El director vasco que representó la indignación de toda la sociedad en 2011, cuando dimitió de su cargo de presidente de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas está mayor.
Sus 52 años deben suponer una crisis de identidad para el autor de películas tan geniales y emblemáticas de nuestro cine como La Comunidad, Los crímenes de Oxford o la archiconocida El día de la bestia. Al menos esto es lo que piensa un buen número de sus seguidores, que acostumbrados a películas donde se aúna fabulosamente el humor negro, la irreverencia, la crítica social y elementos fantásticos, han sentido un gran vacío con la última película de De la Iglesia: Perfectos Desconocidos, que es una adaptación de la película italiana Perfetti Sconosciuti, de Paolo Genovese.
ALERTA SPOILER (A partir de este párrafo se comentan fragmentos concretos de una película que aún está en los cines, si no quiere saber más de su argumento, detenga aquí la lectura)
El argumento de la película ya no trata de el nacimiento del Anticristo, de el resurgimiento de la brujería o de células terroristas de discapacitados, en esta película el argumento es una cena entre amigos que por varios guiños y las fechas, parece ser un cuadro de las cenas que todos podemos estar teniendo estos días. En concreto es una cena de parejitas entorno a un grupo de amigos de toda la vida y que ya rondan la propia edad del directo, en el reparto los actores más famosos son Belén Rueda, Eduardo Noriega y Pepón Nieto (Mariano en Los hombres de Paco).
El principio es sencillo, las parejas se preparan para la cena con conversaciones y discusiones cotidianas, excepto por el personaje de Pepón Nieto, que aparece directamente en la cena sin su pareja ni introducción.
El único elemento de fantasía del universo cinematográfico de De la Iglesia, es que esa cena tiene lugar la misma noche que la luna de sangre, es decir, una de esas noches que la luna se vuelve roja por la intersección lumínica del sol. En la película, uno de los personajes, lo llamaremos el cuñao porque era el que parecía hacer más gracia a este tipo de gente en el cine, se pone muy nervioso y cuando sale a fumar un pitillo al balcón con Pepón Nieto, parece que vaya a sufrir un ataque mientras le explica a su amigo que esa luna son malas noticias, que los mayas desaparecieron una noche como esa, que lo había leído él ayudando a su hijo con los deberes. Pero este hecho queda en un segundo plano tanto en la película como para el espectador, lo que realmente quiere es intercambiar las tarjetas de los móviles, porque va a empezar el juego en el que se basa la película.
El juego consiste en dejar los móviles toda la cena, una práctica que los forofos de los modales sobre la mesa llevan proponiendo y muchas veces llevando a cabo por imposición social varios años ya por estas fechas, sobre todo desde la aparición de Whatsapp. La diferencia es que ellos le dan un nuevo giro; van a ver en vivo y en directo todos los mensajes y llamadas que lleguen mientras cenan, que no sé si es que quedaban demasiado a menudo y ya no tienen nada que contarse, que no había pasado nada interesante en sus vidas que mereciese ser contado o simplemente no tienen ningún tipo de aprecio por la privacidad del otro.
Después de esto se dan una serie de elementos de comedia facilona con todos los estereotipos posibles:
Belén Rueda se queja de que la niña está en la edad del pavo, viste muy provocativa y monta en cólera cuando le pilla unos condones en el bolso, su marido intenta toda la película ser el eje de la moderación, y es el único personaje que no sale mal parado de la exposición de los teléfonos, sino que se reafirma como un padrazo y un ejemplo para la sociedad cuando le llama su hija para ver si puede quedarse en la casa del novio y no se siente preparada por si llega el momento esa noche de perder la virginidad. El padre dará un discurso bastante emotivo que será básicamente un “es tu vida, haz lo que quieras con ella y que ni él te lo imponga ni que nadie te condicione, pero asegúrate de que la primera vez sea mágica y quieras recordarla toda tu vida”. Quizás a esa niña habría que desmitificarle un poco “la primera vez” y sobre todo hacerle hincapié en que porque se quede en la casa de su novio, no debe estar condicionada ni presionada a tener sexo con él si no lo quiere, pero el discurso feminista se aleja bastante de esta película.
Eduardo Noriega es taxista. No sólo eso, además es el taxista que ha encontrado el fin a la temporada de vacas flacas que está pasando por el conflicto contra Uber y Cabify, que consiste en vender su taxi, del que espera sacar una pasta, disfrutar un par de añitos de las rentas y abrir un negocio infalible con el que forrarse, a sus compañeros en las huelgas, pues que le vayan dando un poquito por culo. Al final de la película él será un don juan que se prometió con su novia mientras tenía una aventura amorosa con Belén Rueda y dejaba embarazada a una compañera del trabajo.
Su novia es una veterinaria de veintipico años en la que han intentado volcar todos los prejuicios y estereotipos “millennials”, como ser ella la que haga la foto con gestitos cuquis, llevar una funda de conejito rosa para el teléfono o la pavería con la que mucha gente adulta mira a la gente joven sin más contexto. Su gran secreto es que aconseja a su ex y en un momento se le escapa un apelativo cariñoso para él.
El momento álgido de la trama es cuando El cuñao, a pesar de las negativas de Pepón Nieto en aquel lejano cigarrillo en el balcón, cambia las tarjetas de los móviles. A Pepón Nieto le llega la foto sensual de una amiguita del cuñao, una menor de edad desnuda, ni más ni menos, aunque los comensales prefieren comentar la postura de la menor más que el conflicto ético que suponen las relaciones con menores.
Pepón Nieto se defiende como puede, pero entonces un tal Borja llama al teléfono con su tarjeta y el cuñao tiene que contestar. Como se ha ido adelantando en pequeños gestos durante toda la película, el personaje de Pepón Nieto es homosexual y Borja le llama con una voz de pluma estereotipada para echarle a bronca por haberse ido con unos amigos y haberle puesto una excusa. El cine en el que vi la película estalló en carcajadas en este momento y yo sentí una vergüenza ajena tan enorme como la hostia de realidad que me había llevado de ver que el 90% de la gente en ese pequeño estudio sociológico agradecía tantísimo los chistes sobre homosexuales, los cuales a partir de ahí conseguirían un enrome peso en el guión de la película.
Volviendo a la película, todo lo que la pederastia supuso bromas y risas, la homosexualidad supuso un momento de ruptura en el que la despechada mujer de el cuñao se pone iracunda de que su marido tenga un amante varón, se va a la cocina, se bebe todo el vino posible mientras las mujeres la consuelan y los hombres intentan hacerse los abiertos con el incrédulo cuñao que no sale de su asombro. Aunque es reseñable mencionar la excepción de Eduardo Noriega, a quien le cabrea que su amigo fuese gay y no se lo hubiese dicho cuando eran niños y se duchaban juntos en los vestuarios…
Las mujeres recuperan una serie de conceptos de la batalla de géneros con la que empezaron bromeando al poco de empezar la cena. A la despechada le cabrea que la infidelidad de su marido sea con un hombre en vez de con una mujer, porque sí, tampoco da muchas razones. Luego se descubre que ella también tiene una aventura por una web de contactos y que esa noche no lleva bragas, el cuñao la persigue hecho un psicópata por toda la casa rompiendo mobiliario a su paso en una escena muy violenta y gratuita que termina con ella levantándose la falda a espaldas de la cámara.
Tras la cena todos se joden la vida, Belén Rueda sale llorando al balcón deseando que no hubiese pasado nunca, tira el móvil, la luna deja de estar roja y retrocede en el tiempo al momento justo antes de poner los móviles sobre la mesa. Así impide que jueguen y guardan todas sus mierdas en secreto para ser felices y comer perdices por una noche antes que hacer autocrítica y enfrentarse a sus problemas.
Esperemos que Álex De la Iglesia se reponga pronto de esta película, de su crisis de los cincuenta y que no practique ese cuñadismo en las cenas de estas fiestas.
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