Álex Galán: ‘Huyo del buenismo y encuentro en esa influencia western una especie de rebeldía ante la domesticación, tanto de los personajes como de las historias’

‘Hacer un boicot cultural a cualquier país me parece una necedad. El conflicto entre Rusia y Ucrania es una cuestión geopolítica, económica, y las batallas que se planteen ambos bandos no deberían salpicar al arte’, afirma el director Álex Galán.

Por Angelo Nero | 4/03/2025

En la estepa de Kirguistán, los pastores comparten su territorio con un fantasma que, de vez en cuando, se cobra su tributo, el leopardo de las nieves, una criatura que pocos humanos han visto, y que alimenta un puñado de leyendas que los kirguís cuentan, generación tras generación, al calor de la lumbre. Darko Peric, un actor en su mejor momento, abandona los platós para adentrase en este mundo, hechizado también por el mito del felino, y emprende un viaje al corazón de las tinieblas, no tanto para encontrarlo, sino para encontrarse. El director Álex Galán, y el director de fotografía David Rodríguez lo acompañan en su aventura y documentan esta búsqueda, mientras cruzan la frontera entre la civilización y lo salvaje.

Territory” ha pasado por varios certámenes, por el Festival de Cine de Gijón, y el Atlàntida Mallorca Film Fest, también por festivales internacionales como los de Moscú, Turín, y El Cairo, ¿Cuál es la respuesta que habéis encontrado por parte del público y de la crítica?

Te confieso que yo le tenía mucho miedo a esta cuestión. Es mi tercer largometraje y sin embargo sentía que es el que menos lograría conectar con el público. ‘Salvajes’ fue un documental muy polémico y enganchó rápido con el espectador, ‘Il Mulín’ tenía esa cosa de historia pequeña que te sorprende y la disfrutas… pero ‘Territory’ tiene algo existencialista que exige al espectador conectarse con esa sensación para que funcione. Y ocurrió que el círculo cinematográfico que me había dado la espalda con ‘Salvajes’, abrazó ‘Territory’ mucho más de lo que esperaba. ‘Salvajes’ apenas entró en un par de festivales, era un peli para el público. Sin embargo ‘Territory’ logró estrenarse en algunos de los festivales más importantes del mundo y tener una acogida de crítica realmente buena. Eso hizo que parte del público la percibiera como una pieza especial que hay que mirar con otros ojos para valorarla, y al final la respuesta está siendo mejor de lo esperado.

Debido al conflicto de Ucrania, hemos tenido un boicot cultural bastante absurdo a Rusia, sin embargo tú has presentado tu película en el Festival Internacional de cine de Moscú, el segundo más antiguo del mundo, ¿cómo has sido recibida tu película allí y qué opinas de este tipo de boicots?

Cuando nos seleccionaron para estrenar en el Festival de Moscú no tuve ni la más mínima duda. El estreno mundial de una película es algo muy especial y Rusia me parecía el mejor lugar para hacerlo.

Probablemente suene impopular pero allí tuve la sensación de que el único boicot se lo estaba haciendo Europa a sí misma. En festival había producciones de India, China, Australia, México, Turquía, Sudáfrica… en realidad solo faltaba Europa y EEUU. Tendemos a pensar que el mundo se acaba en occidente pero hay vida más allá de los Urales.

El recibimiento fue espectacular y mucho más nutritivo de lo que imaginaba. El rigor de la prensa rusa a la hora de tratar las películas es algo que no había visto antes, hay una seriedad propia de muchos siglos fomentando el arte. Ahora estamos en una época de bandos en la que el enemigo es malo en todo, pero no se puede olvidar que pocos países han aportado tanto a la cultura como Rusia a través de la pintura, la música, la literatura y por supuesto el cine.

Hacer un boicot cultural a cualquier país me parece una necedad. El conflicto entre Rusia y Ucrania es una cuestión geopolítica, económica, y las batallas que se planteen ambos bandos no deberían salpicar al arte. Si concluimos que Rusia es un país imperialista y cerrado sobre sí mismo, ¿qué logramos aislándolo de la cultura? ¿no tendría más sentido potenciar un flujo cultural mayor?

En tu tercer largometraje abandonas tu zona de confort, tu Asturias natal, y, continuando con tu fascinación por el mundo rural y la naturaleza, te vas a rodar Kirguistán, uno de esos lugares que pocos saben señalar en los mapas, ¿cuál es el germen de esta película y cuáles han sido las principales dificultades que has tenido que sortear para llevarla a cabo?

Conozco bien Kirguistán desde hace 7 años. Mi primera vez allí fue para rodar un cortometraje titulado ‘Beyond the glacier’ sobre la desaparición del mar de Aral, dirigido por mi compañero David. Me enamoré del lugar y de la gran sensibilidad de los kirguís en medio de una naturaleza tan salvaje. Desde entonces comencé a viajar varias veces al año a convivir con comunidades nómadas y guiar expediciones con mi amigo Mikel, un tipo que llegó a Kirguistán en bicicleta desde Iruña.

Él fue quien me mostró el valle donde está rodada la película y juntos pasamos unos años viajando por la zona. Fue maravilloso.

Conocimos a muchos pastores, muchos asentamientos nómadas, convivimos con ellos en verano en los pastores de altura y durante el duro invierno, y poco a poco fui sintiendo la necesidad de transmitir algo de esa autenticidad tan ancestral.

Cuando te acostumbras al frío, a las condiciones de vida en el hielo y a las peleas constantes por avanzar en un territorio aislado, lo que queda es pureza, y la única dificultad es lograr ofrecer algo así al espectador.

Una pieza fundamental de “Territory” es su protagonista, Darko Peric, al que todos conocemos por su papel de Helsinki en “La Casa de Papel”, ¿cómo logras involucrarlo en este proyecto que supone un desafío más allá del de su faceta actoral, al rodar en un lugar tan inhóspito y remoto, y cómo se adaptó a un rodaje tan exigente, tanto a nivel físico como mental?

Conocí a Darko en el festival de cine western de Almería. Yo estaba presentando ‘Salvajes’ y él era miembro del jurado. Se movía constantemente rodeado de fans que querían conocer al personaje de La Casa de Papel. A mi me apetecía mucho más ir a la playa y creo que él agradeció un poco de normalidad. Charlamos y me di cuenta de que Darko tenía la necesidad de buscar un nuevo reto y probarse a sí mismo lejos de la industria, así que le hablé sobre mis viajes en Asia Central y la posibilidad de hacer una expedición en busca del leopardo de la nieves. Ni se lo pensó.

Un par de años más tarde estábamos aterrizando en Kirguistán.

Cuando un actor se hace famoso muy rápido por un papel muy concreto corre el riesgo de encasillarse, a Darko le interesaba mucho más el cine independiente así que no solo vino como actor sino que ayudó a producir una parte de la película. Yo solo podía ofrecerle un rodaje extremo y un camino totalmente alejado del cine comercial, y él aceptó la experiencia con todo lo que eso significaba. Así que una vez allí tuvo que lidiar con jornadas de varios días a caballo, dormir en yurtas en el suelo, calentarse con el fuego… en fin, un rodaje muy diferente a lo que cualquier actor está acostumbrado, pero esa es la experiencia.

Además de afrontar condiciones climáticas extremas, también habéis atravesado grandes distancias, lo que añadiría dificultades de logística de todo tipo, pero además está el lograr introducirse en esas comunidades sin que se sientan, de algún modo, invadidos, ¿cómo conseguisteis entrar en ese mundo y que os aceptasen de tal forma que pudierais compartir su intimidad delante de una cámara?

Aplicando la misma normalidad que aplicaríamos en un pueblo asturiano. Llegar sin cámaras ni parafernalias, charlar, tomar vodka, ayudar en las tareas diarias y pasar días y semanas conviviendo con ellos. Unos días después cuentas lo que haces y preguntas si les importaría grabar algo con ellos, y ya vas viendo como respiran. Rodar con una comunidad aislada lo único que requiere es empatía, pero una empatía absoluta y verdadera, no vale llegar allí a llevarte lo que tenías anotado en tu guion.

Ah, y no hacer la estúpida pregunta de “¿por qué vivís en un lugar tan remoto?”. Porque es su casa. ¿Por qué demonios no iban a vivir ahí?

Tengo leído que has dirigido expediciones en Siberia, Mongolia, China y Asia Central, ¿en las zonas que has recorrido, todavía se puede encontrar la naturaleza en estado salvaje, en el sentido que dice Darko en la película, cuando compara los espacios naturales de Kirguistán y de su Serbia natal?

Por supuesto, la naturaleza en estado salvaje aún existe, solo hay que aceptar las condiciones adecuadas para conocerla. Siberia es probablemente el lugar más interesante de la tierra, allí las extensiones de naturaleza virgen se salen de nuestros cánones, todavía hay zonas que el hombre no ha pisado nunca y seres humanos en un grado de aislamiento que no podemos imaginar. Ahora vemos excursiones turísticas para conocer a los Nenets pero eso es un circo. La Siberia profunda es desconocida incluso para los siberianos. Y ocurre parecido en Mongolia y el interior de China. Hace unos años realicé una expedición invernal con una familia de nómadas en Mongolia y ni siquiera sabían ubicar la frontera con China dentro de su territorio. Siempre pensamos en el Amazonas como lugar de tribus no contactadas o de naturaleza virgen pero la taiga probablemente esconde más que cualquier otro rincón del planeta.

En “Territory” hay mucho de western, como lo había en tus anteriores largometrajes, en ese protagonista que busca a un animal salvaje, mientras se busca a si mismo, en los planos de esos horizontes grandiosos, incluso en la banda sonora, ¿es algo intencionado? ¿reconoces esa influencia?

Es plenamente intencionado. En el cine de autor actual echo de menos la pasión por las aventuras. El western tiene algo que te conecta con la naturaleza, con la libertad. Me aburre la corrección y me gustan los personajes que no niegan su naturaleza salvaje. Huyo del buenismo y encuentro en esa influencia western una especie de rebeldía ante la domesticación, tanto de los personajes como de las historias.

Con respecto a la banda sonora también es importante señalar que su autora, Sandra Delaporte, formó parte del equipo que se desplazó a Kirguistán, ¿el proceso de composición se esbozó durante el rodaje?

Lo de Sandra fue increíble porque compuso toda la banda sonora durante el rodaje, en plena expedición. Llevaba una guitarra, un ordenador portátil y un kumuz, un instrumento de cuerda tradicional de Asia Central. Con eso compuso la banda sonora.

Para ella era importante vivir el paisaje y la naturaleza en primera persona, quería conocer qué estaba ocurriendo en la película desde dentro, sentir el frío, la incomodidad, la incertidumbre, escuchar las voces de los nómadas… Al cabo de tres días me dijo ‘escucha esto’ y ya tenía el primer tema compuesto. Es una forma de trabajar radicalmente inmersiva y lo cierto es que en el estudio solo tuvo que hacer un par de ajustes de metraje porque todo lo que utilizamos es lo que compuso en Kirguistán.

Desde la visión del urbanita, hay ciertos pasajes de “Territory” que pueden llegar a incomodar, quizás porque nos recuerdan el lugar del que, en cierto modo, venimos todos, ese mundo rural que ahora se nos antoja violento, salvaje, porque estamos domesticados ¿también buscas interpelar al espectador para que se reconozca en esa forma de vida no tan distinta de la de nuestros abuelos?

Exactamente. Lo que yo cuento no es nada nuevo, de hecho es algo que se está olvidando de tan viejo que es. Me interesan nuestros orígenes como especie, los instintos humanos que nos acercan a lo que aún no dejamos de ser: un cazador-recolector que desarrollo su entorno lo suficiente como para dejar de cazar y recolectar, pero somos los mismo. Si observásemos un cerebro de un humano del paleolítico y uno actual prácticamente no veríamos diferencias, nuestra biología es la misma, lo que ha cambiado es la cultura. Por eso me gusta explorar esa cultura vieja y ancestral y acercarla al ser humano moderno, para recordarnos que no somos tan guapos ni tan modernos como nos creemos y que esos individuos salvajes que decapitan cabras están mucho más cerca del ser humano original que nosotros. Sin idealizaciones ni dibujar a los indígenas como seres de luz, porque no lo son, son tan buenos y tan hijos de puta como cualquiera, pero son más auténticos que la mayoría de humanos que te encuentras en cualquier centro comercial.

Una de las cosas que más me gusta de la película es el final, por lo inesperado, por la decepción, por poner el acento en que la naturaleza es la que manda, que tiene más paciencia que tú, ¿tuviste alguna duda en ese epílogo para la historia de “Territory”?

Tuve muchas dudas. De hecho lo decidí a última hora. Al principio pensé en terminar la película cuando Darko coloca la cámara trampa, acabar en las montañas de Kirguistán y dejar la imagen en negro. Me parecía interesante llevar al espectador a la decepción y que sintiese el fracaso. Quería que valorasen la importancia de saber perder.

Pero luego recogimos la cámara trampa y vimos lo que había ahí… era espectacular y sobre todo rompía la cuarta pared. Lo que hay en esa cámara se comunica directamente con el espectador, es la primera vez que alguien mira a cámara y me gustó ese mensaje.

La película empieza con una frase que dice ‘Algunas cosas solo existen por no ser nunca vistas’, y lo que ocurre en esa cámara trampa es justamente eso. Algo aparece cuando todos se han ido. Todos menos el espectador, o eso espero.

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