Amaia Oloriz: “A las dictaduras les da miedo el poder que tienen los libros para hacernos reflexionar, para abrir nuestras mentes a otras maneras de pensar y actuar”

El ejército de Franco tras conocer el elevado número de víctimas civiles que habían provocado sus bombardeos decidió que no era una buena propaganda para su causa dar publicidad al hecho

Por Angelo Nero | 15/11/2024

El 8 de febrero de 1937, tras un intenso asedio de las tropas franquistas, asistidas por miles de fascistas del Corpo Truppe Voluntaire italiano, y de un continuado bombardeo aéreo combinado de la Legión Cóndor nazi, y del Aviación Legionaria italiana, el ejército dirigido por Queipo de Llano -“Es necesario crear una atmósfera de terror, hay que dejar sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todo el que no piense como nosotros. Tenemos que causar una gran impresión, todo aquel que sea abierta o secretamente defensor del Frente Popular debe ser fusilado.”-, entraba en la ciudad andaluza, provocando realmente el terror, que provocó una precipitada huida de civiles, principalmente mujeres, niños y ancianos, y de los milicianos que habían resistido hasta el final.

Se dirigieron por carretera hacia Almería, todavía en manos del gobierno republicano, en lo que se llamó la Desbandá. Durante el trayecto fueron masacrados desde el mar por varios barcos del bando nacional, desde el aire por los aviones alemanes e italianos, y desde tierra por las tropas franquistas.

Aquel trágico capítulo de la guerra civil española, es el escenario de la nueva novela de Amaia Oloriz, publicada en la editorial Txalaparta, donde también vieron la luz sus anteriores novelas, “El largo sueño de tu nombre”, y “El llanto de las amapolas”, sobre los que también hablamos en estas páginas. Hoy volvemos a hablar de su nueva obra con la escritora navarra.

A pesar de ser una de las mayores masacres de población civil cometidas por el ejército franquista, su historia no es muy conocida, ¿que te llevó a poner el foco en este capítulo negro de la represión franquista? ¿y, cuando te pusiste a indagar en la Desbandá, conocías las dimensiones de la tragedia?

Había escuchado hablar de esta matanza de civiles, creo recordar que Almudena Grandes en su novela: El lector de Julio Verne, daba espacio a este triste capítulo de nuestra historia, pero lo que me motivó a escribir El eco de la huida fueron los testimonios recogidos en un documental de la Radio Televisión de Andalucía sobre la carretera de la muerte. Escuchar a los supervivientes de aquel horror, ver en sus rostros reflejado todavía el miedo, el dolor y la angustia que les tocó padecer siendo niños, me provocó la necesidad de hablar de esa huida de más de cien mil personas y de denunciar la mayor matanza de civiles después del golpe de Estado de 1936. Hablamos de entre 3.000 y 5.000 personas asesinadas. Mujeres, ancianos y niños en su mayoría.

No conocía la magnitud de la tragedia. Cuando escuchas la verdad de lo ocurrido, porque es imposible que alguien invente ese horror de no haberlo vivido realmente, resulta imposible no empatizar con su dolor, no sentir una gran indignación. En mi caso, me gusta dar visibilidad a la vulnerabilidad de la Mujer y de los niños y niñas en los conflictos. Ver imágenes de mujeres muertas rodeadas del llanto amargo de sus hijos. Niños y niñas perdidos entre la multitud. Mujeres caminando con tres o cuatro hijos agarrados a sus faldas y sujetando el llanto entre los dientes o a ancianos con los pies ensangrentados incapaces de dar un paso más esperando la muerte en las cunetas, te hace tomar conciencia del horror y del dolor que provocan las guerras en la población civil.

Tus anteriores novelas tenían como escenario Navarra, donde vives y escribes, pero para “El eco de la huida” has viajado miles de kilómetros, ¿querías afrontar el reto de salir de tu zona de confort?

Voy a confesar que en un primer momento me dio miedo saltar las fronteras de territorio conocido. Pero enseguida fui consciente de que el dolor y la violencia no conocen fronteras. Muchos testimonios de lo ocurrido a mujeres y niños en Andalucía resultaban muy parecidos a los testimonios que escuché cuando escribí sobre la represión ejercida en localidades de Navarra tras el golpe de Estado de 1936.

Reconozco que en mis historias me gusta más hablar de las relaciones humanas y de los sentimientos que realizar descripciones del entorno, aunque siempre me documento sobre costumbres y lugares donde se desenvuelven mis protagonistas. Conocía Málaga, así que no me ha resultado complicado callejear junto a mis protagonistas por los lugares más populares de la ciudad.

En tu novela pones el foco en una familia que vive en sus propias carnes la tragedia de la Desbandá, y que arrastra en el tiempo unas heridas difíciles de cicatrizar, ¿crees que es importante hacer ese viaje desde la memoria familiar para construir la memoria colectiva?

Creo que la base de la memoria colectiva es la memoria familiar. Ese eco forjado con timidez y miedo entre los muros del hogar y que ha pasado de padres a hijos y de hijos a nietos para finalmente saltar a la calle y unir su voz a la de otras víctimas. Los herederos del dolor y del olvido han conseguido transformar ese murmullo en un clamor capaz de agitar conciencias.

Una de las fuentes obligatorias para comprender el alcance de esa masacre, ha sido Norman Bethune, el médico canadiense que asistió a muchos de los heridos de la huida de Málaga, y que además la documentó. ¿Ha sido una fuente primaria también para la documentación de tu novela?

La figura de Norman Bethune ha sido esencial para crear mi historia. Gracias a él he podido poner rostros al miedo, al dolor, al hambre, a la injusticia. Las imágenes que captó con su cámara cuando acudió a socorrer a la población herida tras los bombardeos en la carretera de Málaga a Almería, son el único testimonio gráfico de la matanza. También hay que agradecer sus escritos sobre los hechos que le tocó presenciar como brigadista y médico durante la guerra civil. La ayuda y el compromiso de Norman Bethune con las víctimas de esta matanza tienen su espacio en El eco de la huida.

Leyendo “El eco de la huida”, una historia situada en Málaga, en 1937, no dejé de pensar en Gaza, en la actualidad, donde también miles de civiles están siendo masacrados, ¿tuvo entonces la Desbandá -solo unos meses antes del bombardeo de Gernika- alguna repercusión internacional?

El silencio que ha rodeado esta matanza fue uno de los aspectos que más me intrigó desde el primer momento. Me pregunté qué pudo pasar para que una matanza que cuadruplicaba el número de víctimas del bombardeo de Gernika fuera un episodio prácticamente desconocido nacional e internacionalmente. Hay varios motivos que propiciaron este silencio: El ejército de Franco tras conocer el elevado número de víctimas civiles que habían provocado sus bombardeos decidió que no era una buena propaganda para su causa dar publicidad al hecho, además, incluso sus aliados quedaron escandalizados por la barbarie. El Gobierno de la República guardó silencio porque de alguna manera se sentía responsable de no haber apoyado la defensa de Málaga. Preocupado por el avance de Franco hacia Madrid dejó a las tropas de Málaga desatendidas, mal armadas y sin un mando capaz de organizar la defensa de la ciudad. Por último, la población guardó silencio por miedo a las represalias.

Uno de los elementos clave de tu novela es la recuperación de la Memoria, algo habitual en tus libros, ¿crees que la literatura sigue siendo una herramienta útil para combatir la desmemoria o, lo que es peor, el revisionismo histórico que pretende dulcificar el franquismo?

Creo que cualquier forma de expresión es una herramienta útil para la denuncia, me da igual el cine, el teatro, la música, la pintura o la escritura, todas sirven para dejar esa huella en la sociedad. En mi caso y desde la sencillez de mi escritura siento ese compromiso de dar luz a la verdad y voz al silencio. Es necesario conocer la verdad para conseguir una sociedad más justa e igualitaria.

Otro de los temas que tocas en tu libro es el de los bebés robados, y de los internados del miedo, alguno los crímenes del franquismo más silenciados, y cuyos efectos perduran hasta hoy, ¿has querido también visibilizar a estas víctimas a través de tu novela?

Cuando comencé a recabar información para mi novela, tropecé con el testimonio de dos mujeres que hablaban sobre lo que les tocó vivir en estos internados para niñas, su testimonio consiguió revolverme el estómago. Imaginé las miles de criaturas que fueron internadas en estos orfanatos, lugares donde solo había espacio para el castigo y la humillación. Centros desde los que se gestionaban adopciones ilegales y mano de obra gratuita. Infiernos reales para niños y niñas que lo habían perdido todo. Me resulta imposible pasar página y no dar espacio en mi novela a esa denuncia. Necesité crear ese personaje que trasladara al lector esos episodios tan dramáticos y silenciados durante décadas.

Una de las formas de la represión franquista de la que tampoco se habla lo suficiente es el expolio económico, que incautó miles de bienes y propiedades de republicanos, ¿cómo es posible que, cuarenta años después del fin de la dictadura, el estado siga sin restituir el patrimonio expoliado?

Pues parece imposible, pero es la realidad. A día de hoy, no hay bienes incautados durante el franquismo a particulares que hayan sido restituidos a los herederos legales de los mismos. He hablado con familiares de represaliados y todos me han confirmado que tras largos años de pelea en tribunales no han conseguido que la casa o las tierras de sus familias vuelvan a sus manos. Es una tarea que, tristemente, ningún Gobierno parece estar dispuesto a afrontar.

En “El eco de la huida” hay un escenario que cobra una especial relevancia en la trama, El mar de las palabras, ¿hay un homenaje aquí a esos lugares donde los lectores nos encontramos con los escritores, que son las librerías?

Tengo que reconocer que he disfrutado mucho recreando ese espacio mágico y especial que son las librerías. También he querido denunciar el peligro que suponen para los regímenes autoritarios la cultura y los libros. A las dictaduras les da miedo el poder que tienen los libros para hacernos reflexionar, para abrir nuestras mentes a otras maneras de pensar y actuar. Tristemente estamos siendo testigos de este recorte a la libertad de expresión que se está imponiendo en varias comunidades del Estado. Yo desde estas líneas animo al público a que siga leyendo. La lectura engrandece nuestras mentes y nuestros corazones.

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