El país actualmente depende casi en su totalidad de las inversiones extranjeras, sobre todo, de las que vienen desde Beijing.
Por Gonzalo Fiore Viani / La tinta
Hace un año que los estadounidenses se retiraban de Afganistán, el pasado 15 de agosto de 2021. Se cumple, entonces, el primer aniversario de la toma del gobierno por parte del Talibán. Pero, ¿qué pasó desde su regreso al poder? En lo militar, lograron mantener el control de prácticamente todo el territorio afgano, terminando con las disputas eternas y trayendo algo de paz y tranquilidad a sus ciudadanos. Sin embargo, el grueso de sus gobernados afirma que “no se encuentra representado” por el gobierno. En lo económico, la situación es, básicamente, desastrosa. Tras 20 años tanto de ocupación estadounidense como de guerra interna, la estructura productiva del país quedó completamente destrozada, contribuyendo al florecimiento de todo tipo de mercados ilegales y negocios vinculados al narcotráfico, especialmente a la compraventa de opio. A su vez, existe toda una “mano de obra desocupada” tras más de dos décadas de conflictos, personas que aún no se han podido reinsertar como ciudadanos en un contexto de paz relativa dentro del país.
En el año fiscal de Afganistán previo al colapso del gobierno de coalición, respaldado por Occidente, de Ashraf Ghani (2020-21), el 75% del gasto público del presupuesto anual afgano de 5.500 millones de dólares dependía en su totalidad de la ayuda extranjera, mayormente proveniente de Occidente. Por supuesto, cuando Estados Unidos se retiró de Kabul, las ayudas se detuvieron de manera abrupta, al mismo tiempo que, además, se impusieron sanciones sobre el país. Washington se quedó con el grueso de las reservas de moneda extranjera afganas y congeló más de siete mil millones de dólares que tenía el banco central de Kabul en los Estados Unidos. En ese contexto, la economía y el despliegue de una política internacional “limpiadora de cara” son el principal escollo y problema que tienen los talibanes en un contexto de un país completamente arrasado.
El actual jefe de la economía del país es Hassib Habibi, tiene apenas 31 años y un desafío inmenso. Su aspecto es el del típico Talibán y, de hecho, lo es. Habibi alternó sus estudios de economía en la capital con los combates en el interior y en las cuevas del país contra la ocupación de Washington. Económicamente, el Talibán no deja de parecerse bastante a la clásica doctrina neoliberal, por supuesto, con características muy propias de su región e idiosincrasia. El país actualmente depende casi en su totalidad de las inversiones extranjeras, sobre todo, de las que vienen desde Beijing. La República Popular China fue el primer país que recibió al Talibán y lo reconoció como un actor de la comunidad internacional, incluso, antes de su llegada al poder. En el marco de la competencia y disputa global entre el Partido Comunista Chino y la Casa Blanca, Beijing se acerca cada vez más no solo a Afganistán, sino también a sus vecinos. Aprovechando la retirada de EE. UU. de Medio Oriente, hace tiempo que China está profundizando sus lazos en la región, mediante otros mecanismos, sumando a los países a su iniciativa de la Franja y la Ruta. Por ahora, Kabul forma parte del mega proyecto chino y el Talibán desplegó la alfombra roja para el ingreso de las inversiones chinas desde su llegada al poder.
Por supuesto, una de las principales problemáticas actuales en el país tiene que ver con la precaria situación de las mujeres afganas bajo el régimen talibán. Tras su llegada al poder, los extremistas volvieron a imponer una radical interpretación de la ley islámica, la sharia. Esto incluye prohibir que las mujeres puedan asistir a establecimientos educativos superiores, manejar vehículos o realizar todo tipo de actividades públicas sin el permiso de sus maridos. Además, también es obligatorio el uso del hiyab y, nuevamente, las mujeres son tratadas como ciudadanas de segunda. La semana pasada, en una manifestación casi sin precedentes en el país, las mujeres salieron a protestar por la pérdida progresiva de sus derechos durante el último año y fueron reprimidas por las autoridades talibanes. Al momento de su regreso, el Talibán había afirmado que de ninguna manera atacaría los derechos adquiridos de la población femenina, al mismo tiempo que, aseguraban, volvían “más moderados”. Finalmente, a la luz de los hechos y como era de esperarse, esto no fue así.
El Ministerio de Educación prometió que las jóvenes de entre 6 y 18 años podrían regresar a las escuelas al comienzo del semestre durante marzo de 2022. No obstante, el gobierno modificó de manera imprevista el calendario escolar, alegando que necesitaban más tiempo para planificar el nuevo sistema educativo donde estarían separados los niños de las niñas. Sin embargo, mientras las mujeres aún no pueden estudiar, las escuelas para niños reabrieron casi inmediatamente tras la caída del gobierno de Ghani. Lo cierto es que, la última vez que el Talibán estuvo al frente del gobierno afgano, aproximadamente unas 5.000 niñas se encontraban dentro del sistema educativo formal, pero, para 2018, ese número había ascendido a casi 4 millones. Teniendo en cuenta los antecedentes, hay motivos suficientes para pensar que el gobierno no se encontraría cómodo con esa situación y que, por lo tanto, el número de niñas que asisten a establecimientos educativos podría caer abruptamente de nuevo.
Por lo pronto, el Talibán no es reconocido como un actor más de la comunidad internacional por la amplia mayoría de los Estados y su diplomacia se encuentra trabajando en ese sentido. Para volver a recibir inversiones, divisas y poder comerciar de manera plena, es requisito para Kabul dejar de ser un Estado paria y poder reingresar al escenario internacional como un actor reconocido por el resto de sus pares. Los gobiernos de los países de Occidente aseguran que no le otorgarán reconocimiento al gobierno de Afganistán hasta que el Talibán no dé muestras reales de modificar sus políticas en materia de derechos humanos, especialmente, de la inclusión de las mujeres en distintos estamentos de la vida política y pública. Por ahora, todo indica que esto podría tomar más tiempo del pensado para el país. En el contexto de la guerra de Ucrania y de las crecientes tensiones en la región del mar de China meridional y del estrecho de Taiwán, hoy el foco principal, tanto de Washington como de Beijing o incluso de Moscú, claramente no se encuentra en Kabul. Esto puede ser tanto un desafío como una oportunidad para el Talibán a la hora de constituirse como un actor serio dentro del escenario global. Por ahora, todo parece indicar que le quedan años extremadamente complejos no solo al gobierno, sino, especialmente, a todos los afganos de a pie.
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