Armenia bajo la amenaza del Triángulo de las Bermúdas

Nuestro colaborador Hayk Ghazaryán, nos ha aportado un análisis sobre la nueva ofensiva azerí sobre la frontera oriental de Armenia, que se ha realizado desde los territorios arrebatados a la República de Artsakh en la invasión de 2020, por lo que esta república no reconocida por la comunidad internacional, y una población mayoritariamente armenia, perdió los dos tercios de su estado.

Por Hayk Ghazaryán

Tras esa invasión, la llamada Guerra de los 44 días, Rusia, Turquía y Azerbaiyán ya se habían repartido la región del Cáucaso, según un plan que consistía en:

1. Rusia debería colaborar con Turquía en la invasión de Arsakh, para después desplegar sus fuerzas de paz en una parte del territorio.

2. Exigir a Armenia la cesión del sur del país, para abrir el corredor de Zangezur entre Azerbaiyán y Najicheván (República Autónoma dependiente de Baku), que no estaría controlado por fuerzas rusas. Armenia perdería su frontera con Irán y, a medio plazo, dejaría de existir como país independiente. Esto también anularía la posibilidad de que Irán llevara gas y petróleo a Europa a través de Armenia.

El punto primero se consiguió mediante “una operación brillante junto a Turquía” (palabras del ministro de defensa de Rusia Serguéi Shoigú) y usando a los traidores y agentes prorrusos dentro del ejército armenio (hay varias causas abiertas al respecto que se están juzgando). El segundo lo intentaron imponer con el acuerdo de cese el fuego de noviembre de 2020, que se encontró con la negativa de Nikol Pasinyán.

Es indudable de que Armenia tiene tres enemigos: Rusia, Turquía y Azerbaiyán, lo que el llama el Triángulo de las Bermudas, porque las tres consideran que la República de Armenia no tiene derecho a existir. Lo que les diferencia es la forma en que ve cada uno su destrucción. Turquía y Azerbaiyán quieren borrar el nombre y la historia de Armenia para siempre, apoderándose tanto de su territorio como de su cultura. Rusia considera que todos los territorios de la antigua URSS son territorios rusos y, por lo tanto, Armenia solo puede aspirar a ser una región más de la Federación Rusa.”

A diferencia de Turquía y de Azerbaiyán, que son percibidos por los armenios claramente como enemigos, Rusia se presenta como un país amigo y muchos lo creen. Todavía hay rusófilos fanáticos que creen que Rusia es un país todopoderoso, que no puede perder y que quiere defender a Armenia pero que las circunstancias no se lo permiten. La realidad es que Rusia es un cáncer maligno para Armenia cuya metástasis se extiende por todas las esferas de la sociedad.

Tal es la gravedad de la situación política que la llamada oposición parlamentaria de Armenia sirve sin tapujos a los intereses de Rusia. Los agentes prorrusos están por todas partes, extendiendo la falsa creencia de que, sin Rusia, Armenia no puede existir y que, probablemente, la única forma de sobrevivir como pueblo (no como país) es formando parte de Rusia. Solo hace unos meses uno de los fieles servidores de Rusia, el millonario Rubén Vardanyan (fundador de Aurora Humanitarian Initiative), dijo que Armenia debería pensar en la mejor manera de formar parte de Rusia y ponía de ejemplo a Tartaristán.

Todo esto sucede porque los enemigos externos saben que Armenia tiene mucho potencial de convertirse en un país próspero y en un actor importante en la región. La basura callejera que tenemos dentro del país solo quiere conservar lo saqueado en los años anteriores y conseguir algunas migajas de poder.

El gobierno cobarde de Armenia tiene que encontrar la suficiente valentía para afrontar al Triángulo de las Bermudas, que nos lleva a la perdición, y aprovechar las oportunidades para construir alianzas con países verdaderamente amistosos y con los que nuestros intereses coinciden.

 

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