Amancio, enséñame a pescar

Por Daniel Seijo | Ilustración de ElKoko

Empecemos siendo claros, que la Fundación Amancio Ortega haya anunciado que donará 320 millones de euros a la Sanidad pública española para la compra de aparatos de diagnóstico y tratamiento del cáncer es una buena noticia, un servidor no pone en duda tan “dichosa nueva”, ni a estas alturas del partido, pretende predicar en el desierto la necesidad de devolver la donación de uno de los grandes magnates del capitalismo por alguna especie de revanchismo ideológico, no se trata tampoco de sacar a colación alguno de los pecados capitales de Amancio Ortega, sino que en un contexto en el que según cifras de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), una de cada tres personas tendrá algún tipo de cáncer a lo largo de su vida, lo que se encuentra realmente en el centro del debate, es la necesidad de garantizar un sistema de salud lo suficientemente sólido como para poder hacer frente a tan dantesco desafío. Y en este sentido por muy extraño que parezca, los millones donados por la poderosa fundación, no hacen más que agravar el problema.

La generosidad de Amancio Ortega, llega en medio de una crisis económica que ha afectado de una manera notable a un sistema sanitario español, que si bien siempre hemos considerado como uno de los mejores del mundo, hemos de admitir que nunca nos hemos molestado en mantenerlo o mejorarlo con la importancia requerida para ello. Con un recorte de 12.000 millones en gasto público desde 2009, y una política de ajustes que recorta el número de camas al tiempo que alarga insoportablemente las listas de espera, el desmantelamiento de la sanidad pública española continúa su avance, al tiempo que la empresa privada hace su aparición en escena, apoyada por una derecha política que de cara a la opinión pública reitera ser la más firme defensora del sistema sanitario de todos, pero que en su día a día prefiere realizar su apuesta por lo privado en el servicio y en las adjudicaciones, al tiempo que sus políticas provocan la degradación de un patrimonio que nos pertenece a todos.

Amancio Ortega, no pretende cuestionar un modelo en donde el parasitismo de lo privado sobre lo público amenaza con instaurar una sanidad a dos velocidades, ni tampoco abre en nuestro país un debate que se antoja más acuciante que nunca acerca de las vías de financiación adecuadas para sostener las necesidades de nuestro sistema sanitario. La donación de la Fundación Amancio Ortega, se trata simplemente de caridad, caridad en el más estricto sentido friedmanita, entendida esta como aquella que ejerce el económicamente opulento sobre el más necesitado. La iniciativa del magnate de Inditex profundiza en una concepción jerárquica de la sociedad, que pretende sustituir el concepto de estado basado en redes de solidaridad y apoyo mutuo, por una relación desigual que deja de orbitar en torno a los derechos y necesidades del conjunto de la ciudadanía para pasar a responder únicamente a los caprichos de quién por su situación económica puede destinar parte de sus recursos a la caridad, ya sea con el objetivo de conseguir mayor publicidad, lavar su conciencia o simplemente con la intención sincera de proporcionar ayuda. Sea cual sea la motivación primigenia de “tan loable gesto”, lo cierto es que con él, continua profundizándose en la vinculación, pensemos que inconsciente entre los intereses del hacendado y el porvenir del populacho.

Ortega, al contrario que muchos de sus compañeros más favorecidos, no ha ligado su solidaridad a una petición de subida de impuestos con las que fortalecer la financiación de escuelas, carreteras, programas de ayuda o centros sanitarios públicos. El concepto de altruismo del fundador de Inditex está más relacionado con su humor o sus apetencias, que con el compromiso en firme de un pacto social recaudatorio común. El mismo empresario que regateó con Hacienda 33 millones de euros por su impuesto de patrimonio y cuya empresa evitó pagar 600 millones en impuestos recibe ahora los elogios de una sociedad por un acto, que como el diputado de Podemos “>Iñigo Errejón recordaba, era el de quién “se va sin pagar la cuenta de una cena de postín pero deja una propina generosa en la mano del camarero”. En una sociedad en donde las familias aportan 50 veces más en impuestos que las grandes empresas, una reforma fiscal que permita una financiación adecuada de las políticas sociales y el cumplimiento de cada ciudadano con sus obligaciones tributarias, supone una necesidad mucho mayor que la de ligar nuestra salud o nuestras necesidades al buen discurrir de las finanzas del señor Ortega.

No se trata de verter críticas contra la solidaridad individual o de una cruzada contra el fundador de Inditex, se trata de poner sobre la mesa las reglas del juego y recordar que uno no puede hacer trampas para posteriormente repartir parte de sus ganancias entre los demás y esperar luego su agradecimiento. Esto sin duda, terminaría llevando a una situación en la que el propio juego se corrompa. La solidaridad de la burguesía española ha sido siempre una solidaridad de cortijo, propia de quien parasita en la medida de lo posible el esfuerzo del trabajador, para a continuación desde una supuesta posición de superioridad moral decidir sobre su destino. Algo que hasta ahora ha resultado posible gracias a un parlamento en el que siempre han primado los intereses de las grandes fortunas por encima de los del conjunto de la ciudadania. No se trata de una crítica sin sentido a la donación de Amancio Ortega, sino de una negativa a sustituir la solidaridad y el compromiso, por la caridad y el egoísmo de quien se permite defraudar a Hacienda, para a continuación donar parte de lo defraudado. El gen del egoísmo desmedido de gran parte del capitalismo y no ningún otro, es el principal comportamiento que hay que extirpar de la sociedad.

“Regala un pescado a un hombre y le darás alimento para un día, enséñale a pescar y lo alimentarás para el resto de su vida”

Proverbio Chino

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