Alejandra Izquierdo: ‘Cleopatra VII no debe ser demonizada ni heroificada, sino humanizada’

Izquierdo afirma que el gobierno de la reina no fue tan malo como se ha querido hacer creer. / NR

Entrevistamos a la historiadora y arqueóloga Alejandra Izquierdo, autora del libro ‘Cleopatra: La mujer tras el mito de la última reina de Egipto’.

Por Jayro Sánchez | 23/05/2025

Alejandra Izquierdo (Madrid,1992) es una joven historiadora y arqueóloga que enseña Egipcio Clásico en la Universidad Eclesiástica San Dámaso. Famosa por su labor de divulgación en el canal Historia en cinco minutos de Youtube, ha escrito un libro que desmiente los tópicos sobre la maltratada y conocida figura de Cleopatra. Hablamos con ella sobre la verdadera vida de la antigua emperatriz.

Cleopatra VII ha sido mitificada a lo largo de 2 milenios como una mujer muy bella, seductora y pérfida. Fue la última reina egipcia, y la amante de Julio César y Marco Antonio. Tras su muerte, Egipto pasó a ser una provincia romana. Siempre se ha dicho que su mal gobierno causó la pérdida de la independencia. ¿Es cierto?

Esa afirmación es un tanto inexacta desde un punto de vista histórico, ya que hubo muchos condicionantes ajenos a ella que llevaron a la caída de su reino. La dinastía a la que pertenecía, la ptolemaica, gobernó durante casi 300 años. Al principio, sus monarcas consiguieron imponer una cierta estabilidad política. Pero, poco a poco, su poder interior y exterior se fue debilitando.

Su padre, Ptolomeo XII, estableció muchos pactos con Roma, y también se dice que sobornó a algunos políticos. A su muerte, la reina heredó un Estado endeudado y muy dependiente de la ciudad itálica a nivel diplomático. Esta se encontraba en un periodo de expansión, y Egipto en uno de crisis.

Por lo tanto, considero que no podemos culpar a Cleopatra VII de que la primera engullera al segundo. Era inevitable que ocurriera. Lo que pasa es que los escritores romanos basaron su justificación política de la conquista del país en la supuesta falta de moralidad de su máxima autoridad, y eso ha trascendido hasta nuestros días.

La familia de la reina se reivindicaba a sí misma como la legítima heredera de Alejandro Magno. ¿Su manera de gobernar se fundamentaba en la del soberano macedonio?

No en su totalidad. Ptolomeo I, el fundador del linaje, consiguió hacerse con el cuerpo del emperador y le construyó una tumba en Alejandría. Esto le ayudó a expresar de forma simbólica que su reino helenístico era el «continuador» del imperio.

El único elemento evidente que conservó de la tradición gubernamental alejandrina fue el de querer conocer bien a sus súbditos y el de acumular conocimiento sobre ellos y sus vecinos. Esto último lo hizo, sin ir más lejos, a través de la construcción de la biblioteca y el museo.

¿Qué cambios provocó el establecimiento de la dinastía lágida en Egipto?

Para empezar, suscitó la llegada de miles de inmigrantes griegos a sus territorios. Muchos de ellos se alojaron en Alejandría o Hawara, aunque algunos habitaron Tebas (actual Luxor) y otras ciudades del sur.

Su aparición propició el encuentro y la mezcla de dos culturas muy diferentes. Por ejemplo, los helenos dieron sus propias interpretaciones a ciertos dioses egipcios y fomentaron la edificación de gimnasios en su nuevo hogar.

A su vez, la población nativa tuvo que aprender la lengua griega para resolver asuntos administrativos. Y acabó creando un nuevo idioma a partir de ella: el copto. Siglos más tarde, este serviría para descifrar la piedra Rosetta y comenzar a investigar la escritura jeroglífica.

En aquellos tiempos tan remotos, pocas mujeres podían ejercer tareas de gobierno en el seno de sus sociedades. El cine, las novelas y otras fuentes de la cultura popular nos han hecho creer que Egipto fue uno de los pocos lugares donde existió la ginecocracia. ¿Esa idea se corresponde con la realidad?

No. Es cierto que las mujeres egipcias disfrutaban de mayor libertad e igualdad que las romanas o las griegas, pero la mayor parte de las que poseyeron cierta relevancia política fueron esposas o madres de reyes. Muy pocas gobernaron en solitario.

Entonces, ¿el reinado de Cleopatra fue un fenómeno excepcional?

Fue el producto acumulativo de la experiencia gubernamental de otras soberanas anteriores, como Berenice II o Cleopatra I.

¿En qué contexto cabe situar sus relaciones con César y Antonio?

Como decía antes, en el de la política heredada de su padre. Ella continuó profundizando los vínculos que él había creado. Sin embargo, no debemos tener la impresión de que Egipto era el único que buscaba la protección de Roma.

Esta tenía muchas razones para entablar una amistad duradera con el reino africano. Por eso los dos estadistas romanos estuvieron tan interesados en tener conexiones personales con la reina.

Eres una de las mayores expertas españolas en la historia de Egipto. ¿Cuál es tu valoración sobre el reinado de Cleopatra?

Mi tesis es que no debemos demonizarla o convertirla en una heroína, sino humanizarla. Gobernó en un periodo muy complejo en términos de política interna. Además, le legaron una mala situación económica y tuvo que hacer frente al expansionismo de Roma sin provocarla. Así que, en mi opinión, no podemos considerar que fuese tan mala gobernante como dicen.

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