Antonio Fabra i Ribas y la Tercera Internacional en la Agrupación Socialista Madrileña

Fabra i Ribas revindicaba la condición socialista, afirmando que todo los que aspiraban a la abolición de la propiedad privada tenían derecho a denominarse socialistas. 

Por Eduardo Montagut

En la asamblea extraordinaria de la Agrupación Socialista Madrileña, celebrada el 28 de marzo de 1921, para tratar sobre las conclusiones propuestas por el Comité de dicha Agrupación acerca del ingreso de la Tercera Internacional, intervino Antonio Fabra i Ribas.

La opinión de Fabra era contraria a la entrada en la Internacional Comunista. En su argumentación pesó mucho la actitud de los laboristas independientes. Fabra i Ribas, partidario de lo que defendía el Comité, quiso demostrar la diferencia que había entre la Revolución rusa, que consideraba como la revolución social, y la Tercera Internacional, que no sería otra cosa que una Internacional rusa, y de una sola tendencia. Por esa razón había que rechazar las 21 condiciones, y en cambio, había que aceptar la tendencia de los denominados reconstructores, en referencia a la Unión de Viena, que pretendía recuperar, en cierta medida, la Segunda Internacional, y que estaba siendo promovida por los socialistas austriacos, suizos, la SFIO, el Partido Laborista Independiente y la USPD, y que acababa de reunirse en el mes de febrero. Fabra i Ribas revindicaba la condición socialista, afirmando que todo los que aspiraban a la abolición de la propiedad privada tenían derecho a denominarse socialistas. Además, afirmó que la tendencia que ocupaba en esos momentos el poder en Rusia no lo había conquistado para la democracia.

El sistema de los soviets no podía ser aplicable a todos los países, y los socialistas españoles podían juzgar estas cuestiones con los informes que habían elaborado Anguiano de De los Ríos, además de con los de los delegados del Partido Laborista Independiente. En este sentido, Fabra, conocedor del caso británico, informó a los presentes en la asamblea. Uno de los delegados había sido favorable al ingreso en la Tercera Internacional y otro no, como había ocurrido para el caso español. Fabra recordó como este partido había sido radicalmente contrario a la guerra. Explicó como los dos delegados británicos pudieron estudiar a fondo los soviets, hallando que, si bien su sistema podría ser aceptable, tenía el inconveniente de que por su organización y funcionamiento constituía una dictadura de una burocracia, algo que era inaceptable, en su opinión. En consecuencia, el propio delegado entusiasta con la situación rusa terminaría declarando que prefiriría permanecer fuera de la Tercera Internacional antes de tener que condenar y combatir a sus compañeros militantes del Partido Laborista, como enemigos y traidores.

Para demostrar sus afirmaciones leyó varios documentos de los delegados británicos, en los que reflejaron su convencimiento del espíritu profundamente dogmático y hasta nacionalista de los miembros del Comité ejecutivo de la Tercera Internacional. Fabra defendía el hecho de que se construyera una Internacional que incluyera a todos los socialistas. Pero, además, veía inconcebible que, si se exigía a los socialistas españoles que combatieran a la UGT, y que declarasen traidores a sus creadores, había que negarse a ingresar en la Tercera, ya que la UGT estaba en la Internacional Sindical, denostada por la Tercera en una de las 21 condiciones. Terminó expresando que no se trataba de jugar a las revoluciones, sino de resolver un problema humano. La revolución no se podía hacer con la “cataplasma de los cuarteles”, cuando estaba planteado el problema del militarismo con sus Juntas de Defensa y sus generales gobernadores civiles. Esta alusión tenía que ver con la cuarta condición relativa a la propaganda en el seno del ejército. Fabra fue muy contundente en su intervención, provocando las protestas de los asistentes terceristas.

Podemos consultar el número 3785 de El Socialista.

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