Divulgación | Emancipación social, lucha política y diversidad cultural: Reflexiones desde la antropología

Por Joan Manuel Cabezas @Etnosistema, Doctor en Antropología Social | Fotografía de Rodrigo Gianesi y Bárbara Boyero


Introducción

Los pueblos son realidades sociales formadas por el conjunto de personas y grupos que habitan un mismo territorio. Ese consorcio de gentes configura dicho espacio, lo construyen en común, y este hecho debería transcender las múltiples diferenciaciones e intereses que atraviesan constantemente dicho conglomerado humano. La multitudo de la que hablaba B. Spinoza constituye una potencia que mueve a la acción, y que en las naciones modernas se ven situadas por debajo de las oligarquías y de los estados que las amparan y que, de hecho, son ‘su’ obra. Desde arriba, se trata de constreñir la multiplicidad, el dinamismo y la creatividad de las personas y colectivos, se les imponen moldes generados desde abstracciones, se trabaja para domeñar voluntades. Y eso se intenta conseguir mediante mecanismos de mediación que consigan hacer crear la ilusión (la superstición, de hecho) de que las oligarquías, el estado y el pueblo son lo mismo, dejando de lado que las clases populares (el populus) son antagónicas en relación con la oligarquía y sus instituciones.

Proponemos hacer lo mismo que hizo el fascismo… pero todo lo contrario. El fascismo, y todo nacionalismo totalitario y esencialista, trata de borrar las distinciones entre las clases (y la lucha de clases) poniendo el énfasis absoluto en la identidad nacional, la patria, la cual sublimaría dichas diferencias, ya que la ‘raza’ común (o ‘cultura’, tanto da) es lo que une de forma ‘natural’, ‘biológica’, ‘genética’… es decir, sagrada, incontestable, inapelable y definitiva. De ahí surge la coartada cultural como ideología: esconder la realidad de los antagonismos sociales tras el velo de los ‘díscolos culturales’.

Cuando no eran cátaros o hebreos, eran protestantes o templarios, o masones, o comunistas, etc…. O ‘inmigrantes’, ‘izquierda radical’, ‘separatas’, a día de hoy….Pues bien: proponemos trabajar para superar (que no ‘borrar’) las diferenciaciones, paradojas y contradicciones en el seno del pueblo (i.e.: las clases populares), y poner el acento en los antagonismos socioeconómicos y también políticos, es decir, subrayar las diferencias de clase, plasmadas de forma hiperbólica en la actual dictadura financiera.

“Crisis”, racismo y capitalismo 

La “crisis” capitalista se está convirtiendo en la enésima fuente de legitimación de que la inmigración y la ‘diversidad’ son, en sí, un problema. Racismo y crisis, ambos productos del orden de realidad moderna y capitalista, se dan la mano. Incluso, se dice, los inmigrantes provocaron la ascensión de partidos abiertamente xenófobos, como Plataforma por Cataluña. Al menos, es lo que a menudo he oído a la hora de explicar el por qué de la existencia de un buen número de votos a aquel partido: ‘es que en Vic hay mucha inmigración’, ‘es que hay muchos inmigrantes en El Vendrell…’.

Solo faltaba eso: los trabajadores etiquetados como’ inmigrantes ‘no sólo se han convertido en los chivos espiratorios perfectos para explicar todo tipo de problemáticas, incluyendo la “crisis”, sino que, por si fuera poco, por culpa de los inmigrantes hay racistas. El racismo es percibido, pues, como una especie de reacción de causa-efecto ante los inmigrantes (los que ‘provocan’ su ‘surgimiento), como un virus latente que se reactiva ante el exceso de’ diferencias ’, y no como lo que es: una estrategia ideológica con bases estructurales, que se dirige no contra los ‘diferentes’, sino contra los estigmatizados como diferentes, y que son pobres y/o procedentes de países más pobres que los de recepción.

Por otra parte, la ‘crisis’ es un mecanismo cíclico del capitalismo para aumentar cada cierto tiempo la acumulación de capital por el trabajo de los demás. La crisis es, también, una excusa para acabar con lo poco de Estado social que se había construido en el estado español. Y la crisis es la que da empuje a la apropiación mercantilista de territorios y poblaciones al mismo tiempo que alimenta el racismo, el fascismo y la xenofobia.

Crisis y racismo se ven como inevitables, no así la inmigración (de algunos). Las reformas neoliberales son presentadas como de ‘sentido común’, naturales, sensatas, racionales y lógicas. El racismo, en sus múltiples modulaciones e intensidades, subraya con energía varias ideas-fuerza que también devienen ‘sentido común’: “derechos…¡pero también deberes!”, “no todos pueden acceder a los servicios”, “incivismo”, “no cabemos todos”… Entonces…¿Quienes sobran? ¿Y por qué?

Una crisis también es, siempre, una oportunidad, incluso cuando se trate de una monumental estafa, como es la actual. En nuestro caso, implica la oportunidad de replantearnos quien sobra realmente, si es que sobra alguien, puesto que “sobrar” es cuestión de establecer una ratio que determina quién está de más y, si es así, o se va, o cambia y se ‘integra’ (es decir, se adapta). ¿Qué baremo escoger para delimitar esa ratio?

¿Por qué se escoge el baremo ‘cultural’ o de origen? ¿Y por qué se aplica solo a los de las clases populares de tal ‘cultura’ u ‘origen’?. Especuladores, bancos, grandes financieros, quizás son los que realmente sobran … A ellos sí se que se les debería integrar de una vez, y ser cívicos. ¿Por qué no una gestión de la diversidad enfocada a ellos?


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