Antonio Manuel Moral Roncal y Montejurra 76

Inicia Moral Roncal su escrito afirmando que: «Tras la muerte de Franco, se afianzó el giro hacia el socialismo autogestionario que el príncipe Carlos Hugo de Borbón y sus seguidores trataron de extender en el carlismo».

Por Juan Manuel Carmona Fernández | 18/09/2024

En relación al artículo titulado “El Carlismo durante la Transición y la Democracia”, publicado en El Obrero el 1 de Agosto de este año, cuyo autor es Antonio Manuel Moral Roncal, Catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Alcalá, agradecería poder expresar mi más profundo desacuerdo.

Inicia Moral Roncal su escrito afirmando que: «Tras la muerte de Franco, se afianzó el giro hacia el socialismo autogestionario que el príncipe Carlos Hugo de Borbón y sus seguidores trataron de extender en el carlismo». La realidad histórica es que la evolución ideológica del Partido Carlista estaba plenamente consolidada desde los tres Congresos del Pueblo Carlista, celebrados en Arbonne (Iparralde) entre los años 1970 y 1972.

Prosigue Moral Roncal con la siguiente frase: «La Comunión Tradicionalista y la Hermandad de Excombatientes de Requetés buscaron una figura de sangre regia que poder presentar como alternativa a Carlos Hugo y la encontraron en su hermano pequeño, Sixto Enrique de Borbón Parma». La realidad histórica es que, en el Congreso del 10 de Abril de 1971, la «Comunión Tradicionalista» histórica adoptó como nueva denominación oficial la de «Partido Carlista»; y que, en una asamblea realizada el 25 de Mayo de 1975, la Hermandad Nacional de Antiguos Combatientes de Tercios de Requetés reafirmó su lealtad a Carlos Hugo de Borbón-Parma. Quienes buscaron y encontraron una seudoalternativa en Sixto Enrique de Borbón-Parma fueron los aparatos del Estado franquista.

A continuación Moral Roncal escribe que: «A partir de entonces, entre algunos tradicionalistas cundió el deseo de planificar la reconquista de las masas y el espacio carlista arrebatados por los autogestionarios. La lucha no solo se circunscribió a círculos, periódicos, propaganda y actos políticos sino que tuvo el triste resultado de los llamados Sucesos de Montejurra de 1976». Se supone que Antonio Manuel Moral Roncal es un historiador especializado en la temática carlista, pero por lo visto ignora que está documentando que fue el gobernador civil de Navarra, José Luis Ruiz de Gordoa, quien planteó en un informe enviado al Ministro de la Gobernación, Manuel Fraga, la conveniencia política de reventar la «concentración subversiva [del Partido Carlista] contra el Rey D. Juan Carlos». Igualmente está ya más que documentado el hecho inequívoco de que la agresión terrorista de Montejurra 76 fue diseñada, financiada y organizada por el Gobierno Arias Navarro. Los artículos de investigación publicados por el historiador Manuel Martorell en Público y en Diario de Navarra entre los días 9 y 12 de Enero de 2023 son muy claros en ese sentido.

Añade Moral Roncal que: «Días antes del tradicional encuentro carlista, desde varios periódicos se hicieron múltiples llamamientos a la reconquista simbólica de esa celebración tradicionalista en la montaña y en varias localidades navarras aparecieron pintadas amenazantes. La tensión aumentó y, el domingo día 9 de mayo, estallaron los enfrentamientos entre grupos tradicionalistas, ayudados por ciertos elementos de la ultraderecha, contra los carlistas autogestionarios, que se saldaron con dos muertos y numerosos heridos». Así Moral Roncal no solamente obvia el papel decisivo del Estado, sino también la naturaleza terrorista de los hechos, presentando lo que realmente fue una agresión terrorista previamente planificada como un enfrentamiento entre grupos rivales derivado de una tensión acumulada entre estos grupos. Es muy significativo que Moral Roncal no mencione en ningún momento el hecho de que los dos carlistas asesinados fueron reconocidos en 2003 como Víctimas del Terrorismo por una sentencia de la Audiencia Nacional.

Y más adelante Moral Roncal insiste en que: «La montaña, que había sido un símbolo de la unidad y popularidad carlista, fue testigo del enfrentamiento fratricida al que había llegado la división interna del movimiento». En definitiva, Moral Roncal no hace otra cosa que reproducir y legitimar la narrativa autodisculpatoria que Manuel Fraga promovió ya en 1976 acerca de que lo ocurrido en Montejurra era “una pelea entre hermanos”.

Todo este despropósito que no se justifica desde ninguna de las metodologías propias de la ciencia histórica, sí se explica en cambio por factores políticos e ideológicos. No debería pasar desapercibido que Moral Roncal escribe también que el Partido Carlista quedó reducido a «una existencia testimonial en algunos municipios pequeños del País Vasco y Navarra», mientras afirma que la llamada Comunión Tradicionalista Carlista ha logrado «implantarse en la tradicional geografía carlista» con la creación de juntas y círculos en «Madrid, Navarra, Valencia, Galicia, País Vasco, Cataluña, Andalucía y Aragón». La realidad política actual es que la Comunión Tradicionalista Carlista tiene sedes en Madrid y en un pueblo valenciano llamado Llíria, mientras que el Partido Carlista tiene sedes en Madrid, en un pueblo valenciano llamado Vila-real y en un número significativo de municipios vasconavarros. Y la historia reciente es que la Comunión Tradicionalista Carlista en todas estas últimas décadas ha sido incapaz de presentar una sola candidatura electoral en ningún municipio ni en ninguna comunidad autónoma, en cambio el Partido Carlista no solamente ha presentado candidaturas a esa escala territorial sino que en su momento obtuvo representación tanto en el Parlamento de Navarra como en importantes ayuntamientos guipuzcoanos y navarros como son Azkoitia, Ordizia, Azpeitia, Tolosa, Estella, Tudela, Villava, Sangüesa y Tafalla.

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