Con las elecciones celebradas el pasado 26 de mayo se cerraba, de un lado, un largo ciclo electoral en España que tuvo su primera fase en las elecciones legislativas de un mes antes, aunque con el precedente de las elecciones andaluzas de diciembre de 2018. Las elecciones de mayo coincidían con las europeas que se celebran cada cinco años. Si en el primer caso, con el ciclo electoral cerrado, se dibujaba para los próximos cuatro años el mapa de poder en España, en el caso europeo se establecía la correlación de fuerzas en juego en un momento muy delicado para la UE, tanto por el ensayo de asalto definitivo a las instituciones por parte de la derecha radical populista xenófoba (DRPX), como por las dificultades para el proyecto europeo provenientes tanto del brexit como de otros desafíos exteriores. De manera que en lo que sigue a continuación se hará un doble análisis.
Jesús Sánchez Rodríguez
Licenciado y doctor en Ciencias Políticas y Sociología
Ciclo electoral español: recuperación del PSOE, fracaso de Unidas Podemos y frustración en la derecha
Pedro Sánchez había llegado a la presidencia del gobierno un año antes como consecuencia de una moción de censura contra un gobierno del PP insostenible por las condenas judiciales de corrupción. Se trataba de un gobierno socialista muy débil, sostenido en una correlación de fuerzas muy heterogéneas unidas contra el gobierno de Rajoy más que a favor de un gobierno de Sánchez. El PSOE no solo se mostraba débil parlamentariamente con sus 84 diputados sobre 350, sino que tenía muy cerca la competencia de su rival en la izquierda, Unidos Podemos, con sus 71 diputados, y se sostenía con los apoyos del independentismo catalán después de que el PSOE, como parte del bloque constitucionalista, apoyase la aplicación del artículo 155 de la Constitución con motivo del ensayo de declaración unilateral de independencia en Cataluña en el otoño de 2017. Por si fuera poco, esa debilidad del gobierno socialista se agravó cuando en diciembre de 2018, en las elecciones andaluzas, el PSOE perdió el gobierno de esa comunidad en favor de las derechas después de haber gobernado ininterrumpidamente en Andalucía desde las primeras elecciones democráticas en España en 1978. Igualmente, esas elecciones hicieron sonar todas las alarmas cuando un partido de la DRPX, Vox, apareció con fuerza en la escena política española.
A principios de 2019 todo apuntaba a que la derecha podría recuperar el poder en el ciclo electoral que se avecinaba y, además, en su expresión más extremista, aliada con Vox y, por otro lado, era cuestión de tiempo que se produjese la ruptura de los apoyos independentistas al gobierno del PSOE ante su insistencia en mantener la vía secesionista fracasada, como así terminó ocurriendo.
Cuando, ante la presión proveniente del secesionismo, Pedro Sánchez se vio imposibilitado para seguir gobernando en esas condiciones no tuvo más remedio que convocar elecciones legislativas, los diferentes actores políticos partían de posiciones y expectativas muy diferentes. El PSOE desde el gobierno había impulsado diferentes gestos y medidas sociales y políticas que le hacían recuperar el perfil socialdemócrata clásico de este tipo de partidos, se había alejado de las señas social-liberales anteriores de la mano del liderazgo de Pedro Sánchez y se había vuelto a reconciliar con una parte de su electorado que le había abandonado en favor de Unidos Podemos. En el seno de esta última alianza electoral, basada en Podemos e IU, se habían agudizado, por el contrario, los enfrentamientos en el seno de cada uno de los componentes y, a la vez, entre ellos, dando lugar a rupturas, escisiones y abandonos que se sumaban a graves errores tanto en la posición del conflicto catalán como en otros asuntos. En el campo de la derecha se hizo una lectura equivocada, y se pensó que los resultados andaluces eran extrapolables al conjunto de España, de manera que si había sido conquistada la fortaleza andaluza de los socialistas, con mayor motivo alcanzarían los distintos niveles de poder en el resto de España, aceptando sin ningún reparo ni complejo la alianza con la extrema derecha de Vox. Finalmente, en el mini universo catalán se agudizaba la lucha interna entre los partidos independentistas, arriesgando, en su sectarismo, que el gobierno español cayese en manos de unas derechas que amenazaban con aplicar un 155 perpetuo en Cataluña.
Como analizamos en un artículo anterior con ocasión de los resultados de las elecciones legislativas[i], lo ocurrido en las elecciones andaluzas no fue extrapolable al resto de España. Ahora, con los resultados de estas nuevas elecciones municipales autonómicas y europeas que cierran el ciclo es posible contemplar mejor las tendencias que se han expresado.
La victoria anterior del PSOE se ha terminado consolidando, situando a los socialistas no solo como el partido más sólido en España sino como el abanderado de una posible recuperación socialdemócrata en Europa, en medio de un panorama que sigue siendo complicado para esta familia de partidos, pero dejando bien claro que cualquier recuperación tiene que pasar por el abandono definitivo de sus señas más social-liberales en favor de otras socialdemócratas clásicas, que son las que sostienen los éxitos de estos partidos en España y Portugal.
Por el contrario, la situación de las formaciones a la izquierda del PSOE, la coalición electoral Unidas Podemos entre IU y Podemos, se ha agravado. Si un mes antes, en las elecciones legislativas se podía hablar de reflujo, al descender de 71 a 42 diputados, con los resultados de las elecciones europeas, municipales y autonómicas, hay que hablar de debacle, al haber perdido la mayor parte del poder municipal de hace cuatro años y tener una caída brutal en la mayoría de los territorios[ii]. Los pronósticos que ya habíamos realizado sobre el agotamiento de este proyecto se han confirmado con creces en la práctica y muestran un escenario desolador de ruinas que seguramente se agravará en el corto y medio plazo. En estas condiciones su objetivo de ser un socio de gobierno con los socialistas o de condicionar las políticas de estos últimos se ha debilitado gravemente. Su tarea ahora es retirar las ruinas del desastre para poder comenzar a construir algo nuevo, tarea ya de por sí muy complicada.
Respecto a la situación en el bloque de la derecha es necesario señalar dos apuntes especialmente. El primero es que el fenómeno Vox fue reducido a posiciones más marginales de los que sus resultados andaluces amenazaron, probablemente debido a una reacción política de la ciudadanía que ha expresado así que en España no existe el terreno adecuado para que pueda germinar una extrema derecha potente. Ya el propio resultado de Vox y del PP, el partido de derechas que más se voxizó, en las elecciones legislativas hizo que el partido de Pablo Casado diese en un mes un fuerte giro hacia el centro buscando distanciarse de la extrema derecha. En segundo lugar, la derecha, al contrario que Unidas Podemos, aguantó mejor en esta segunda parte del ciclo electoral, evitó mayores caídas, recuperó posiciones en un punto clave como es Madrid y recuperó votos fugados a la extrema derecha. Sin embargo, ni ha terminado de definir si será el PP o Ciudadanos el partido hegemónico en su seno, ni tampoco ha terminado de definirse con respecto a la relación con Vox, cuyos representantes son claves para obtener el poder en algunos territorios.
El balance final tras el ciclo electoral puede resumirse en los siguiente: La ventana de oportunidad surgida para la izquierda con ocasión de la crisis económica iniciada en 2008 y la aparición del movimiento 15-M se ha cerrado cinco años después de la aparición de Podemos, hoy los niveles de poder y apoyo electoral empiezan a parecerse a los que tenía IU en solitario en los mejores tiempos. El tiempo ha demostrado que se trataba de un proyecto inmaduro que se rompió por todas sus costuras en cuanto se enfrentó a las primeras dificultades, y las discrepancias internas no pudieron solventarse democráticamente ante el hiper-liderzgo de Pablo Iglesias.
Por otro lado, es necesario hacer una referencia a la propia mutación silenciosa de Podemos, para ello nada mejor que comparar su actitud con respecto a una de sus consignas claves, la de acabar con el «régimen del 78». Con este difuso concepto se refería a la Constitución aprobada en aquel año, que establecía las estructuras políticas y socioeconómicas de el actual régimen democrático, y al funcionamiento del sistema de partidos establecido, basado en un bipartidismo imperfecto que generaba alternancias en el poder entre socialdemócratas y conservadores. Pues bien, durante la campaña para las legislativas del pasado mes de abril, Pablo Iglesias fue el candidato que más se apoyó en la Constitución haciendo llamamiento continuos a que fuese cumplida, y en la moción de censura de hace un año apoyó, como no podía ser de otra manera, la alternancia en el poder del PSOE, que reemplazaba al PP y, ahora, pide tener ministros en el nuevo gobierno del PSOE, es decir, ser parte de la alternancia. La conclusión no es difícil de extraer, Podemos se ha terminado reconciliando con el «régimen de 78».
Por otro lado, la breve ventana de oportunidad que pareció abrirse para la consolidación de un partido de extrema derecha – con ocasión del conflicto catalán especialmente – como en otros países europeos también se ha cerrado, demostrándose que en España no existía terreno político y social, como en otros países de la UE, para partidos potentes tipo Vox, este partido sobrevivirá en función del oxigeno que puedan bombearle el PP y Ciudadanos.
El PSOE ha recuperado gran parte del terreno perdido desde el último gobierno Zapatero y ha terminado de consolidar su hegemonía en el bloque progresista-izquierdista postulándose, además, como un referente para los partidos socialdemócratas en Europa. Su éxito ha radicado en la aparición de un líder enfrentado al aparato oficial que consiguió conectar con unas bases que no aceptaban la ruta social-liberal de ese aparato. Si éste hubiese derrotado a Pedro Sánchez posiblemente hoy estaríamos ante una situación muy diferente tanto del PSOE como de Unidas Podemos, así como del bloque que estaría en el gobierno.
La derecha, finalmente, a pesar de tener un apoyo electoral global similar al bloque de izquierdas ha visto como se consolida su desplazamiento de las principales posiciones de poder, y sigue sin resolver si terminará habiendo un partido hegemónico o una situación estable de bicefalía, ni cuál será su posición definitiva respecto a Vox. En este bloque destaca la consolidación de Ciudadanos, el único de los tres partidos emergentes que no ha fracasado. Su diferente suerte respecto a Podemos o Vox es que no se trataba de un partido rupturista, sino que buscaba continuar la línea liberal-conservadora pero sin la rémora de la corrupción del PP y que, además, este último partido no fue capaz de encontrar un liderazgo novedoso, como ocurrió con el PSOE, capaz de regenerarle y de derrotar al aspirante a sucederle en la hegemonía en su bloque.
Elecciones europeas: contención del avance de la DRPX
Las elecciones europeas se celebraron bajo el temor de que se produjese un salto importante en la representación de la DRPX, que había realizado previamente varios actos para intentar dotarse de una mayor coordinación de la existente hasta el momento, adoptando Salvini el papel de líder principal debido al fulgurante ascenso de La Liga y en un país clave para la UE como es Italia. La DRPX había dado, previamente, un giro esencial a su estratega respecto a la UE y había pasado de una posición inclinada a que los países donde triunfase se plantease la salida de la UE a un intento de asalto interno a sus instituciones para, a partir de una representación suficiente, buscar cambiar internamente la naturaleza y funcionamiento de la UE, y para ello era esencial conseguir una minoría de bloqueo a partir de las elecciones europeas. Las expectativas, por un lado, de los votantes de la DRPX y el temor, por otro lado, de los votantes del resto de los partidos, unido a la conciencia del brexit como aviso de que es posible la desintegración europea, es lo que ha propiciado un primer hecho novedoso, el aumento del interés y la participación en estas elecciones europeas de 2019. Si hace cinco años esa participación, 42,6%, fue la menor desde que se vota al parlamento europeo, en una tendencia continuamente decreciente, en las actuales elecciones se rompió esa racha y la participación dio un salto hasta el 50,5%.
El temor a que se concretase un asalto por parte de la DRPX a las instituciones europeas y que el proyecto inicial, de fuerte contenido neoliberal en estos momentos, fuese transformado en el sentido de la filosofía política de la DRPX ha sido conjurado en estas elecciones, al no conseguir el 33% de los eurodiputados la DRPX no tiene capacidad para bloquear iniciativas. Las formaciones de esta familia volvieron a mostrar su poder en los países dónde ya eran fuertes, revalidando sus posiciones, pero no fueron capaces de arrastrar a más países e incrementar su peso significativamente en el parlamento europeo. El asalto ha fracasado, pero han seguido avanzado llegando a los 173 eurodiputados, alrededor de un 10% más que en 2014, de los cuales 29 pertenecen al Brexit Party de Farage que, en teoría, abandonaran el Europarlamento como muy tarde a finales de octubre cuando se consume el brexit.
Las elecciones europeas han confirmado la fortaleza de la DRPX dónde está fuertemente implantada desde hace años, Francia, Gran Bretaña, Polonia, Hungría e Italia, y un avance también en Alemania aunque queda en cuarta posición con un 11%, pero en el resto de países o no ha conseguido representación o ésta ha sido minoritaria. De manera que se puede concluir que la DRPX se ha concentrado realmente en cuatro países dentro de la UE, puesto que GB la abandonará en octubre. Esta situación supone que la DRPX no ha conseguido el avance que había creado sus expectativas y que se muestra focalizada en un pequeño número de países, sin que consiga extenderse con fuerza en otros. La situación hubiese sido realmente más preocupante si, de un lado, hubiesen alcanzado el 33% de los eurodiputados, si hubiese experimentado un avance importante en otros dos países grandes de la UE, dónde se temió que así fuese, Alemania y España, o si la victoria de Le Pen sobre Macron en estas elecciones se hubiese repetido en las presidenciales francesas. Ahora resta por ver si los intentos de la DRPX antes de estas elecciones por alcanzar una mayor coordinación se traduce en un único grupo europarlamentario o seguirán divididos como hasta ahora, dónde, por ejemplo, el Fidesz de Orbán o el PiS polaco forman parte de los dos grupos conservadores del parlamento europeo.
Al margen de este temor no confirmado, la composición del parlamento europeo ha sufrido el mismo proceso que en la mayoría de sus países componentes, es decir, que la tradicional hegemonía mantenida en torno a conservadores y socialistas se ha visto reemplazada por una mayor dispersión de la representación entre todos los grupos. Conservadores, socialistas e izquierdistas han visto reducida su representación en favor de los liberales y los verdes, lo que plantea una Eurocámara más fragmentada y la posibilidad de que la presidencia de la comisión no vuelva a recaer en un conservador. Pero esta alteración en su composición no va a servir para poder revertir las tendencias neoliberales que informan a la UE al menos desde el Tratado de Maastricht, teniendo en cuenta el retroceso de la izquierda.
Retroceso de la izquierda en Europa
La situación en la izquierda en Europa merece que nos detengamos un poco más en su análisis. Los resultados de las elecciones europeas han puesto en evidencia globalmente una situación que no es novedosa, que se viene arrastrando desde hace tiempo. El grupo de la Izquierda Unitaria Europea (GUE/NGL) del Europarlamento ha sufrido un importante retroceso y ha pasado de los anteriores 52 europarlamentarios a los 40 actuales, lo cual, visto con perspectiva, significa un regreso a niveles históricos anteriores después de que en 2014 tuviese un importante ascenso como consecuencia de la crisis económica que golpeaba Europa. Empezando por la coalición de Unidas Podemos, que representaba una de las fuerzas con más potencial de la izquierda en Europa y que, sin embargo, ha experimentado una fuerte regresión, pasando de los 5 eurodiputados de IU y los 5 de Podemos en 2014 por separado, a los 6 actuales en coalición. Seguido por Syriza que, a pesar de haber mantenido el mismo número de eurodiputados, 6, se ha visto sobrepasada por los conservadores de Nueva Democracia y la han llevado a convocar elecciones anticipadas en Grecia.
En tercer lugar, por su peso político y electoral estaría la Francia Insumisa (FI) de Mélenchon. En 2014 Mélenchon se presentaba bajo las siglas Partido de Izquierdas y obtuvo un eurodiputado en tanto el PCF obtuvo 2, está vez FI ha pasado a 6 eurodiputados, en tanto que el PCF no obtuvo ninguno. Siendo uno de los pocos partidos de la izquierda que aumenta su representación, sin embargo, hay que ponerlo en contexto para mejor valorarlo. Primero sobre el porcentaje que representa, 6,31%, cuando Unidas Podemos en España, a pesar de su debacle, representa el 10,05%, Syriza el 23,75%., o el AKEL de Chipre el 27,5% En segundo lugar, sobre el porcentaje de FI en las presidenciales francesas, entonces Mélenchon obtuvo el 19,58%, muy cerca de Marine Le Pen que obtuvo en la primera vuelta el 21,3%, sin embargo en estas elecciones europeas las distancias a favor de Le Pen casi se han cuadriplicado, 23,31% frente al 6,31%. Este dato nos lleva, en tercer lugar, a poner en comparación los resultados con la espectacular revuelta de los chalecos amarillos contra Macron en los últimos meses. En esta revuelta existió una fuerte competencia entre las formaciones de Le Pen y Mélenchon por encabezarlas y encauzarlas[iii], los resultados de estas elecciones hablan sin lugar a dudas de que quién terminó rentabilizando políticamente dicha revuelta ha sido Le Pen, que ha conseguido, incluso, superar a Macron y erigirse como el partido más votado, mostrando a la extrema derecha francesa cual es el camino para acceder a la presidencia de la república.
Detrás de esta tendencia general a la baja hay algunos elementos comunes y otros propios de cada país. El primer elemento común es la relación que se establece entre esta izquierda respecto a los partidos socialdemócratas. Cuando estos últimos optaron por el social-liberalismo y entraron en graves crisis, el Pasok en Grecia, el PS francés o el PSOE, las formaciones a su izquierda crecieron, Syriza, FI o Podemos, pero cuando la socialdemocracia abandonó el social-liberalismo, se volvió a imponer electoralmente sobre los partidos a su izquierda, ver el ejemplo en España o Portugal.
Cuando esta causa común no ha funcionado del todo es porque ha actuado otra causa también bastante extendida, la relación de la izquierda con los partidos de la DRPX. Estos utilizan a veces un discurso social parecido a la izquierda en otro formato, defienden a las clases populares, nacionales, frente al establishment y la globalización, con el envoltorio de la xenofobia (los nacionales primero) como atractivo a las clases populares. Es el factor explicativo para la FI de Mélenchon, La Izquierda alemana o Libres e Iguales en Italia (en Italia la izquierda pasó de tres eurodiputados en 2014 a ninguno en 2019). En estos casos la socialdemocracia está debilitada pero existen partidos fuertes de la DRPX que les hacen la competencia.
El caso de Syriza tiene una explicación propia, en Grecia la socialdemocracia histórica, el Pasok, sigue muy debilitada por su papel en el inicio de la crisis de 2008, y la DRPX, en su formato más radical con Amanecer Dorado, tampoco es una fuerza importante, de manera que Syriza creció y llegó al gobierno por su firme oposición a la troika, pero una vez en el gobierno Syriza terminó claudicando ante la troika y adoptó un perfil socialdemócrata clásico con el que volvió a ganar las elecciones a pesar de la claudicación. La actuación de Syriza en el gobierno se asemeja a la del PS portugués o el PSOE, y no puede considerarse su gestión gubernamental como un modelo de las formaciones a la izquierda de la socialdemocracia. Ahora Syriza está perdiendo terreno electoral en favor de los conservadores de Nueva Democracia, lo ha hecho en las elecciones europeas (10% de diferencia) y, según las encuestas, puede hacerlo en las generales a celebrar en un mes, en una dinámica que recuerda las viejas alternancias entre socialdemócratas y liberal-conservadores.
De todas las maneras, el peso principal (en número de eurodiputados que no en porcentaje de votos) de esta izquierda se concentra también en unos pocos países europeos, Grecia, España, Francia, Portugal y Alemania, sin llegar a tener la fuerza que la DRPX tiene en los países dónde es fuerte. Así, la derrota de la izquierda en las elecciones europeas se muestra aún más grave cuando se comparan sus resultados con los de la DRPX. La izquierda queda en 40 eurodiputados después de perder 12, y la DRPX queda en 172 después de ganar una veintena. Esta comparación es oportuna porque la DRPX ha mantenido un discurso euroescéptico, anti-establishment, y antiglobalización, como lo ha hecho la mayoría de la izquierda; la DRPX ha disputado a la izquierda el apoyo electoral de las clases populares y, finalmente, por los resultados expuestos está claro que la DRPX ha conseguido atraer esos apoyos con más éxito que la izquierda. Ésta se ha quedado perpleja, entre una cierta recuperación de los partidos socialdemócratas clásicos y el ascenso de las formaciones de la DRPX, pues entre ambos la han segado la hierba bajo los pies, y en lugar de avanzar ha vuelto a retroceder a unos resultados históricos mediocres.
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