¿Consumimos para vivir o vivimos para consumir?”

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