Alianzas tóxicas, pero imprescindibles

Por Daniel Seixo

“Todos creemos al principio que podremos controlarlo. Luego dejamos de querer controlarlo.”

William S. Burroughs

“No hay más alianzas que las que trazan los intereses, ni las habrá jamás.”

Antonio Cánovas del Castillo.

«Nada es verdad, todo está permitido»

Hassan-i Sabbah

En política lo que no es posible es falso. Así comenzaba Pablo Casado su discurso en la moción de censura presentada por Vox contra el gobierno de colación entre Unidas Podemos y PSOE, y en esa misma línea comenzaba quizás también la andadura política del estado español durante este nuevo siglo tan turbulento para quienes creíamos vivir el a todas luces mal llamado fin de la historia. Lo adelantaba en un anterior artículo referente a esta moción de censura y lo ha terminado constatando la inapelable dinámica parlamentaria durante estas dos breves pero intensas jornadas de examen a nuestro gobierno: la moción ultra en ningún momento ha tenido intención o posibilidad alguna de prosperar, pero tras cierta calma tensa desde la formación del gobierno entre Sánchez e Iglesias, sin duda este movimiento ha supuesto un “inesperado” golpe de efecto capaz de mover las fichas sobre el tablero, sea en un sentido o en otro.

“Estamos en los lados opuestos. No somos equiparables, son muchas nuestras diferencias. Tantas como la distancia que media entre el liberalismo reformista y el populismo antiliberal. Entre el patriotismo integrador y el antipluralismo. Entre la economía abierta y el proteccionismo autárquico. Entre la vocación europea y atlantista y el aislacionismo. Entre el interés general y el oportunismo demagógico”

Anunciaba Casado desde el estrado un “no rotundo a la moción de impostura” presentada por los de Santiago Abascal y lo hacía en sus propias palabras no por falta de gallardía, ni por bajar los brazos ante las evidentes sumas parlamentarias, sino para diferenciarse de Vox, para marcar un punto claro de inflexión entre una derecha civilizada y con visos de ser alternativa en el poder y una derecha ultra fanfarrona, hiriente y desagradecida con su origen y casa paterna. El “Hasta aquí hemos llegado” de Génova podría sonar incluso a alta política si no fuese porque esa aparente derecha centrada es la de la Gürtel, Villarejo o M. Rajoy, la misma formación que encargó la portavocía de su línea política en la oposición a Cayetana Álvarez de Toledo y que apenas unas horas antes de intentar mostrar su distancia con la deriva ultra de los de Santiago Abascal, accedía a las más bajas pulsiones de la ultraderecha para retirar la estatua que en Madrid homenajeaba a Largo Cabarllero al tiempo que secuestraba a los habitantes de la capital para ejercer la oposición desde el negacionismo, el descrédito por la Ciencia y el desprecio a lo público.

Casado ha vapuleado esta mañana al socio más débil del trifachito haciendo uso de la experiencia de gobierno de su partido para marcar una clara línea divisoria entre la confrontación cainita y el parlamentarismo, llegando incluso a acusar al líder ultra de mostrar una clara faceta infantil escondiéndose de la política adulta para preparar una moción de censura que lleva a España a ninguna parte. Conociendo claramente las intenciones de Abascal desde que el pasado verano anunciase su intención de presentar esta moción de censura, el factor sorpresa había desaparecido totalmente del escenario y el Partido Popular ha logrado salvar en el último momento los muebles ante un frontal intento por parte de Vox de cara a lograr rejonear el liderazgo de Génova en la derecha. Todo este movimiento político y desafío parlamentario conservador se convierte en un auténtico dislate cuando uno comprende, evadiéndose del efectismo oratorio, que cada una de las piedras lanzadas por Pablo Casado contra el partido de Santiago Abascal, no hacen sino rebotar con fuerza creciente en el tejado de las plazas que el Partido Popular comparte con aquellos a los que hoy ha tildado de infantiles, incapaces y peligrosos para España. Resulta difícil llegar a creer al líder de los populares cuando asegura no gobernar con los ultras y resulta poco creíble también cuando asegura romper definitivamente con ellos, resulta difícil y reesularía fácilmente rebatible si los de Abascal decidiesen anteponer la realidad de la gobernabilidad a la pompa parlamentaria. Las sumas y las necesidades parlamentarias siguen siendo las mismas y como el propio Casado se ha encargado de asegurar “en política, lo que no es posible es falso“.

A las puertas de una inminente crisis económica, debemos recordar las lecciones del final de la etapa de gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero para tener claro que sin soberanía nacional, sin políticas sociales y sin unidad de acción bajo estos postulados, los llamados gobiernos más progresistas de la historia, pueden verse arrastrados por la identidad católica, el sentimiento nacional o cualquier otra deriva reaccionaria

Incómodo, pero seguro. Probablemente esa sería la definición que Santiago Abascal daría de su actitud durante estas dos jornadas si abandonando el personaje creado de cara a su electorado, el líder ultra se decidiese a sincerarse con España y los españoles. La falta de tablas discursivas, la improvisación imprescindible en el hemiciclo, y que claramente deja en evidencia las claras deficiencias intelectuales del macho alfa de Vox, o la incapacidad de estructurar una alternativa real para España ante las evidentes similitudes en sus planteamientos económicos y estructurales con el Partido Popular y en algunos casos incluso con la senda marcada desde Europa al propio gobierno, hacen de Abascal un candidato nefasto para una moción de censura, incluso contra el gabinete que él mismo califica como el peor de nuestra historia, pues bien, ni contra ese nefasto gobierno Santiago Abascal supone una alternativa creíble para nadie. Todos estos serían motivos de peso para sentenciar como un fracaso absoluto esta moción de censura si no fuese porque el populismo ultrareaccionario una vez más se encontraba librando su propio juego, dilapidando sus instrumentos parlamentarios para retorcer y amoldar la realidad política a sus propias necesidades.

Vox no ha pretendido en ningún momento salir victorioso de esta moción de censura, nada más alejado de la realidad. Utilizando una retórica propia del populismo trumpista y haciendo uso de la mentira, el negacionismo e incluso el fascismo y el racismo más descarado enarbolado, e incluso normalizado, tras mucho tiempo en sede parlamentaria en el estado español, Vox se ha presentado a esta moción de censura para ser vapuleado, insultado y despreciado. En la clara derrota momentánea la bancada ultra busca aparentemente alejarse de aquellos a los que llama derechita cobarde, para a las puertas de los momentos más duros social y económicamente en mucho tiempo para el estado español, lograr erigirse como alternativa única y real a un gobierno al que ha caricaturizado de terrorista, independentista, chavista, comunista e inepto. Pero Vox no dirige sus palabras a la izquierda, ni tan siquiera a la derecha moderada o a los indecisos, en medio de una marea de acontecimientos en el plano local y la arena internacional que amenaza con absorber y hacer desaparecer gran parte de los acuerdos y pactos sociales que hasta hace muy poco dábamos por seguros en occidente, el partido de Santiago Abascal y Steve Bannon decide comenzar a jugar a la ofensiva para descolocar a propios y extraños. Ya no esconden su descarnada guerra cultural contra el progresismo, ni se molestan en ocultar sus más activos recursos depositados en la mentira y la posverdad, la ultradrecha ha sabido finalmente leer los tiempos y aprovechando los influjos líquidos del neoliberalismo y las políticas identitarias, han decidido comenzar a recomponer amplios bloques sociales suscitando animadversiones y adscripciones a sus planteamientos a partes iguales.

La nueva política nació para cambiar las cosas, pero tiempo después, es el PSOE el único partido que parece dibujarse como momentáneo ganador de todo aquel proceso

El propio Santiago Abasccal, pero también Pablo Casado daban claras muestras de la evidente inoperancia de la izquierda durante todo este siglo y se mostraban dispuestos a aprovechar las condiciones creadas en su propio beneficio, llegando el líder de los populares a despreciar el valor real del gobierno progresistas y a recordarle al Vicepresidente del gobierno lo alejada que está la izquierda de acceder al poder real pese a poder encontrarse puntualmente en las instituciones: “Han abandonado la lucha de clases, han abandonado la lucha contra el capitalismo porque saben que no lo pueden cambiar. Lo han hecho al definirnos únicamente por nuestra raza o nuestro género”, con visiones divergentes, pero coincidentes cuando los múltiples intereses comunes entre ambos postulados llaman a ejercer el poder, derechistas y ultraderechistas en España han decidido lanzarse a la disputa cultural consciente de que haber renunciado a esa arma supone un error imperdonable en tiempos en los que Salvini, Lepen, Bolsonaro o Trump se han erigido como gobernantes o alternativas de masas basándose en un cuerpo político que en nada difiere de la economía liberal, pero que culturalmente es capaz de presentarlos como antiestablishment.

Tras el intento de cortarle la cabeza fruto del influjo de la nueva política fruto del 15 M y la aparición de nuevas formaciones consagradas en el llamado pacto de los botellines, la Hidra de la derecha ha renacido de nuevo en la última década mostrándose capaz no solo de sobrevivir a los amplios casos de corrupción y al desprestigio de pertenecer a un pasado político aparentemente ya superado, sino a su vez de adaptarse a los nuevos tiempos quizás incluso mejor que las alternativas de izquierda que incomprensiblemente se han llegado a creer su propia ficción atrapadas como se encuentran en sus microcosmos de redes sociales, trabajos precarios pero alternativos y charlas acerca de Foucault o la autodeterminación del sexo de las gemelas siamesas bosquimanas. Ante tanto parlamentarismo chic, ante tanta ceguera de clase y ante tanto onanismo pseudointelectual propio de quienes buscan la brillantez individual aprovechando la decadencia de una época, la derecha simplemente ha decidido contraponer su capacidad de movilizar un cuerpo electoral y social amplio, como ya demostró en su momento durante la inmediata reseca política de la acampada de Sol, cuando ante la incredulidad de los que hasta aquel momento habían estado viviendo una quimera de progresismo revolucionario, logró convertir las Jornadas Mundiales de la Juventud en un acto reaccionario de devoción católica y conservadora. El progresismo de Zapatero languidecía de ese modo ante la crisis económica, la inoperancia de la izquierda para transformar lo material y la apisonadora neoliberal europea, hoy las cosas quizás no parecen ser tan diferentes como para permitirnos cometer nuevamente los mismos errores sin inmutarnos.

El propio Santiago Abasccal, pero también Pablo Casado daban claras muestras de la evidente inoperancia de la izquierda durante todo este siglo y se mostraban dispuestos a aprovechar las condiciones creadas en su propio beneficio

Y es que en esas nos encontramos tras esta moción de censura, en un pulso de la derecha a su versión moderada, sí, pero ante todo frente a un pulso de la derecha a toda la idea de progresismo una vez dan por finiquitada la alternativa rival del marxismo. El virus ha acelerado los tiempos y mientras la gran mayoría ha preferido aguardar agazapado y esperar mejores y más propicias circunstancias electorales para avanzar en sus políticas y planes para nuestro país, escudándose en una supuesta responsabilidad de estado, que no ha evitado que seamos el país que peor ha encarado eta pandemia, Vox ha decidido apostar por una suma de máximos que aún condenándolo a una inmediata derrota, puede abrirle nuevas vías de acceso directo al poder. Una primera consecuencia de la decisión de los de Santiago Abascal se dibuja en la inoperancia e irrelevancia de partidos como Ciudadanos o Más País, ubicados ambos en tierra de nadie mientras se desarrolla una contienda cultural y parlamentaria que solo puede invitarlos a ser partícipes como meras muletas secundarias de alguno de los dos bloques que claramente se dibujan a cada paso dado en nuestra realidad democrática. El paso de Vox los obliga a posicionarse, penalizando de ese modo su pretendida ambigüedad y obligando especialmente a Ciudadanos a mostrarse como aliado o rival de un gobierno considerado por muchos de sus votantes, y no pocos de sus miembros, como un ejecutivo felón.

Este ya no es país para indecisos, durante mucho tiempo hemos alimentado dinámicas propias y externas que ahora amenazan con arrastrarnos y envolvernos con la irracionalidad y el idealismo propio de quienes ante la incapacidad material de transformar la realidad de los suyos, amenazan con rasgar las más básicas reglas de juego forzando los límites de la democracia y el sentido común de forma execrable. La nueva política nació para cambiar las cosas, pero tiempo después, es el PSOE el único partido que parece dibujarse como momentáneo ganador de todo aquel proceso, aprovechando a su favor el repliegue de Unidas Podemos a posiciones claramente defensivas centradas el voto de la clase media urbana y la lucha fratricida del Partido Popular contra un monstruo que bebe tanto de aquellos tiempos como del aznarismo. La intención de esta moción de censura se ha repetido una y otra vez desde la tribuna, aunque quizás han sido pocos los que han tomado nota de ella poco dispuestos a manchar editoriales ya elaborados con concepciones previas y deseos bienintencionados, la bancada ultra ha decidido que su prioridad se basa en evitar que el socialismo español siga capitalizando sosegadamente la indefinición de los nuevos tiempos aprovechando la inmovilidad política y para ello la guerra cultural y la política de bloques pretende arrastrar a los partidos presentes en el parlamento y a los propios españoles a una política de desgaste en el que cada paso dado por una formación deba argumentarse en contra de la idea de España de su adversario. En ese punto, sin duda la derecha tiene a todas luces mayor capacidad de teatralizar discrepancias logrando sostener su unidad de acción en el poder real, mientas que las formaciones de gobierno y sus socios, tendrán claras dificultades para mantener la unidad de acción, al tiempo que dividen sus ataques entre una derecha con dos cabezas que sin embargo pertenecen a un mismo cuerpo dibujado en un futurible gobierno.

La moción ultra en ningún momento ha tenido intención o posibilidad alguna de prosperar, pero tras cierta calma tensa desde la formación del gobierno entre Sánchez e Iglesias, sin duda este movimiento ha supuesto un “inesperado” golpe de efecto capaz de mover las fichas sobre el tablero, sea en un sentido o en otro

Por ahora, el progresismo todavía tiene a su favor una colación estructurada a un alto coste, basada en la renuncia a principios básicos de la izquierda, la dependencia de unas formaciones periféricas poco implicadas en el proyecto común de España y la confianza ciega en un Partido Socialista que en caso de rememorar la fábula del escorpión y la rana, podría asestar un futuro golpe mortal a Unidas Podemos quizás arrastrado por su propia naturaleza, las necesidades electorales o por las exigencias de un poder Europeo que hoy ha estado muy presente en los discursos de todas las formaciones. En este juego presentado por Santiago Abascal, el gobierno y “la izquierda” solo tienen una salida real para lograr mantener el desafío que hoy se les presente, esta se dibuja en una idea de España y de su futuro que logre descolocar a partes iguales a populares y ultras. Esto solo puede pasar por una batalla total en lo cultural, cierto, pero también en lo material. A las puertas de una inminente crisis económica, debemos recordar las lecciones del final de la etapa de gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero para tener claro que sin soberanía nacional, sin políticas sociales y sin unidad de acción bajo estos postulados, los llamados gobiernos más progresistas de la historia, pueden verse arrastrados por la identidad católica, el sentimiento nacional o cualquier otra deriva reaccionaria. No nos equivoquemos, pese a sus discrepancias, la derecha siempre ha tenido claro que incluso para la supervivencia de una banda de ladrones, resulta necesaria la lealtad recíproca. Nada de eso ha cambiado hoy, seguimos a la busca de amplias mayorías.

1 Comment

  1. TODOS MERECEN LO QUE CREAN, todos merecen las injusticias o la mierda que les caen en la caras según lo que valoran o desalmadamente desprotegen, sí, y también según sus likes, sus seguimientos, sus fríos silenciamientos al que demuestra a razón la verdad, y también merecen lo que merecen según sus podridas caras sucias y duras por defender-seguir A LO MISMO,
    ¡a lo mismo! (a lo pillo solo que no aporta nada de explicación racional o ética).

    ¡Todos Y VOSOTROS se merecen de inmediato la mieda que ellos mismos van creando!

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