La obra de María Zambrano no solo enriqueció la filosofía española e hispanoamericana, sino que también ofreció una perspectiva única sobre el impacto personal y colectivo del exilio.
Por Isabel Ginés | 18/06/2024
Resumen de la vida de María Zambrano
María Zambrano (Málaga, 22 de abril de 1904 – Madrid, 6 de febrero de 1991) fue una destacada filósofa española cuyas contribuciones intelectuales dejaron una huella profunda en el pensamiento contemporáneo. Su filosofía poética es conmovedora, profunda y reflexiva llegando a la profundidad del alma. No es su filosofía la que te hace pensar, piensas con sus filosofía y su filosofía es la reflexión para llegar a lo más profunda de su ser. Su trayectoria vital y académica estuvo marcada por un constante desplazamiento geográfico y un compromiso ferviente con los movimientos intelectuales y políticos de su tiempo.
Desde temprana edad, Zambrano experimentó el cambio de residencia, trasladándose a Madrid desde Vélez-Málaga a los cuatro años, y posteriormente a Segovia, donde transcurrió su adolescencia. Entre 1924 y 1927, cursó estudios de Filosofía en la Universidad Central de Madrid, asistiendo a las clases de eminentes filósofos como José Ortega y Gasset, Manuel García Morente, Julián Besteiro y Xavier Zubiri. Durante este periodo, se involucró activamente en movimientos estudiantiles y colaboró con diversos periódicos, reflejando su compromiso con los cambios políticos de la época.
Su primera obra, Nuevo del liberalismo (1930), es un reflejo de los tumultuosos acontecimientos políticos de aquellos años. En 1931, comenzó a ejercer como profesora auxiliar en la Cátedra de Metafísica de la Universidad Central, y en 1932 colaboró en influyentes publicaciones como la Revista de Occidente, Cruz y Raya y Hora de España. Durante estos años, forjó amistades con miembros de la Generación del 27, entre ellos Luis Cernuda, Emilio Prados, Miguel Hernández y Jorge Guillén. En uno de sus viajes a La Habana, conoció al poeta José Lezama Lima y pronunció una conferencia sobre José Ortega y Gasset.
Con el estallido de la Guerra Civil Española, Zambrano regresó a España para apoyar a la República, residiendo en Valencia y Barcelona hasta 1939, año en que se exilió cruzando la frontera hacia Francia. Su exilio la llevó por diversas ciudades como París, Nueva York y La Habana, antes de establecerse en México, donde impartió clases de Filosofía en la Universidad de San Nicolás de Hidalgo en Morelia. En México, conoció a figuras literarias como Octavio Paz y León Felipe y comenzó un periodo de intensa actividad literaria, publicando obras fundamentales como “Pensamiento y poesía en la vida española” y “Filosofía y poesía”.
En 1946, tras un paso por la Universidad de Puerto Rico, se trasladó a París, donde conoció a Albert Camus y René Char. Entre 1948 y 1953, residió en La Habana y posteriormente en Roma, donde escribió algunas de sus obras más importantes, como “El hombre y lo divino”, “Los sueños y el tiempo” y “Persona y democracia”. En Roma, entabló relación con intelectuales italianos como Elena Croce y Victoria Guerrini, así como con otros exiliados españoles como Ramón Gaya, Rafael Alberti y Jorge Guillén. En 1964, se trasladó a Francia, y durante este periodo su obra adquirió un tono místico, reflejado en libros como “Claros del bosque” y “De la
Aurora”.
El artículo «Los sueños de María Zambrano» de José Luis López Aranguren, publicado en 1966 en la “Revista de Occidente”, marcó el inicio de un lento pero creciente reconocimiento de su obra en España. Entre otros honores, en 1981 recibió el Premio Príncipe de Asturias y fue nombrada doctora honoris causa por la Universidad de Málaga.
De regreso a España, Zambrano comenzó una nueva etapa de actividad intelectual, dedicándose a la reedición de sus obras y a la escritura de numerosos artículos. El reconocimiento a su obra culminó en 1988 cuando recibió el prestigioso Premio Miguel de Cervantes de Literatura, otorgado por el Ministerio de Cultura de España. Este premio consagró su legado como una de las filósofas más importantes del siglo XX, destacando su capacidad para integrar filosofía y poesía en una reflexión profunda sobre la existencia humana.
Filosofía
María Zambrano, una filósofa innovadora y poética del siglo XX, centró su obra en explorar la dimensión espiritual del ser humano, la búsqueda de principios morales y la necesidad de un diálogo profundo y continuo con el entorno.
Creía firmemente que el ser humano alberga un vacío interno que necesita llenar mediante el desarrollo personal y la conexión con su entorno.
Zambrano se propuso desarrollar una filosofía que humanizara y transformara un mundo a menudo percibido como árido y hostil. Su objetivo era recuperar la fuerza creadora del ser humano, permitiendo que las personas se expresaran no solo desde la racionalidad, sino también desde la sensibilidad. Para ella, la cultura es el despertar del hombre, un proceso esencial que permite al ser humano conectarse con su creatividad y capacidad de percepción más profunda.
La principal aportación filosófica de Zambrano es la razón poética, que se diferencia notablemente de la razón especulativa que ha predominado en la historia del pensamiento occidental. Zambrano abogaba por un retorno a los orígenes de la filosofía griega, cuando poesía y filosofía coexistían sin estar separadas. Según ella, la vida no puede entenderse completamente mediante la abstracción y el uso instrumental de la razón, pues esto limita la comprensión profunda de la existencia humana. La razón poética aborda las necesidades de la existencia humana de manera directa y actúa como mediadora entre la vida y la verdad. En su última etapa, incorporó una profunda religiosidad en su filosofía, cercana al misticismo de San Juan de la Cruz.
La filosofía de Zambrano carece de sistematicidad, por lo que cualquier clasificación de su pensamiento es artificial. No obstante, se pueden distinguir dos etapas en su pensamiento: una crítica a la Modernidad, hasta la década de 1960, y otra propositiva, donde se consolida la razón poética. Su crítica a la Modernidad se centra en el desarraigo y el exilio, temas que considera imposibles de resolver dentro de la cultura occidental.
La filosofa, al igual que Ortega y Gasset y Unamuno, criticaba la razón instrumental imperante en Occidente, que disminuye las posibilidades humanas. Esta razón, según ella, nace de una escisión histórica que comienza con Parménides y se agranda con la división entre racionalismo e idealismo. La razón instrumental aplasta la apertura originaria del ser humano, impidiendo su autocreación y llevando a una realidad homogénea y sin profundidad. Las preocupaciones intelectuales de Zambrano confluyen en la razón poética, un concepto acuñado en 1939 y perfeccionado a lo largo de su vida. La razón poética ofrece respuestas alternativas a las proporcionadas por la tradición filosófica, integrando sentimientos, amor, pasiones y lo irracional. Es una razón activa que emancipa y libera al ser humano, en contraste con la razón instrumental que domina la cultura occidental y conduce al nihilismo.
La razón poética no puede ser sistematizada ni deducida de axiomas; su comprensión debe ser poética y metafórica.
Este enfoque permite que la razón se libere de sus cadenas demostrativas y enredos argumentales, trascendiendo la necesidad de silogismos lógicos. La razón poética, en cambio, utiliza imágenes y metáforas para elevarse y descubrir verdades profundas sobre la existencia humana.
Exilio
El exilio de María Zambrano no fue simplemente una pausa en su vida, sino una experiencia que moldeó profundamente su pensamiento y su identidad. Maria Zambrano se vio forzada a abandonar su país tras la Guerra Civil Española, un conflicto en el que defendió fervientemente la causa republicana. El 28 de enero de 1939, a las dos y veinte de la tarde, marcó el inicio de su exilio, un momento que recordaría meticulosamente en sus escritos, consciente de que aquel evento cambiaría su vida para siempre.
Para Zambrano, el exilio trascendió lo político y lo geográfico; se convirtió en una condición existencial. En sus obras, como «El hombre y lo divino» y «Los bienaventurados», exploró cómo la separación de la patria afecta la percepción del tiempo y del espacio. El exilio, en su visión, es un estado de continuidad fragmentada, donde el pasado y el futuro se difuminan, dejando al exiliado en un presente perpetuo de introspección y reconstrucción identitaria.
Después de cuarenta y cinco años de ausencia, María Zambrano regresó a España en un momento simbólico: el 20 de noviembre de 1984, fecha que coincidía con los fallecimientos de José Antonio Primo de Rivera y Francisco Franco. Su retorno fue impulsado por el deseo de reunirse con su tierra y con las nuevas generaciones que reclamaban su legado. Recibida con honores y reconocimientos, incluyendo el Premio Cervantes en 1988, Zambrano se convirtió en la primera mujer en recibir este prestigioso galardón. Sin embargo, para ella, este reconocimiento no fue suficiente para reparar las décadas de silencio forzado ni para que la democracia española comprendiera plenamente su testimonio sobre el exilio y la memoria histórica.
En sus escritos posteriores al regreso, Zambrano reivindicó una visión del exilio que trasciende las circunstancias políticas, enfatizando su papel como una forma consciente de habitar en el mundo. Para ella, el exilio fue un territorio fértil donde la patria y la identidad se revelan de manera profunda y reflexiva, un lugar donde la verdadera historia, una vez clarificada por la conciencia, asciende a los «cielos suprahistóricos», más allá de las limitaciones temporales y geográficas.
La obra de María Zambrano no solo enriqueció la filosofía española e hispanoamericana, sino que también ofreció una perspectiva única sobre el impacto personal y colectivo del exilio. Su pensamiento sigue siendo relevante en un mundo donde la migración forzada y el desarraigo continúan siendo realidades vividas por millones de personas. Aun hoy en día nos invita a reflexionar sobre el exilio no solo como una pérdida, sino como una oportunidad para el crecimiento espiritual y la transformación personal, resonando en cada palabra con la profundidad de su experiencia vital.
Como resumen podemos finalizar con que vivió una vida marcada por el exilio y el dolor, experiencias que influyeron profundamente en su pensamiento y obra.
La filosofa se reconoció a sí misma como una habitante del «país interminable del exilio», desprovisto de símbolos nacionales y con una identidad marcada por la pérdida y el desarraigo.
En su obra explora el exilio no solo como una circunstancia física, sino como una condición esencial de su existencia. Para ella, el exilio no es solo un lugar geográfico, sino una dimensión espiritual y filosófica que impregna su pensamiento. «El exilio que me ha tocado vivir es esencial. Yo no concibo mi vida sin el exilio que he vivido», confiesa, subrayando la profundidad de su experiencia personal y su impacto en su identidad.
En sus escritos captura la complejidad del exilio como un estado de abandono y refugio, donde los expatriados son acogidos, a veces amorosamente y otras con mera tolerancia, pero siempre como extraños en una tierra no propia. Como ella misma reflexiona: «Comienza la iniciación al exilio cuando comienza el abandono. El refugiado se ve acogido más o menos amorosamente en un lugar donde se le hace hueco, que se le ofrece y aún concede y, en el más hiriente de los casos, donde se le tolera. Algo encuentra dentro de lo cual depositar su cuerpo que fue expulsado de ese lugar primero, patria se le llama, casa propia, de lo propio, aunque fuese el lagar de la propia miseria.»
Así, la voz de María Zambrano resuena a través de las décadas, iluminando los rincones oscuros del exilio con una claridad que solo puede provenir de quien ha vivido en la penumbra de la separación y la pérdida, transformando el dolor en una búsqueda constante de verdad y significado en un mundo fragmentado.
Obras
1930.- «Nuevo liberalismo»
1937.- «Los intelectuales en el drama de España»
1939.- «Pensamiento y poesía en la vida española»
1939.- «Filosofía y poesía»
1940.- «El freudismo, testimonio del hombre actual»
1940.- «Isla de Puerto Rico. (Nostalgia y esperanza de un mundo mejor)»
1943.- «La confesión, género literario y método»
1944.- «El pensamiento vivo de Séneca»
1945.- «La agonía de Europa»
1950.- «Hacia un saber sobre el alma»
1955.- «El hombre y lo divino»
1958.- «Persona y democracia»
1960.- «La España de Galdós»
1960.- «I sogni e il tempo»
1964.- «Spagna, pensiero, poesia e una cittá»
1965.- «España, sueño y verdad»
1965.- «El sueño creador»
1967.- «La tumba de Antígona»
1971.- «Obras reunidas»
1977.- «Claros del bosque»
1981.- «El nacimiento. Dos escritos autobiográficos»
1982.- «Dos fragmentos sobre el amor»
1984.- «Andalucía, sueño y realidad»
1986.- «De la aurora»
1986.- «Senderos. Los intelectuales en el drama de España y La tumba de Antígona»
1987.- «María Zambrano en Orígenes»
1989.- «Notas de un método»
1989.- «Delirio y destino»
1989.- «Para una historia de la piedad»
1989.- «Algunos lugares de la pintura»
1990.- «Los bienaventurados»
1991.- «El parpadeo de la luz»
1992.- «Los sueños y el tiempo»
Aunque no es relevante, pará todo lo que has dicho de María.
La nieta de Juan Negrín junto con otros historiadores escanearon todos los archivos de su abuelo,nunca se dijo donde estaba por si había algún accidente y se quemaba, una vez digitalizado, sólo entonces dijo lo que tenía, que si lo quequerian en España tenía que ser en la isla de Grancanarias, de dónde desterraron y quitaron todos los bienes inmuebles de toda la familia de su abuelo.
Y entonces pudo demostrar que por lo que acusaban a su abuelo y por lo que le quitaron el carné de socialista era mentira, en esa lista había más gente, el carné del abuelo lo recogió su nieta Carmen a título póstumo.
María Zambrano aún vivía y lo recogió en persona.