Agradecimientos

Por Luis Aneiros

En los momentos en los que se logran grandes cosas, es bueno ser agradecido y reconocer la valía de todos aquellos que hacen posibles esos logros. Por ello, me parece de justicia que, en estos tiempos de grandeza como país, pase a agradecer como se merece a quienes, con su esfuerzo, han hecho posible que España sea hoy ese país al que toda Europa envidia por la calidad de sus políticos y sus ciudadanos.

En primer lugar, gracias a ese bloque de “izquierdas” por su incansable trabajo en pos de lograr un gobierno progresista estable, que sirva de plataforma para hacer llegar a la sociedad todo aquello que supone igualdad, libertad, cultura, derechos y avances sociales. Todo lo que hay que recuperar después de dos legislaturas de la derecha más demoledora, se logra con rencores, con negarse la palabra y con el afán personalista de quien quiere ser califa en lugar del califa. Nada como una irracional puñalada por la espalda o una pública declaración de desconfianza mutua para que los españoles sintamos la fresca brisa de la libertad, la educación, la recuperación de los derechos perdidos, la igualdad, unas pensiones dignas, una sanidad eficaz y universal, etc. etc. Los resultados de estas elecciones respaldan su gran labor política, bajando sus votos y sus escaños, y permitiendo la fascinante magia de hacer que el trasvase de 600,000 votos de un partido a otro se conviertan en 8 escaños menos en el bloque de la “izquierda”. Más País aporta grandes novedades con respecto al programa de Unidas Podemos y compensa, sin lugar a dudas, todas las carencias que había en este espectro ideológico. Sólo una mente retorcida puede ver en dicha candidatura un afán de protagonismo de su líder y una revancha por la derrota en Vistalegre II. Pedro Sánchez, a su vez, ha demostrado sus grandes dotes de visionario al prever una aplastante triunfo electoral, sabiendo que antes se produciría una polémica (fuera cual fuera) sentencia sobre el procés y la mudanza de la momia caudilla. Ambos acontecimientos refuerzan el argumentario de la extrema derecha, pero Sánchez, desde el convencimiento de que en España se acabó con el franquismo gracias a la gran labor educativa de los gobiernos de PP y PSOE, sabía que era imposible un crecimiento del fascismo en nuestro país. Gracias, majo… Y también hay que agradecer a Pablo Iglesias el aferrarse a esa maravillosa idea de que tener razón lo es todo en la vida y en la política. ¿A quién le importa el momento político e histórico en el que se estaban sucediendo los acontecimientos, si nadie podía discutir que, si el PSOE los necesitaba, debería de contar con UP para un posible gobierno? ¿Por qué renunciar a la posesión de la razón? Aquellos discursos en los que Iglesias decía que en una negociación todos tienen que perder algo se veían reforzados por su empeño en poner condiciones inamovibles. Hoy quizás tenga 11 motivos menos para mantener esa postura, pero hay que agradecerle esa solidez de convicciones… Muchas gracias a la “izquierda” española por pensar, sobre todo, en los trabajadores, pensionistas, mujeres, autónomos y víctimas de los recortes de nuestros derechos.

Es también muy de agradecer la postura del bloque de la derecha. Sin comillas, porque la derecha no necesita comillas matizadoras. Es La Derecha, consciente de su papel y cumplidora de sus obligaciones. Sus esfuerzos por presentarse ante los electores como alguien de quién fiarnos, como una derecha moderna, europea, consciente de los 44 años pasados desde la muerte del dictador y dispuesta a crear un país del que sentirse orgullosos, son dignos de mención. Siempre manteniendo el mismo discurso, sin dejarse influir por la llegada de viejas corrientes renacidas, sin virar ideológicamente para hacerse con votos, porque eso supondría retomar conceptos rancios como el racismo, la homofobia, la xenofobia, el machismo y la eliminación del contrario sólo por serlo. Este “centro-derecha” (ahora sí hay comillas) que mira las encuestas antes de decidir si utilizar el término “patriotismo” o “ultraderecha” para hablar de otros. Estos políticos conservadores que no dudan en incluir al fascismo en sus ecuaciones de gobierno, e incluso apoyar iniciativas antidemocráticas en parlamentos autonómicos, para así poder asegurarse votos cuando sean necesarios. Esa derecha, como digo, merece todo nuestro agradecimiento por alimentar a quienes ladran en lugar de debatir. Porque eso es lo que necesitaba España, una ultraderecha fuerte que nos recuerde de donde venimos y nos haga sentirnos orgullosos de nuestra historia. ¿Quién necesita trabajo, libros para sus hijos o apoyo para la dependencia, cuando se tiene bandera, patria, piel blanca y hombría, sobre todo hombría? Gracias, Casado… Gracias, cadáver Rivera, por tranquilizar los miedos que algunos teníamos a que la derecha sólo exista para mantener los privilegios del franquismo heredado y las nuevas élites con largos apellidos y títulos nobiliarios.

No quiero olvidarme, por supuesto, de todo lo que les debemos a los nacionalistas, independentistas y, sobre todo, a aquellos que entienden que las cosas se logran con testosterona local y con el lanzamiento de adoquines en cabezas ajenas. De nuevo, tener razón lo es todo. De nuevo, alcanzar las legítimas metas justifica el uso de métodos que, en otros ámbitos, serían repudiados. Cada palabra de Torra y cada cóctel molotov ha sido un voto para aquellos que, como ya he dicho antes, han venido a salvar a España de sí misma. Frente a la cobardía de un gobierno central sin los huevos necesarios para enfrentarse a la verdad, sea cual sea, el independentismo ha contrapuesto, con gran acierto, sus propios huevos y unos cuantos kilos de piedras. Frente a los abusos policiales, nada como quemar los coches de los ciudadanos a los que se quiere salvar de la opresión y reventar los escaparates de los comercios, a los que se quiere convencer de las bondades de la independencia para sus negocios. Inteligencia puesta al servicio de la causa… y si la consecuencia es convencer a millones de españoles de que la solución al conflicto son los tanques y más represión aún, ¿qué más da? La razón, no lo olvidemos… tienen la razón.

Estoy seguro de que me dejo en el teclado muchos nombres a los que debería de dar las gracias también. Por ejemplo, los de los 3,640,000 españoles que votaron a la extrema derecha racista y misógina. Gracias por ver muy claro que la culpa del paro y la precariedad laboral es de los inmigrantes, no de los gobiernos ni los poderes económicos. Gracias por darse cuenta de que, para terminar con la violencia contra las mujeres, las violaciones y las brechas salariales, lo mejor es ignorarlas y cambiar el nombre de esos problemas. Mil gracias a todos ustedes por entender que los problemas educativos y de nuestra ciencia, y el pésimo lugar de nuestras universidades en el mundo, se resuelven separando a niños y niñas en las aulas, convirtiendo en obligatoria la asignatura de religión (católica, claro) e impidiendo el acceso a la universidad de quien no tenga a capacidad económica para afrontar el gasto de miles de euros anuales para ello. Y gracias por convertir en defendible el que, por el gasto que nos pueda suponer, miles de personas merecen morir en las aguas de todos aquellos mares y océanos que bañan nuestras costas. En resumen, gracias, votantes del fascismo, por demostrar que no hay que ser fascista para votar al fascismo, sino tan sólo creer que el fascismo no es fascismo, sino patriotismo, o cualquier otra mierda terminada en ismo que os convenza para votar al fascismo.

Y dentro de todos aquellos que no puedo recordar porque son muchos, quiero dar las gracias a ese 30% que no ha votado. Por supuesto, esto no va con ustedes. No es su problema, ustedes no saben nada de política ni quieren saberlo. Sus vidas, sus trabajos, sus familias, su futuro, no dependen de la política, sino de lo que Jorge Javier Vázquez vomite en sus televisores y de las perlas que en MHYV añadan al lenguaje colectivo de nuestra juventud. Continúen así. Recuerden que serían los españoles ideales en 1960.

Y, por último, a VOX. A VOX tengo que agradecerles lo que han supuesto en mi vida. Sin ellos, mi nivel de inglés, de latín y mi comprensión del castellano serían aún menores de lo que son.

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