Almudena y luchadores por la libertad: vuestro nombre no se borrará de la historia

Te declaraste antifascista como muchas y muchos somos antifascistas; eso no es traicionar a España, es ser fiel a la democracia porque todo aquel que sea democrático debe ser antifascista.

Por Isabel Ginés y Carlos Gonga

Alguien dijo: “Que mi nombre no se borre de la historia”. Tu nombre, Almudena, no se va a borrar jamás: tenemos tus artículos, tus discursos, tu legado y el amor de todo un pueblo. Cientos de lectores acudieron esa mañana al cementerio civil con tus libros y los alzaron porque la gente te quiere, Almudena. La gente te admira.

Tu nombre, Almudena, no se va a borrar de la historia. En cambio, los de los mamarrachos que hacen política del odio quedarán en nuestra memoria como bufones de la corte, sin vergüenza y sin dignidad. Te declaraste antifascista como muchas y muchos somos antifascistas; eso no es traicionar a España, es ser fiel a la democracia porque todo aquel que sea democrático debe ser antifascista.

Las personas dignas como tú, Almudena, y como mucha de la población española, tenemos cabida en España. Hay un sector para el que no cabemos los demás, que no nos quiere en ella y nos pueden insultar, nos pueden poner en la diana, nos pueden acosar pero seguiremos luchando sin descanso para que en España quepamos todas y todos.

Esta España no es como esta gente quiere que sea. No eres más español o más española por tener veinte mil banderas de España, por declarar que “España es de los españoles”, por apelar a la tradición o a todos los personajes que moldearon a su antojo esa España que no tenía en cuenta la dignidad ni los derechos de todas y todos sus habitantes.

España es la gente que sigue luchando contra la homofobia, contra la transfobia o el odio a las personas transgénero, contra la xenofobia o el odio a los inmigrantes, contra el racismo o quien piensa que una raza es superior a las demás. España es todas las personas que luchan contra el patriarcado, que se declaran feministas y luchan por el feminismo; todas las personas que apoyan a la mujer que ha sido violada y maltratada, y no quienes faltan el respeto a todas ellas ignorando un minuto de silencio o diciendo que el maltrato a la mujer no siempre es como se dice, que hay denuncias falsas cada vez que llega a sus oídos un nuevo caso de violencia de género o que no están al lado de la víctima.

Sobra decir que este sector intransigente de la población es la extrema derecha. No necesitas vivir en un país gobernado por un totalitarismo o un dictador para ser antifascista o tener muy claro que buscas libertad e igualdad, basta con que estés en un país donde esté creciendo la extrema derecha para saber que la tienes enfrente y luchar contra ella.

La extrema derecha sigue creciendo, ya lo hemos visto en Brasil. Sigue creciendo en Austria, en Francia e Italia se está reforzando, por eso debemos tener muy claros los valores antifascistas que nos enseñaron muchas personas, entre otras Almudena Grandes.

Ser españolas o españoles significa que entendemos a esa mujer que, en su travesía por el desierto africano, ha sido violada y vejada y aun así coge de la mano a su niña de tres años para subirse a un cayuco y venir a España; significa ser conscientes de esta problemática más allá de nuestras fronteras y tener compasión con quien las personas que la sufren. Esa mujer no cruzaría el desierto, sabiendo que la pueden violar, ni pondría en juego la vida de su hija, subiéndola a una patera, si no fuera porque está huyendo de algo atroz, de una guerra o de situaciones horribles. Únicamente lo haría si es su única vía para intentar que su hija tenga tenga una vida normal, una vida buena, una vida en libertad. Nadie sube a sus hijos a una pequeña embarcación impulsada por remos y a 14 km de su destino si no es por necesidad, para huir del horror y poder aspirar a tener una vida mejor.

Poner el foco en los colectivos vulnerables es lo que ha hecho siempre el fascismo, el totalitarismo. Hay a quienes les encantaría que hubiera un Auschwitz en versión española o un holocausto; aunque aquí ya hubo un genocidio de gente que defendía la cultura, la igualdad y la libertad. Sabemos muy bien lo que es la detención y la aniquilación de personas de manera sistemática: estamos aprendiendo de la historia. No necesitamos llegar a ver esto de nuevo para decir entonces “Uy, es que esto está mal”, hay que ir trabajando en ello poco a poco para garantizar que no se repitan estas circunstancias.

Queremos vivir en una España donde se defiendan la libertad, la igualdad y los derechos para todas y todos, contra los que carga la ideología fascista, y es nuestra democracia quien debe garantizarlos. Por eso se está haciendo cada vez más necesario el antifascismo y por eso toda persona demócrata debe ser antifascista.

No necesitamos vivir en un país totalitarista con un dictador al frente del Gobierno para plantarnos frente a la ultraderecha. Necesitamos que la sociedad sepa lo que aquí ya pasó y que puede volver a pasar, y para lograr eso tenemos que manifestarnos. No nos referimos solo a salir a la calle con consignas reivindicativas y pancarta en mano, que también, sino a dar a conocer la historia y la memoria histórica, a confrontar las noticias falsas o las mentiras que nos lleguen, a generar conversación y hablar abiertamente de esto. La extrema derecha está creciendo sin control: ya no basta con tener un pensamiento antifascista, hay que manifestarlo.

Solo así y llevando a cabo unas políticas determinadas que trabajen por y para todas las personas evitaremos que este crecimiento de la extrema derecha desemboque en una situación de odio irreversible para España y sus habitantes. Toda persona sensata que luche contra las opresiones y por la libertad es, por definición, antifascista.

Las mismas tácticas sucias que utiliza actualmente la ultraderecha para propagar su ideología en España ya las usaba Goebbels, el temido ministro de Propaganda del tercer Reich, en el nazismo. Son diversas, como las fake news, noticias falsas que lanzan a medios de comunicación o en redes sociales, o analizar un hecho que les perjudica y tergiversarlo de manera que resulten favorecidos. También es muy habitual que se inventen hechos que nunca han ocurrido o que pongan a una persona en la diana para que todo el mundo vaya a atacarle, con críticas burlescas o destructivas, con tal de minarle la moral y dañar su dignidad. Es el desgraciadamente típico bullying —acoso escolar— en las clases, en que uno o más personas intolerantes acosa o hace el vacío a quien parece tener un perfil más débil hasta que un día esa persona piensa “hasta aquí” y se suicida o lo piensa, se reviene y planta cara a sus abusadores. Esto es lo que hace el antifascismo, plantar cara.

Colocar una diana sobre una persona simplemente por placer para que las masas le ataquen es de ser cobarde, de personas que no tienen el valor de usar la argumentación para enfrentarse. El franquismo creó muchas fake news como la de que era mentira lo que hicieron en Badajoz en la Guerra Civil, la matanza en que fusilaron entre 1.400 y 3.800 personas en la plaza de toros, además de las 1.200 a 2.000 ejecuciones indiscriminadas de gente que transitaba las calles pacenses o que les mostraba su oposición; de igual manera que el fascismo actual abanderó el bulo que surgió sobre Garzón y las macrogranjas. El objetivo es reírse de la gente, mandar a sus trolls y propagar mentiras que influyan y dividan a la población. Ya lo hacía Goebbels, la guerra sucia de la propaganda.

Lo peor es que han cogido las tácticas de Goebbels y las han mejorado: han utilizado los medios digitales y las redes sociales para expandir su controversia y su odio. Y han hecho un buen trabajo, la verdad, no lo vamos a negar. Lo que hacen es política del odio, unas políticas que no benefician a nadie, que no aportan soluciones a problemas y que no ayudan en nada; simplemente generan odio y provocan una división de la sociedad, tratando de fundir la España actual y forjar una nueva donde solo tengan cabida unos cuantos. La suya es una política de odio, no de beneficio común para España.

La gente ultraderechista menciona grandes hazañas de diversos personajes ilustres de España en sus discursos, tergiversan muchas veces citas de otros tantos, así como se intentan apropiar de figuras antifascistas o republicanas como si les admiraran. El objetivo de esto es claro: atrapar en sus redes a personas aparentemente antifascistas pero que no tengan sus ideas bien claras. Hace poco, por ejemplo, Almeida, alcalde de Madrid, hizo un homenaje a las víctimas del holocausto; habiendo permitido previamente, por supuesto, homenajes a la División Azul, españoles que lucharon junto a Hitler contra Rusia en la II Guerra Mundial, y habiendo cambiado la calle madrileña del Barco Sinaia, con el que muchos españoles se exiliaron a México tras la Guerra Civil para no ser represaliados, por otra dedicada al crucero de Baleares, un acorazado que bombardeó una carretera andaluza repleta de civiles inocentes y desarmados, causando 12.000 muertes y más de 160.000 víctimas.

Eso es lo que hacen habitualmente: reírse y hacer el paripé; política del odio, del bulo y de la vergüenza. Por eso serán siempre los bufones de la corte, a los que un día recordaremos diciendo “¿Te acuerdas de este político chabacano?” o “[…] de esta mujer que no hacía más que generar odio?”, o “[…] de esta mala persona?”. Sus nombres pasarán a la historia como gente poco trascendental. En cambio, los de esas personas a quienes señalan y de quienes se burlan pasarán a la historia como personas que hicieron una España mejor, que lucharon por una España mejor, en mayor o menor medida, y por una España en la que todas y todos tengamos cabida.

Es por eso que el nombre de algunas personas se borrará de la historia o será intrascendental, mientras que el de otras resaltará porque defendieron una España que todas y todos buscamos y necesitamos.

Almudena, eres y seguirás siendo necesaria, y tu legado es y seguirá siendo parte de la historia, como lo es el de muchas personas a quienes masacraron simplemente por defender la libertad.

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