Arte y cultura en llamas: sociedad, containers, barricadas y danza

Por Ricard Jiménez

Hace un año, aunque parezca un siglo, durante el confinamiento del pasado 2020 se ensalzó la relevancia de los proyectos culturales y artísticos que se pusieron en marcha. En aquel momento la cultura y el arte, ante el aburrimiento se consideraban un esencial. Tras la desidia de inactividad obligada, las proclamas del sector, quedaron en saco roto nuevamente.

Esto es parcialmente cierto, puesto que cuando se habla de inversión en tal ámbito siempre aparecen las mismas caras, los mismos quienes ya encuentran un holgado colchón monetario.

Recuerdo mi profesor de filosofía de bachillerato, quien afirmaba que, en la sociedad del turbocapitalismo neoliberal, el único proyecto viable era aquel que consideraba el ocio como fuga y evasión de la propia individualidad, pero que, a su vez, es capaz de reproducir el proceso económico latente. No iba desencaminado y, de hecho, ahora ha quedado patente en forma de pregones por la libertad. Libertad para el bebercio y para el desempeño de la «libertad de expresión» para aquellos que en cálculos permiten hacer seguir girando la rueda.

La batalla cultural, en lo teórico, se desempeña y gravita en los ejes izquierda derecha de forma constitutiva, sin embargo, en la praxis la expresividad se torna en factible de forma transversal. Donde se rompe el esquema es al contemplar las distinciones de arriba a abajo.

¿Un ejemplo? El octubre de 2019, Miquel Barcelona, «debido a que las políticas culturales no apoyan el tejido artístico de la ciudad de Barcelona y dado que, a menudo, son los mismos artistas quienes generan iniciativas para mantenerlo vivo con su compromiso, esfuerzo y dedicación», prendió la chispa de BARRICADA CDR en la Sala Ars Teatre de Barcelona.

A través de los «Ciclos de Danza en Resistencia» el proyecto se pone en paralelo «a las causas, mal llamadas, minoritarias». Explica Miquel que con «piezas cortas – a las que también llama recurrentemente containers – de creadores de danza vivan su práctica como una herramienta de transformación social».

En el último de estos ciclos, el quinto, participaron Iris Borràs, Guenot & Friends y Pau Arnal Ferrer.

Tras una entrada completa, siguiendo todas las medidas sanitarias recurrentes, se apaga la luz y en la penumbra quietud, ligeros movimientos de Iris Borràs, quien con ‘Aliè, Aliè’, de creación propia, quiere transmitir como «nuestros cuerpos están marcados por historias del pasado. ¿Qué sucede en el complejo sistema corporal después de un fuerte traumatismo? Después de un colapso, ¿qué procesos vivimos para «acomodarnos a las incomodidades?».

Estas preguntas son el punto de partida de ‘Aliè, Aliè’, «un viaje por algunos de los caminos y posibilidades en nuestro cuerpo, un rompecabezas en movimiento», explica Iris. Con total acierto no podemos no hacer nuestras las preguntas, Iris, por lo menos, trata de darle respuesta, cuando todos, inmersos aún en la pandemia, deambulamos en un vaivén, más sentimental que racional, y poco seguro en la pesquisa expositiva de la existencia contemporánea.

Escribió Nietzsche, de quien no soy fiel adepto, que la mejor forma de explicar la realidad es a través del arte, porque no se conceptualiza en un lenguaje social unívoco. ¿Tendría razón? Lo que podemos tener por seguro es que a través del arte es como vivimos, excepto los trabajadores esenciales – curiosa expresión, como si la sociedad pudiera constituirse a espaldas y sin trabajadores – parte del proceso pandémico.

El intervalo a oscuras permite la aparición en escena del siguiente «container», ‘Can you do this?’ de Guenot & Friends, que «propone un juego de imitación en el que las intérpretes se encuentran desafiándose mutuamente y componiendo en tiempo real. La pregunta ‘Can you do this?’ funciona como disparador de un dispositivo escénico que habilita un diálogo gestual de preguntas y respuestas».

La mimesis es el primer factor del aprendizaje humano, que también es claramente moldeable. Aquí entra en juego el «salir del individuo mismo» del que hablaba mi profesor de Bachillerato. Esto es notorio al tratar los fenómenos culturales y artísticos de masas. Muchos son los «eruditos» que discurren en el debate sobre tal cuestión, siempre desde una posición privilegiada, desde la que ensalzan o rechazan minuciosamente los procesos contemporáneos, el trap, el reggaeton… En una sociedad en la que se invierte ingentes sumas de dinero en producir, válgase la redundancia, seres altamente productivos y consumidores del producto enlatado y de caducidad precisa.

Cambio de luces, una silla antigua, un libro… Pau Arnal con ‘ANNA’, «un momento, una divagación de la consciencia en una mente enclaustrada que vive sus realidades de forma intermitente». El humo, de repente, invade el escenario, la cara de Pau ahonda, literalmente, las líneas literarias más allá del contexto presente, el libro.

Sin palabras, en la era de la reproductividad técnica, más que a partir de un libro, en un proceso quijotesco, lo coetáneo se manifiesta y emula la ficción ostensible en redes sociales. Este hecho, también demuestra el carácter de clase de la humanidad constituida como globalista. Esto no me lo invento yo, según cifras de Statista, «los usuarios de muchas economías en desarrollo registran el mayor tiempo invertido en Facebook, Twitter, Instagram y similares, como en Filipinas (con 4 horas y 15 minutos) y Brasil (con 3 horas y 42 minutos). En cambio, los internautas más despegados de ellas se encuentran en algunos de los Estados con mayor renta per cápita del planeta».

Al fin y al cabo resultan ser la forma principal de conocer al otro, una fuente principal de información o de relación social, curiosa o efectivamente, desde un plano lejano a la misma existencia.

Mucho se ha tratado el tema de lo dañino de la «happycracia» en Instagram o del uso ostensible de las redes algorítmicas para enclaustrar el pensamiento en cuadraturas impostadas en Twitter. Estas son capaces de definir límites, márgenes e incluso fronteras.

Aunque ahora nos encontramos en una crisis global, que nos arde materialmente en las manos, la celada sigue siendo una sublime exquisitez.

Se prevén 40.000 desahucios en España tras el fin del estado de alarma, sobre el 40% de paro juvenil, «un cuarto de las familias españolas se encuentra en riesgo de pobreza extrema tras el primer año de pandemia», según estimaciones de la Fundación Madrina y un «paro real en España en el 22%, incluyendo los ERTEs y los autónomos en cese de actividad», conforme al estudio de la misma fundación. En lo que refiere al sector cultural todos conocemos el mercado…

Por defecto, o a conciencia, no propia, sino generada forzosamente, las divagaciones siguen enclaustradas en una parábola que, silencia las voces que gritan desde escenarios alternativos. Al fin y al cabo la voz se sigue comprando al contado.

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