Arde Galicia

Por Iria Bouzas | Ilustración de SrPotatus

En un solo fin de semana han ardido en 80 incendios, 5000 hectáreas de Galicia dejando un panorama desolador de ceniza y muerte.

Pero lamentablemente que arda Galicia ya no es noticia. Por desgracia, Galicia lleva ardiendo desde hace años. Arde cada vez que llega el verano o cuando aparece una época de sequía lo suficientemente larga y el fuego sólo da una pequeña tregua cuando el cielo tiene a bien traernos la tan ansiada lluvia.

Los números hablan por sí mismos. Galicia lleva décadas ardiendo y para demostrarlo baste con tomar los datos de principios de la década, sólo en el año 2010 en Galicia se contabilizaron 3876 incendios y la previsión para este año es superar esa desgraciada cifra.

Preguntado ante la situación de los incendios de este fin de semana, el Partido Popular Gallego nos responde que: “Los responsables son los que prenden fuego. Todo lo que sea aparcar esa idea es una victoria para los que ponen en riesgo tantas vidas”

Resulta obvio afirmar que nadie duda de que el primer responsable de un incendio es la persona que prende el fuego. Ahora bien, sí que cabe ir más allá y preguntarse qué motivaciones llevan a tantísimas personas diferentes a hacer semejante barbaridad.

En ocasiones parece que hay quienes quieren darnos a entender que en Galicia se ha dado un caso de increíble casualidad y mala suerte, al haberse juntado una cantidad de pirómanos en un territorio tan pequeño.

Pero si hacemos caso a la teoría de probabilidades, esta teoría la tendríamos que descartar inmediatamente.

Habrá entonces que plantearse las posibles motivaciones que existen detrás de todo esto y parece entonces necesario recordar que a principios de 2015 el Partido Popular aprobó la Ley de Montes que en su artículo 50 permite recalificar los terrenos quemados para construcción de vivienda u obra pública. Hasta esa fecha, cualquier monte quemado tenía que esperar 30 años para poder ser recalificado.

La persona que prende el fuego es el mayor responsable de dicho acto repugnante, pero no el único de las consecuencias que tiene dicha acción.

Es lícito también cuestionarse si pueden existir responsables de que el fuego se propague cuando los montes no están limpios, cuando se han repoblado con especies foráneas pirófilas como el eucalipto que secan la tierra y atraen al fuego o cuando no se ha hecho la suficiente prevención forestal.

En Galicia esta tarea de prevención la realizan brigadistas la mayoría de los cuales son contratados sólo durante los meses de verano con contratos que una vez finalizados, ni siquiera les permiten cobrar el paro al acabar su servicio. Además de generar precariedad laborar, sería necesario analizar si es una irresponsabilidad dedicar sólo tres meses del año a prevenir incendios que no saben de calendarios.

Una parte de los gallegos está hoy ocupada en ayudar a extinguir los fuegos en aquellos municipios donde sus hogares se ven amenazados y otra parte está mirando al cielo esperando sentir caer la primera gota de lluvia que apague cuanto antes este horror.

Pero cuando el fuego esté apagado, cuando las personas y sus hogares estén a salvo, todos los gallegos deberíamos ponernos a reflexionar sobre estas y otras muchas cuestiones.

Pensar y sobre todo, ¡actuar! porque en seis meses ningún gallego quiere volver a decir con lágrimas en los ojos y rabia en el alma que otra vez: ¡Arde Galicia!

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