la oposición al gobierno de Nikol Pasinhyan comenzó un movimiento de resistencia civil, -cómo el que, en 2018 lo llevó al poder, con la Revolución de Terciopelo-, con bloqueos de calles, marchas de protesta, y actos de desobediencia civil
Por Angelo Nero
El 24 de abril se conmemoró el 107 aniversario del inicio del Genocidio Armenio, que ya tenía un oscuro precedente en la masacre de Adana en 1909, y que de un modo planificado por el gobierno del imperio otomano causó la muerte de dos millones de armenios, entre 1915 y 1923, y la erradicación de su cultura de Anatolia Oriental, un genocidio que, a día de hoy, sigue sin ser reconocido por el estado turco (tampoco por el español), y que, dada la agresiva política de Erdoğan y de su aliado azerbaiyano Aliyev, parece que, en cualquier momento, está a punto de volver a suceder, como se mostró trágicamente en la reciente guerra de Artsakh.
Un día después de que la conmemoración reuniera a miles de armenios de todo el estado y de la diáspora, subiendo con antorchas hasta el Tzitzernakaberd, en Ereván, donde se encuentra el memorial del Genocidio, la oposición al gobierno de Nikol Pasinhyan comenzó un movimiento de resistencia civil, -cómo el que, en 2018 lo llevó al poder, con la Revolución de Terciopelo-, con bloqueos de calles, marchas de protesta, y actos de desobediencia civil, por el cambio de postura con respecto a la integridad de la República de Artsakh y a la normalización de relaciones con Turquía y Azerbaiyán.
El Movimiento de Resistencia, convocante de las protestas, está animado por los partidos opositores al actual gobierno armenio, encabezados por la Federación Revolucionaria Armenia (FRA–Tashnagtsutiún), que forma parte de la coalición Alianza Armenia, liderada por el ex-presidente Robert Kocharián, y que es la segunda fuerza del parlamento (27 diputados, frente a los 72 del gubernamental Contrato Civil de Pasinhyan).
Según informa el Diario Armenio, el 29 de abril, cuando se cumplía el quinto día consecutivo de movilizaciones, la manifestación en el centro de Ereván partió de la estatua de Aram Manukyan, fundador de la primera República Armenia, en 1918, y miembro destacado de la FRA, donde el vicepresidente de la Asamblea Nacional, y diputado también de ese partido, Ishkhan Saghatelyan, declaró: “La gente se puso de pie, está lista para defender sus derechos, defender a Artsakh y a Armenia. El pueblo quiere seguridad, prosperidad, quiere tener una patria y sabe muy bien que ese es el tema de la existencia de Armenia, por eso se puso de pie, vamos a llegar hasta el final. Desde el 1º de mayo comenzaremos la etapa final e importante de nuestra lucha”.
Viendo las imágenes de esa jornada, en la que se veían a muchos jóvenes, no pude dejar de pensar en aquel lejano 17 de agosto de 2018, en el que escuchábamos en la Plaza de la República, atestada también de jóvenes con deseos de cambio, a Nikol Pasinhyan, que entonces cumplía sus cien primeros días de gobierno: “En Armenia, no hay un gobierno de coalición. No hay mayoría parlamentaria. En Armenia el poder supremo pertenece directamente al pueblo, que lleva a cabo un gobierno directo. Este es el significado clave de la revolución que tuvo lugar en Armenia. En consecuencia, las multitudes que se reúnen en la plaza se deben considerar como el cuerpo supremo del gobierno del pueblo. Esto significa que en adelante los funcionarios serán responsables ante esta plaza, obedecerán a esta plaza, y todos las decisiones clave deben tomarse aquí en esta plaza.”
Entonces escribí: “Realmente parecía, más que un revolucionario, un profeta, a los que sus seguidores escuchaban con un fervor que realmente no habíamos visto nunca en nuestra tierra, quizás esa magia que tuvo Felipe González en su primera época, aunque, pensando en él, también pensé en alto, mientras nos alejábamos de la plaza: ¡Ojalá no les decepcione!.” Pero después vino la invasión de Nagorno Karabakh por las fuerzas turco-azeríes, y el mundo le dio la espalda a la Revolución de Terciopelo, incluidos los “aliados” rusos, se firmó un armisticio por el que la República de Artsakh perdía tres cuartas partes del territorio, con miles de muertos y prisioneros, y la decepción comenzó a anidar en la sociedad armenia, pese a lo que, en las elecciones parlamentarias de 2021, y contra todo pronóstico, Pasinhyan volvió a ganar las elecciones con mayoría absoluta y con casi el 54% de los votos.
En aquellas elecciones la oposición acudió desunida, pero ahora todos parecen cerrar filas ante el movimiento liderado por el FRA, desde la alianza Tengo Honor, de Arthur Vanetsyan (que obtuvo un 5% de los votos y consiguió 6 diputados en los últimos comicios), hasta las formaciones extraparlamentarias como Armenia Próspera, liderada por el millonario Gagik Tsarukyan, y alentada por el ex-presidente Robert Kocharián, así como organizaciones estudiantiles, desencantadas con aquel periodista rebelde que llegó a la presidencia al ritmo del “Duvox”.
Mientras en distintos puntos de la república de Armenia se desarrollan estas protestas contra el gobierno, en la parte de la república de Artsakh que no ha quedado bajo la ocupación azerí, en Stepanakert, también se desarrollaron manifestaciones de los familiares de los soldados muertos, mutilados o hechos prisioneros en la guerra de 2020, descontentos con el gobierno de Ereván y ante la dirección militar armenia por las “acciones presuntamente cometidas por oficiales armenios de alto rango que tuvieron un impacto negativo en la efectividad de combate de las fuerzas armadas y afectaron el resultado de la guerra.”
Este primero de mayo la oposición decidió subir un poco más la temperatura de las protestas anti-gubernamentales, y hacer una gran demostración de fuerza con una manifestación masiva en la Plaza Francia de Ereván, donde miles de gargantas cantarían el himno de esta nueva “revolución”: Զարթնի՛ր, լաո (Despierta mi hijo). Emulando a las marchas iniciadas por el presidente Pasinhyan, en el ahora lejano 2018, distintas columnas convergieron allí desde distintas regiones de la nación armenia como Ijan, Tigranashen, Sardarabad y Aparan, una multitud escuchó a Ishkhan Saghatelyan, una de las cabezas visibles de este Movimiento de Resistencia, que dijo: “el actual gobierno no tiene mandato para hacer concesiones al país”. “Hay que demostrar que no solo no tienen mandato, sino tampoco energía. En muy poco tiempo tenemos que hacer capitular al capitulador.”
Ayer, lunes dos de mayo, la tensión subió un poco más con bloqueos de una docena carreteras de la red principal de la capital, en la segunda semana de protestas, con un amplio dispositivo policial que intervino deteniendo más de trescientos manifestantes, en una estrategia que busca, como objetivo final la renuncia del presidente armenio, después del polémico discurso ante el parlamento de hace unas semanas, cuando habló de los principios de un acuerdo de paz con Azerbaiyán que “incluyen el reconocimiento mutuo de la integridad territorial, la confirmación mutua de la ausencia de reclamos territoriales y la obligación mutua de no usar la fuerza para resolver disputas en la región”, lo que es interpretado por la oposición como una cesión de control de Artsakh al país enemigo, a pesar de que Nikol Pasinhyan afirmó que era “una medida para garantizar la seguridad y los derechos de los armenios de Nagorno-Karabakh”.
Nuestro colaborador Hayk Ghazaryán, hacía esta interesante valoración de la delicada situación de la República de Artsakh: “Lo que está pasando en Artsakh era algo previsible. Las fronteras de lo que ha quedado con Artsaj fueron trazadas por el trío ruso-turco-azerí antes de la guerra del 2020. A cambio del visto bueno de Putin, Rusia obtuvo el permiso para meter sus «fuerzas de la paz» en el territorio. Pero Rusia también les había prometido el llamado «corredor de Zanguezur». Pero ahora, al no poder obtener ese corredor y al ver la debilidad de Rusia (y que se está desangrando por la guerra en Ucrania), los azeríes quieren el resto de Artsakh. Las fuentes desde Artsakh barajan dos teorías con respecto al no cumplimiento de sus obligaciones de las «fuerzas de paz» rusas al permitir a los azeríes entrar en el territorio bajo su supervisión: 1) Estaba todo acordado con la parte azerí, 2) Los azeríes entraron ignorando a los rusos, sabiendo que no les iban a disparar. Ambas opciones son reflejo de la debilidad de Rusia. Una cosa está clara: los rusos habían convencido a los militares armenios que abandonaran sus puestos diciendo que los azeríes iban a hacer lo mismo y que iban a poner ellos en el medio para que no hubiera problemas. La parte armenia ingenuamente lo cree y los azeríes ocupan las posiciones armenias sin encontrar con la suficiente oposición de los rusos.
En esta situación tan difícil, en la que Rusia se está convirtiendo en un paria para el mundo pero no renuncia a sus delirios imperialistas, Armenia está intentando no cometer errores. Por una parte necesita a Occidente (y a otros países) para diversificar sus opciones y por otra parte tiene las manos atadas por Rusia y no puede hacer movimientos bruscos.
Lo que necesita Armenia es ganar tiempo y las negociaciones con los vecinos indeseables son algo positivo. Armenia no puede afrontar otra guerra, ya que no tiene los aliados que tiene Ucrania. En el único campo en el que puede ganar (al menos no perder mucho) es el campo diplomático. Seguramente tendrá que ceder algo, al menos en las declaraciones, pero decir cosas grandilocuentes sin que haya nada detrás que lo respalde solo puede llevar a la guerra y a más pérdidas. Creo que el Gobierno de Armenia es realista e intenta hacer lo mejor posible en esta situación.”
Lo cierto es que el margen de maniobra del gobierno de Nikol Pasinhyan, pese a su mayoría parlamentaria, no es demasiado grande, con una oposición incendiando las calles y con Aliyev negociando desde una postura de fuerza, e incluso amenazando, con frecuentes incursiones militares en Artsakh y en la República de Armenia, y aprovechando que las tibias fuerzas de paz rusa están más preocupados por lo que está pasando en Ucrania que lo que pueda pasar en este rincón olvidado del Cáucaso. Lo que si está claro es que, en estos momentos, una fragmentación de la sociedad armenia solo añadiría un mayor riesgo para la estabilidad de un estado que, en los últimos años, ya ha sufrido bastantes terremotos políticos.
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