De aquellos polvos, estos lodos

Por Breogán Riobóo

Nací un 28 de julio de 1986, un año en el que España se incorporaba a la Unión Europea. Soy, por suerte, como muchas otras personas, hijo de la democracia, con lo que ello conlleva. La historia de lucha y defensa de los derechos de mucha gente que dio incluso su vida para que pudiéramos llegar, precisamente, a disponer de esas condiciones que hoy nos parecen indispensables y que en otros momentos parecieron excepcionales.

Once años antes, en una cama, moría un tal Francisco Franco. En una cama… Un movimiento clandestino empezaba a emerger con cierta debilidad, no hubo en aquel entonces la fuerza necesaria para evitar que la dictadura muriera en su cama. Sin duda, una gran cantidad de gente luchó porque eso no fuera así, y aunque no lo consiguieran, no fueron derrotados. Su sacrificio, su lucha, su compromiso, su decencia y su dignidad impregnaron un halo de democracia que se abría.

En 1978, esa puerta abierta a la democracia dio paso a un pacto prematuro, influido por el miedo y la situación sociopolítica previa, con una represión brutal a quien pensara diferente o simplemente diera a entender que así podía ser. En esa tesitura se cocinó la Constitución Española. Una recién formada Alianza Popular, hoy ya Partido Popular, liderada por Manuel Fraga Iribarne al mando de otros seis ministros franquistas, obligó a incluir la indisolubilidad de España, así como una serie de artículos encaminados a evitar una futura reforma constitucional. La única vía que nos quedaría, sería la más dura, la más compleja. Su obsesión era evitar por todos los medios que aquella Constitución que nacía pudiera modificarse en adelante. Ante todo, había que preservar los valores predominantes en su España, como garantía de la continuidad de la tradición franquista.

Esa misma Alianza Popular se llevó diversos batacazos electorales en sucesivas elecciones, una vez que se pudieron celebrar a partir de las legislativas de 1977. Viendo su incapacidad, siguieron una doble estrategia. Por un lado, aglutinando a la ultraderecha entorno a su proyecto político para desactivar otras posibles organizaciones que pudieran competirle el espacio. Por otro lado, con el paso de los años, mostrando una actitud pública enmascarada de acercamientos a la democracia con la complicidad de los medios del momento. Uno de los gestos más recordados a este nivel fue cuando Manuel Fraga presentó a Santiago Carrillo en una charla, una vez había sido legalizado el Partido Comunista.

La consecuencia directa de esa estrategia fue la naturalización de un partido de origen franquista que con un lavado de cara en los medios de comunicación se refundó en el actual Partido Popular. Un partido al que seguimos permitiendo gobernar siendo con gran diferencia el partido más corrupto, al menos de Europa. Un partido, como hemos visto, heredero directo de la dictadura. Un partido, cuyos tesoreros, todos ellos (5 de 5), han sido imputados por falsear sus cuentas. Un partido que nos ha llevado a una guerra sin sentido en busca de unas armas de destrucción masiva inexistentes. Un partido que ve las urnas en casa como aquellas armas de destrucción masiva que buscaba en el extranjero.

En la vertiente diestra, está muy claro que por encima de todo, España es una, y si no lo quieres, te lo comes. Con porra, sangre y bolas de gomas ilegales si hace falta. En la vertiente izquierda, una incapacidad política manifiesta que además pervierte los valores que la vieron nacer

Con el paso de los años, cualquier persona entiende que es necesario actualizar, mejorar y modernizar las normas de convivencia de todo país y por supuesto, también de sus leyes. El derecho, entre otras cuestiones, es cambiante en función de la sociedad y del momento histórico correspondiente. Entre otras cosas, a esto debemos que hoy en día tengamos una Ley Orgánica 15/1999 de Protección de Datos de Carácter Personal, por ejemplo. De ahí también que hubiera un vago intento por iniciar la vía de los derechos subjetivos con la Ley 39/2006 de Promoción de la Autonomía Personal y de Atención a Personas en Situación de Dependencia.

¿Y estos avances para qué? Pues para ajustar las normas de convivencia al avance y la evolución de la propia sociedad. Para impulsar mejores y más amplios derechos con sus respectivas garantías legales e incluso constitucionales, de tal forma que  queden así reforzados mediante la exigencia de la dotación presupuestaria suficiente. Para que no pase como con la malograda Ley de promoción de la Autonomía Personal, que a los dos días se quedó sin financiación y provocó que miles de personas murieran por el camino, abandonadas por un Estado incapaz de facilitarles lo que por derecho les correspondía mientras rescataba a la gran banca.

Y de aquellos polvos, estos lodos. Este domingo 1 octubre hemos visto la represión a la que el gobierno de Rajoy ha sometido a  la ciudadanía catalana por querer ejercer su derecho a votar. En cualquier estado democrático sería un despropósito pensar en los cuerpos de seguridad asaltando a personas indefensas por el mero hecho de ser partícipes de una nueva fiesta de la democracia.

Los acuerdos internacionales están también para cumplirlos, con independencia de que llegaran con años de retraso a España gracias a los antecesores del Partido Popular. El Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos, que forma parte de la Carta Internacional de los Derechos Humanos, fue ratificado por España y entró, por lo tanto, a formar parte de su ordenamiento jurídico. En su artículo primero reconoce el derecho a la libre determinación, así como la obligación de los Estados que lo ratifiquen a facilitar los procesos necesarios para que se garantice la ejecución del mismo por parte de la ciudadanía que libremente quiera recurrir a él.

La Constitución Española no ha dejado de ser el candado en el que tanto la derecha como la izquierda española se han apoyado para negar la realidad social. Bajo ese candado, la imposibilidad práctica de llegar a acuerdos o siquiera a acercamientos sobre cómo abordar una situación como la que se vive tan amargamente hoy en Catalunya. En la vertiente diestra, está muy claro que por encima de todo, España es una, y si no lo quieres, te lo comes. Con porra, sangre y bolas de gomas ilegales si hace falta. En la vertiente izquierda, una incapacidad política manifiesta que además pervierte los valores que la vieron nacer y por los que otrora lucharon, sino que se lo pregunten a la cantidad de gente mayor que el domingo volvió a recibir palos como los había recibido en otras épocas.

No es admisible que un PSOE curtido en mil batallas clandestinas durante el franquismo, se pliegue una vez más, y ya son muchas en las últimas décadas, ante los deseos corporativistas del “constitucionalismo” enterrando cuasi definitivamente su maltrecho federalismo. No es admisible que Podemos e IU abandonen su posición crítica con el sistema por una mayor o menor “falta de garantías” cuando la desobediencia civil y la reacción ciudadana fueron sus orígenes. Que no lo olviden, pero sobre todo que no jueguen. Que no jueguen al son de quien toque la partitura en cada momento. Si hubiera voluntad real, la propuesta de referéndum o la asamblea de Zaragoza se habrían hecho mucho antes y por cauces mucho más formales. Lo que se espera de una izquierda española moderna, es que sepa ver su utilidad y la de las otras fuerzas de su espectro en los distintos territorios para conseguir de una vez por todas la ruptura con el franquismo.

Hasta ahora, hemos asistido a 40 años de reforma franquista, y lo peor, es que lo hemos normalizado y está inoculado en la sociedad, cual producto recién salido de la fábrica. Lo que Catalunya está haciendo no es sólo defender la democracia, sino abrirle los ojos a toda la sociedad española. Que se aprobara la ley mordaza es una cosa, que se reprima una votación con porras, bolazos y reventando puertas de escuelas, es un paso más en el camino neoliberal por el cual o estás con el sistema, o te aniquilo.

¿Para qué, entonces, estar al lado del pueblo catalán? ¿Para qué luchar junto a ellas vivamos en Ourense, Madrid, Cádiz o Valladolid? Para que al margen de nuestra posición respecto a la independencia o no de Catalunya, seamos capaces de ir un paso más allá en el camino de la democracia, rompiendo con los lazos preconstitucionales que todavía nos atan. Para escuchar, decir, ser y dejar ser libremente.

Lo vivido en Catalunya, lo vivido por el pueblo catalán, no tiene nombre, y de tenerlo, desde luego no es ni democrático ni mucho menos humano.

La democracia se siente. Moltes gràcies pel vostre coratge, valentia i tenacitat!

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